Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
Rasumikhine no tenía nada que decir. En consecuencia, fue
Pulqueria Alejandrovna la que tuvo que reanudar la conversación.
-¿Sabe usted que ha muerto Marfa Petrovna? -preguntó, echando
mano de su supremo recurso.
-¿Cómo no? Me lo comunicaron en seguida. Es más, puedo
informarla a usted de que Arcadio Ivanovitch Svidrigailof partió
para Petersburgo inmediatamente después del entierro de su
esposa. Lo sé de buena tinta.
-¿Cómo? ¿Ha venido a Petersburgo? -exclamó Dunetchka,
alarmada y cambiando una mirada con su madre.
-Lo que usted oye. Y, dada la precipitación de este viaje y las
circunstancias que lo han precedido, hay que suponer que abriga
alguna intención oculta.
-¡Señor! ¿Es posible que venga a molestar a Dunetchka hasta
aquí?
-Mi opinión es que no tienen ustedes motivo para inquietarse
demasiado, ya que eludirán toda clase de relaciones con él. En lo
que a mí concierne, estoy ojo avizor y pronto sabré adónde ha ido
a parar.
-¡Ah, Piotr Petrovitch! -exclamó Pulqueria Alejandrovna-. Usted
no se puede imaginar hasta qué punto me inquieta esa noticia. No
he visto a ese hombre más que dos veces, pero esto ha bastado
para que le considere un ser monstruoso. Estoy segura de que es
el culpable de la muerte de Marfa Petrovna.
-Sobre este punto, nada se puede afirmar. Lo digo porque poseo
informes exactos. No niego que los malos tratos de ese hombre
hayan podido acelerar en cierto modo el curso normal de las
cosas. En cuanto a su conducta y, en general, en cuanto a su
índole moral, estoy de acuerdo con usted. Ignoro si ahora es rico
y qué herencia habrá recibido de Marfa Petrovna, pero no tardaré
en saberlo. Lo indudable es que, al vivir aquí, en Petersburgo,
reanudará su antiguo género de vida, por pocos recursos que
tenga para ello. Es un hombre depravado y lleno de vicios. Tengo
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 364