encontrado los pendientes en la calle. Luego se fue a divertirse. En lo que
concierne al crimen, mantiene sus primeras declaraciones.» Yo no sabía nada
insiste , no supe nada hasta dos días después.
» ¿Y por qué se ocultó?
» Por miedo.
» ¿Por qué quería ahorcarse?
» Por temor.
» ¿Temor de qué?
» De que me condenaran.
»Y esto es todo terminó Rasumikhine . ¿Qué conclusiones crees que han
sacado?
No sé qué decirte. Existe una sospecha, discutible tal vez pero fundada. No
podían dejar en libertad a tu pintor de fachadas.
¡Pero es que le atribuyen el asesinato! ¡No les cabe la menor duda!
Óyeme. No te acalores. Has de convenir que si el día y a la hora del crimen,
unos pendientes que estaban en el arca de la víctima pasaron a manos de
Nicolás, es natural que se le pregunte cómo se los procuró. Es un detalle
importante para la instrucción del sumario.
¿Que cómo se los procuró? exclamó Rasumikhine . Pero ¿es posible que tú,
doctor en medicina y, por lo tanto, más obligado que nadie a estudiar la
naturaleza humana, y que has podido profundizar en ella gracias a tu profesión,
no hayas comprendido el carácter de Nicolás basándote en los datos que te he
dado? ¿Es posible que no estés convencido de que sus decla raciones en los
interrogatorios que ha sufrido son la pura verdad? Los pendientes llegaron a
sus manos exactamente como él ha dicho: pisó el estuche y lo recogió.
Podrá decir la pura verdad; pero él mismo ha reconocido que mintió la primera
vez.
Oye, escúchame con atención. El portero, Koch, Pestriakof, el segundo
portero, la mujer del primero, otra mujer que estaba en aquel momento en la
portería con la portera, el consejero Krukof, que acababa de bajar de un coche
y entraba en la casa con una dama cogida a su brazo; todas estas personas,
es decir, ocho, afirman que Nicolás tiró a Mitri al suelo y lo mantuvo debajo de
él, golpeándole, mientras Mitri cogía a su camarada por el pelo y le devolvía los
golpes con creces. Están ante la puerta y dificultan el paso. Se les insulta
desde todas partes, y ellos, como dos chiquillos (éstas son las palabras de los
testigos), gritan, disputan, lanzan carcajadas, se hacen guiños y se persiguen
por la calle. Como verdaderos chiquillos, ¿comprendes? Ten en cuenta que
arriba hay dos cadáveres que todavía conservan calor en el cuerpo; sí, calor;
no estaban todavía fríos cuando los encontraron... Supongamos que los
autores del crimen son los dos pintores, o que sólo lo ha cometido Nicolás, y
que han robado, forzando la cerradura del arca, o simplemente participado en
el robo. Ahora, admitido esto, permíteme una pregunta. ¿Se puede concebir la
indiferencia, la tranquilidad de espíritu que demuestran esos gritos, esas risas,
esa riña infantil en personas que acaban de cometer un crimen y están ante la
misma casa en que lo han cometido? ¿Es esta conducta compatible con el
hacha, la sangre, la astucia criminal y la prudencia que forzosamente han de
acompañar a semejante acto? Cinco o diez minutos después de haber
cometido el asesinato (no puede haber transcurrido más tiempo, ya que los
cuerpos no se han enfriado todavía), salen del piso, dejando la puerta abierta y,
aun sabiendo que sube gente a casa de la vieja, se ponen a juguetear ante la
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