» De un lado a otro.
» ¿Por qué huyó usted de la taberna de Duchkhine?
» Tenía miedo.
» ¿De qué?
» De que me condenaran.
» ¿Cómo explica usted ese temor si tenía la conciencia tranquila?
»Aunque parezca mentira, Zosimof continuó Rasumikhine , se le hizo esta
pregunta y con estas mismas palabras. Lo sé de buena fuente... ¿Qué té
parece? Dime: ¿qué té parece?
Las pruebas son abrumadoras.
Yo no té hablo de las pruebas, sino de la pregunta que se le hizo, del concepto
que tiene de su deber esa gente, esos policías... En fin, dejemos esto... Desde
luego, presionaron al detenido de tal modo, que acabó por declarar:
« No fue en la calle donde encontré los pendientes, sino en el piso donde
trabajaba con Mitri.
» ¿Cómo se produjo el hallazgo?
» Lo voy a explicar. Mitri y yo estuvimos todo el día trabajando y, cuando nos
íbamos a marchar, Mitri cogió un pincel empapado de pintura y me lo pasó por
la cara. Después echó a correr escaleras abajo y yo fui tras él, bajando los
escalones de cuatro en cuatro y lanzando juramentos. Cuando llegué a la
entrada, tropecé con el portero y con unos señores que estaban con él y que
no recuerdo cómo eran. El portero empezó a insultarme, el segundo portero
hizo lo mismo; luego salió de la garita la mujer del primer portero y se sumó a
los insultos. Finalmente, un caballero que en aquel momento entraba en la
casa acompañado de una señora nos puso también de vuelta y media porque
no los dejábamos pasar. Cogí a Mitri del pelo, lo derribé y empecé a atizarle.
El, aunque estaba debajo, consiguió también asirme por el pelo y noté que me
devolvía los golpes. Pero todo era broma. Al fin, Mitri consiguió libertarse y
echó a correr por la calle. Yo le perseguí, pero, al ver que no le podía alcanzar,
volví al piso donde trabajábamos para poner en orden las cosas que habíamos
dejado de cualquier modo. Mientras las arreglaba, esperaba a Mitri. Creía que
volvería de un momento a otro. De pronto, en un rincón del vestíbulo, detrás de
la puerta, piso una cosa. La recojo, quito el papel que la envuelve y veo un
estuche, y en el estuche los pendientes.
¿Detrás de la puerta? ¿Has dicho detrás de la puerta? preguntó de súbito
Raskolnikof, fijando en Rasumikhine una mirada llena de espanto.
Seguidamente, haciendo un gran esfuerzo, se incorporó y apoyó el codo en el
diván.
Sí, ¿y qué? ¿Por qué té pones así? ¿Qué té ha pasado? preguntó
Rasumikhine levantándose de su asiento.
No, nada balbuceó Raskolnikof penosamente, dejando caer la cabeza en la
almohada y volviéndose de nuevo hacia la pared.
Hubo un momento de silencio.
Debía de estar medio dormido, ¿verdad? preguntó Rasumikhine, dirigiendo a
Zosimof una mirada interrogadora.
El doctor movió negativamente la cabeza.
Bueno dijo , continúa. ¿Qué ocurrió después?
¿Después? Pues ocurrió que, apenas vio los pendientes, se olvidó de su
trabajo y de Mitri, cogió su gorro y corrió a la taberna de Duchkhine. Éste le dio,
como ya sabemos, un rublo, y Mikolai le mintió diciendo que se había
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