Raskolnikof se volvió hacia la pared. Escogió del empapelado, de un amarillo
sucio, una de las numerosas florecillas aureoladas de rayitas oscuras que
había en él y se dedicó a examinarla atentamente. Observó los pétalos.
¿Cuántos había? Y todos los trazos, hasta los menores dentículos de la corola.
Sus miembros se entumecían, pero él no hacía el menor movimiento. Su
mirada permanecía obstinadamente fija en la menuda flor.
Bueno, ¿qué me estabas diciendo de ese pintor?
preguntó Zosimof,
interrumpiendo con viva impaciencia la palabrería de Nastasia, que suspiró y
se detuvo.
Que se sospecha que es el autor del asesinato dijo Rasumikhine, acalorado.
¿Hay cargos contra él?
Sí, y, fundándose en ellos, se le ha detenido. Pero, en realidad, estos cargos
no son tales cargos, y esto es lo que pretendemos demostrar. La policía sigue
ahora una falsa pista, como la siguió al principio con..., ¿cómo se llaman...?
Koch y Pestriakof... Por muy poco que le afecte a uno el asunto, uno no puede
menos de sublevarse ante una investigación conducida tan torpemente. Es
posible que Pestriakof pase dentro de un rato por mi casa... A propósito, Rodia.
Tú debes de estar enterado de todo esto, pues ocurrió antes de tu enfermedad,
precisamente la víspera del día en que té desmayaste en la comisaría cuando
se estaba hablando de ello.
¿Quieres que te diga una cosa, Rasumikhine? dijo Zosimof . Te estoy
observando desde hace un momento y veo que té alteras con una facilidad
asombrosa.
¡Qué importa! Eso no cambia en nada la cuestión exclamó Rasumikhine
dando un puñetazo en la mesa . Lo más indignante de este asunto no son los
errores de esa gente: uno puede equivocarse; las equivocaciones conducen a
la verdad. Lo que me saca de mis casillas es que, aún equivocándose, se
creen infa libles. Yo aprecio a Porfirio, pero... ¿Sabes lo que les desorientó al
principio? Que la puerta estaba cerrada, y cuando Koch y Pestriakof volvieron a
subir con el portero, la encontraron abierta. Entonces dedujeron que Pestriakof
y Koch eran los asesinos de la vieja. Así razonan.
No té acalores. Tenían que detenerlos... De ese Koch tengo noticias. Al
parecer, compraba a la vieja los objetos que no se desempeñaban.
No es un sujeto recomendable. También compraba pagarés. ¡Que el diablo se
lo lleve! lo que me pone fuera de mí es la rutina, la anticuada e innoble rutina
de esa gente. Éste era el momento de renunciar a los viejos procedimientos y
seguir nuevos sistemas. Los datos psicológicos bastarían para darles una
nueva pista. Pero ellos dicen: «Nos atenemos a los hechos.» Sin embargo, los
hechos no son lo único que interesa. El modo de interpretarlos influye en un
cincuenta por ciento como mínimo en el éxito de las investigaciones.
¿Y tú sabes interpretar los hechos?
Lo que té puedo decir es que cuando uno tiene la íntima convicción de que
podría ayudar al esclarecimiento de la verdad, le es imposible contenerse...
¿Conoces los detalles del suceso?
Estoy esperando todavía la historia de ese pintor de paredes.
¡Ah, sí! Pues escucha. Al día siguiente del crimen, por la mañana, cuando la
policía sólo pensaba aún en Koch y Pestriakof (a pesar de que éstos habían
dado toda clase de explicaciones convincentes sobre sus pasos), he aquí que
se produce un hecho inesperado. Un campesino llamado Duchkhine, que tiene
una taberna frente a la casa del crimen, se presentó en la comisaría y entrega
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