¿A qué se dedica?
Ha pasado su vida vegetando como jefe de correos en una pequeña
población. Tiene una modesta remuneración y ha cumplido ya los sesenta y
cinco. No vale la pena hablar de él, aunque té aseguro que lo aprecio. También
vendrá Porfirio Simonovitch, juez de instrucción y antiguo alumno de la Escuela
de Derecho. Creo que tú lo conoces.
¿Es también pariente tuyo?
¡Bah, muy lejano...! Pero ¿qué te pasa? Pareces disgustado. ¿Serás capaz de
no venir porque un día disputaste con él?
Eso me importa muy poco.
¡Mejor que mejor! También asistirán algunos estudiantes, un profesor, un
funcionario, un músico, un oficial, Zamiotof...
¿Zamiotof? Te agradeceré que me digas lo que tú o él indicó al enfermo con
un movimiento de cabeza tenéis que ver con ese Zamiotof.
¡Ya salió aquello! Los principios... Tú estás sentado sobre tus principios como
sobre muelles, y no té atreves a hacer el menor movimiento. Mi principio es
que todo depende del modo de ser del hombre. Lo demás me importa un
comino. Y Zamiotof es un excelente muchacho.
Pero no demasiado escrupuloso en cuanto a los medios para enriquecerse.
Admitamos que sea así. Eso a mí no me importa. ¿Qué importancia tiene?
exclamó Rasumikhine con una especie de afectada indignación . ¿Acaso he
alabado yo este rasgo suyo? Yo sólo digo que es un buen hombre en su
género. Además, si vamos a juzgar a los hombres aplicándoles las reglas
generales, ¿cuántos quedarían verdaderamente puros? Apostaría cualquier
cosa a que si se mostraran tan exigentes conmigo, resultaría que no valgo un
bledo... ni aunque té englobaran a ti con mi persona.
No exageres: yo daría dos bledos por ti.
Pues a mí me parece que tú no vales más de uno... Bueno, continúo. Zamiotof
no es todavía más que un muchacho, y yo le tiro de las orejas. Siempre es
mejor tirar que rechazar. Si rechazas a un hombre, no podrás obligarlo a
enmendarse, y menos si se trata de un muchacho. Debemos ser muy
comprensivos con estos mozalbetes... Pero vosotros, estúpidos progresistas,
vivís en las nubes. Despreciáis a la gente y no veis que así os perjudicáis a
vosotros mismos... Y té voy a decir una cosa: Zamiotof y yo tenemos entre
manos un asunto que nos interesa a los dos por igual.
Me gustaría saber qué asunto es ése.
Se trata del pintor, de ese pintor de brocha gorda. Conseguiremos que lo
pongan en libertad. No será difícil, porque el asunto está clarísimo. Nos bastará
presionar un poco para que quede la cosa resuelta.
No sé a qué pintor té refieres.
¿No? ¿Es posible que no té haya hablado de esto...? Se trata de la muerte de
la vieja usurera. Hay un pintor mezclado en el suceso.
Ya tenía noticias de ese asunto. Me enteré por los periódicos. Por eso sólo me
interesó hasta cierto punto. Bueno, explícame.
También asesinaron a Lisbeth dijo de pronto Nastasia dirigiéndose a
Raskolnikof. (Se había quedado en la habitación, apoyada en la pared,
escuchando el diálogo.)
¿Lisbeth? murmuró Raskolnikof, con voz apenas perceptible.
Sí, Lisbeth, la vendedora de ropas usadas. ¿No la conocías? Venía a esta
casa. Incluso arregló una de tus camisas.
92