otra habitación, donde no puedan encontrarme... Sí, pero ¿y la oficina de
empadronamiento? Me descubrirán. Rasumikhine daría conmigo... Es mejor
irse lejos, fuera del país, a América... Desde allí me reiré de ellos... Cogeré el
pagaré: en América me será útil... ¿Qué más me llevaré...? Creen que estoy
enfermo y que no me puedo marchar... ¡Ja, ja, ja...! He leído en sus ojos que lo
saben todo... Lo que me inquieta es tener que bajar esta escalera... Porque
puede estar vigilada la salida, y entonces me daría de manos a boca con los
agentes... Pero ¿qué hay allí? ¡Caramba, té! ¡Y cerveza, media botella de
cerveza fresca!»
Cogió la botella, que contenía aún un buen vaso de cerveza, y se la bebió de
un trago. Experimentó una sensación deliciosa, pues el pecho le ardía. Pero un
minuto después ya se le había subido la bebida a la cabeza. Un ligero y no
desagradable estremecimiento le recorrió la espalda. Se echó en el diván y se
cubrió con la colcha. Sus pensamientos, ya confusos e incoherentes, se
enmarañaban cada vez más. Pronto se apoderó de él una dulce somnolencia.
Apoyó voluptuosamente la cabeza en la almohada, se envolvió con la colcha
que había sustituido a la vieja y destrozada manta, lanzó un débil suspiro y se
sumió en un profundo y saludable sueño.
Le despertó un ruido de pasos, abrió los ojos y vio a Rasumikhine, que
acababa de abrir la puerta y se había detenido en el umbral, vacilante.
Raskolnikof se levantó inmediatamente y se quedó mirándole con la expresión
del que trata de recordar algo. Rasumikhine exclamó:
¡Ya veo que estás despierto...! Bueno, aquí me tienes...
Y gritó, asomándose a la escalera:
¡Nastasia, sube el paquete!
Luego añadió, dirigiéndose a Raskolnikof:
Te voy a presentar las cuentas.
¿Qué hora es? preguntó el enfermo, paseando a su alrededor una mirada
inquieta.
Has echado un buen sueño, amigo. Deben de ser las seis de la tarde. Has
dormido más de seis horas.
¡Seis horas durmiendo, Señor...!
No hay ningún mal en ello. Por el contrario, el sueño es beneficioso. ¿Acaso
tenías algún negocio urgente? ¿Una cita? Para eso siempre hay tiempo. Hace
ya tres horas que estoy esperando que té despiertes. He pasado dos veces por
aquí y seguías durmiendo. También he ido dos veces a casa de Zosimof. No
estaba... Pero no importa: ya vendrá... Además, he tenido que hacer algunas
cosillas. Hoy me he mudado de domicilio, Ilevándome a mi tío con todo lo
demás..., pues has de saber que tengo a mi tío en casa. Bueno, ya hemos
hablado bastante de cosas inútiles. Vamos a lo que interesa. Trae el paquete,
Nastasia... ¿Y tú cómo estás, amigo mío?
Me siento perfectamente. Ya no estoy enfermo... Oye, Rasumikhine: ¿hace
mucho tiempo que estás aquí?
Ya té he dicho que hace tres horas que estoy esperando que té despiertes.
No, me refiero a antes.
¿Cómo a antes?
¿Desde cuándo vienes aquí?
Ya te lo he dicho. ¿Lo has olvidado?
88