No necesito oídos ni ojos: cuando llega un ruso, percibo por instinto su
presencia..., como dice el cuento. Encantado de verle.
Raskolnikof empezó a temblar. El «teniente Pólvora» estaba ante él. Había
salido de pronto de la tercera habitación.
« Es el destino pensó Raskolnikof . ¿Qué hace este hombre aquí?»
¿Viene usted a vernos? ¿Con qué objeto?
Parecía estar de excelente humor y bastante animado.
Si ha venido usted por algún asunto del despacho continuó , es demasiado
temprano. Yo estoy aquí por casualidad... Dígame: ¿puedo serle útil en algo?
Le aseguro, señor... ¡Caramba no me acuerdo del apellido! Perdóneme...
Raskolnikof.
¡Ah, sí! Raskolnikof. Lo siento, pero se me había ido de la memoria... Le ruego
que me perdone, Rodion Ro... Ro... Rodionovitch, ¿no?
Rodion Romanovitch.
¡Eso es: Rodion Romanovitch! Lo tenía en la punta de la lengua. He procurado
tener noticias de usted con frecuencia. Le aseguro que he lamentado
profundamente nuestro comportamiento con usted hace unos días. Después
supe que era usted escritor, incluso un sabio, en el principio de su carrera. ¿Y
qué escritor joven no ha empezado por...? Tanto mi mujer como yo somos
aficionados a la lectura. Pero mi mujer me aventaja: siente verdadera pasión,
una especie de locura, por las letras y las artes... Excepto la nobleza de
sangre, todo lo demás puede adquirirse por medio del talento, el genio, la
sabiduría, la inteligencia. Fijémonos, por ejemplo, en un sombrero. ¿Qué es un
sombrero? Sencillamente, una cosa que se p