Experimentó de nuevo un sentimiento de odio hacia Sonia. Sí, la odiaba
después de haberla atraído a su infortunio. ¿Por qué habría ido a hacerla
llorar? ¿Qué necesidad tenía de envenenar su vida? ¡Qué cobarde había sido!
Permaneceré solo se dijo de pronto, en tono resuelto , y ella no vendrá a
verme a la cárcel.
Cinco minutos después levantó la cabeza y sonrió extrañamente. Acababa de
pasar por su cerebro una idea verdaderamente singular. «Acaso sea verdad
que estaría mejor en presidio.»
Nunca sabría cuánto duró aquel desfile de ideas vagas.
De pronto se abrió la puerta y apareció Avdotia Romanovna. La joven se
detuvo en el umbral y estuvo un momento observándole, exactamente igual
que había hecho él al llegar a la habitación de Sonia. Después Dunia entró en
el aposento y fue a sentarse en una silla frente a él, en el sitio mismo en que se
había sentado el día anterior. Raskolnikof la miró en silencio, con aire distraído.
No te enfades, Rodia dijo Dunia . Estaré aquí sólo un momento.
La joven estaba pensativa, pero su semblante no era severo. En su clara
mirada había un resplandor de dulzura. Raskolnikof comprendió que era su
amor a él lo que había impulsado a su hermana a hacerle aquella visita.
Oye, Rodia: lo sé todo..., ¡todo! Me lo ha contado Dmitri Prokofitch. Me ha
explicado hasta el más mínimo detalle. Te persiguen y te atormentan con las
más viles y absurdas suposiciones. Dmitri Prokofitch me ha dicho que no corres
peligro alguno y que no deberías preocuparte como te preocupas. En esto no
estoy de acuerdo con él: comprendo tu indignación y no me extrañaría que
dejara en ti huellas imborrables. Esto es lo que me inquieta. No te puedo
reprochar que nos hayas abandonado, y ni siquiera juzgaré tu conducta.
Perdóname si lo hice. Estoy segura de que también yo, si hubiera tenido una
desgracia como la tuya, me habría alejado de todo el mundo. No contaré nada
de todo esto a nuestra madre, pero le hablaré continuamente de ti y le diré que
tú me has prometido ir muy pronto a verla. No te inquietes por ella: yo la
tranquilizaré. Pero tú ten piedad de ella: no olvides que es tu madre. Sólo he
venido a decirte y Dunia se levantó que si me necesitases para algo, aunque
tu necesidad supusiera el sacrificio de mi vida, no dejes de llamarme. Vendría
inmediatamente. Adiós.
Se volvió y se dirigió a la puerta resueltamente.
. ¡Dunia! la llamó su hermano, levantándose también y yendo hacia ella . Ya
habrás visto que Rasumikhine es un hombre excelente.
Un leve tabor apareció en las mejillas de Dunia.
¿Por qué lo dices? preguntó, tras unos momentos de espera.
Es un hombre activo, trabajador, honrado y capaz de sentir un amor
verdadero... Adiós, Dunia.
La joven había enrojecido vivamente. Después su semblante cobró una
expresión de inquietud.
¿Es que nos dejas para siempre, Rodia? Me has hablado como quien hace
testamento.
Adiós, Dunia.
Se apartó de ella y se fue a la ventana. Dunia esperó un momento, lo miró con
un gesto de intranquilidad y se marchó llena de turbación.
Sin embargo, Rodia no sentía la indiferencia que parecía demostrar a su
hermana. Durante un momento, al final de la conversación, incluso había
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