Es un regalo de Marfa Petrovna dijo Dunia.
Un regalo de alto precio añadió Pulqueria Alejandrovna.
Pero es demasiado grande. Parece un reloj de hombre.
Me gusta así.
«No es un regalo de su prometido», pensó Rasumikhine, alborozado.
Yo creía que era un regalo de Lujine dijo Raskolnikof. No, Lujine todavía no le
ha regalado nada.
¡Ah!, ¿no...? ¿Te acuerdas, mamá, de que estuve enamorado y quería
casarme? preguntó de pronto, mirando a su madre, que se quedó asombrada
ante el giro imprevisto que Rodia había dado a la conversación, y también ante
el tono que había empleado.
Sí, me acuerdo perfectamente.
Y cambió una mirada con Dunia y otra con Rasumikhine.
¡Bah! Hablando sinceramente, ya lo he olvidado todo. Era una muchacha
enfermiza añadió, pensativo y bajando la cabeza y, además, muy pobre.
También era muy piadosa: soñaba con la vida conventual. Un día, incluso se
echó a llorar al hablarme de esto... Sí, sí; lo recuerdo, lo recuerdo
perfectamente... Era fea... En realidad, no sé qué atractivo veía en ella... Yo
creo que si hubiese sido jorobada o coja, la habría querido todavía más.
Quedó pensativo, sonriendo, y terminó:
Aquello no tuvo importancia: fue una locura pasajera...
No, no fue simplemente una locura pasajera dijo Dunetchka, convencida.
Raskolnikof miró a su hermana atentamente, como si no hubiese comprendido
sus palabras. Acaso ni siquiera las había o