recordarte que mantengo los términos de mi dilema: Lujine o yo. Yo puedo ser
un infame, pero no quiero que tú lo seas. Con un miserable hay suficiente. De
modo que si te casas con Lujine, dejaré de considerarte hermana mía.
¡Pero Rodia! ¿Otra vez. Las ideas de anoche?
exclamó Pulqueria
Alejandrovna . ¿Por qué lo crees infame? No puedo soportarlo. Lo mismo
dijiste ayer.
Óyeme, Rodia repuso Dunetchka firmemente y en un tono tan seco como el
de su hermano , la discrepancia que nos separa procede de un error tuyo. He
reflexionado sobre ello esta noche y he descubierto ese error. La causa de todo
es que tú supones que yo me sacrifico por alguien. Ésa es tu equivocación. Yo
me caso por mí, porque la vida me parece demasiado difícil. Desde luego, seré
muy feliz si puedo ser útil a los míos, pero no es éste el motivo principal de mi
determinación.
«Miente se dijo Raskolnikof, mordiéndose los labios en un arranque de rabia .
¡La muy orgullosa...! No quiere confesar su propósito de ser mi bienhechora.
¡Qué caracteres tan viles! Su amor se parece al odio. ¡Cómo los detesto a
todos!»
En una palabra continuó Dunia , me caso con Piotr Petrovitch porque de dos
males he escogido el menor. Tengo la intención de cumplir lealmente todo lo
que él espera de mí; por lo tanto, no te engaño. ¿Por qué sonríes?
Dunia enrojeció y un relámpago de cólera brilló en sus ojos.
¿Dices que lo cumplirás todo? preguntó Raskolnikof con aviesa sonrisa.
Hasta cierto punto, Piotr Petrovitch ha pedido mi mano de un modo que me ha
revelado claramente lo que espera de mí. Ciertamente, tiene una alta opinión
de sí mismo, acaso demasiado alta; pero confío en que sabrá apreciarme a mí
igualmente... ¿Por qué vuelves a reírte?
¿Y tú por qué te sonrojas? Tú mientes, Dunia; mientes por obstinación
femenina, para que no pueda parecer que te has dejado convencer por mí... Tú
no puedes estimar a Lujine. Lo he visto, he hablado con él. Por lo tanto, te
casas por interés, te vendes. De cualquier modo que la mires, tu decisión es
una vileza. Me siento feliz de ver que todavía eres capaz de enrojecer.
¡Eso no es verdad! ¡Yo no miento! exclamó Dunetchka, perdiendo por
completo la calma . No me casaría con él si no estuviera convencida de que
me aprecia; no me casaría sin estar segura de que es digno de mi estimación.
Afortunadamente, tengo la oportunidad de comprobarlo muy pronto, hoy
mismo. Este matrimonio no es una vileza como tú dices... Por otra parte, si
tuvieses razón, si yo hubiese decidido cometer una bajeza de esta índole, ¿no
sería una crueldad tu actitud? ¿Cómo puedes exigir de mí un heroísmo del que
tú seguramente no eres capaz? Eso es despotismo, tiranía. Si yo causo la
pérdida de alguien, no será sino de mí misma... Todavía no he matado a
nadie... ¿Por qué me miras de ese modo...? ¡Estás pálido...! ¿Qué te pasa,
Rodia...? ¡Rodia, querido Rodia!
¡Señor! ¡Se ha desmayado! Tú tienes la culpa
exclamó Pulqueria
Alejandrovna.
No, no..., no ha sido nada... Se me ha ido un poco la cabeza, pero no me he
desmayado... No piensas más que en eso... ¿Qué es lo que yo quería decir...?
¡Ah, sí! ¿De modo que esperas convencerte hoy mismo de que él te aprecia y
es digno de tu estimación? ¿Es esto, no? ¿Es esto lo que has dicho...? ¿O
acaso he entendido mal?
Mamá, da a leer a Rodia la carta de Piotr Petrovitch dijo Dunetchka.
160