Ya entiendo: ustedes creen que estoy bebido dijo el joven, adivinando los
pensamientos de las dos mujeres y mientras daba tales zancadas por la acera,
que ellas a duras penas podían seguirle, cosa que él no advertía . Eso es
absurdo... Quiero decir que, aunque esté borracho perdido, esto no importa en
absoluto. Estoy borracho, sí, pero no de bebida. Lo que me ha trastornado ha
sido la llegada de ustedes: me ha producido el mismo efecto que si me dieran
un golpe en la cabeza... Sin embargo, esto no excluye mi responsabilidad... No
me hagan caso, pues soy indigno de ustedes completamente indigno... Y tan
pronto como las haya dejado en casa, me acercaré al canal y me echaré dos
cubos de agua en la cabeza. Entonces se me pasará todo... ¡Si ustedes
supieran cuánto las quiero a las dos! No se enfaden, no se rían... De la última
persona de quien deben ustedes burlarse es de mí. Yo soy amigo de él. Tenía
el presentimiento de que sucedería lo que ha sucedido. El año pasado ya lo
presentí... Pero no, no pude presentirlo el año pasado, porque, al verlas a
ustedes, he tenido la impresión de que me caían del cielo... Yo no dormiré esta
noche... Ese Zosimof temía que Rodia perdiera la razón. Por eso les he dicho
que no deben contrariarle.
Pero ¿qué dice usted? exclamó la madre.
¿De veras ha dicho eso el doctor? preguntó Avdotia Romanovna, aterrada.
Lo ha dicho, pero no es verdad. No, no lo es. Incluso le ha dado unos sellos;
yo lo he visto. Cuando se los daba, ya debían de haber llegado ustedes... Por
cierto que habría sido preferible que llegasen mañana... Hemos hecho bien en
marcharnos... Dentro de una hora, como les he dicho, el mismo Zosimof irá a
darles noticias... Y él no estará bebido, y yo tampoco lo estaré entonces... Pero
¿saben por qué he bebido tanto? Porque esos malditos me han obligado a
discutir... ¡Y eso que me había jurado a mí mismo no tomar parte jamás en
discusiones...! Pero ¡dicen unas cosas tan absurdas...! He estado a punto de
pegarles. He dejado a mi tío en mi lugar para que los atienda... Aunque no lo
crean ustedes, son partidarios de la impersonalidad. No hay que ser jamás uno
mismo. Y a esto lo consideran el colmo del progreso. Si los disparates que
dicen fueran al menos originales... Pero no...
Óigame dijo tímidamente Pulqueria Alejandrovna. Pero con esta interrupción
no consiguió sino enardecer más todavía a Rasumikhine.
No, no son originales prosiguió el joven, levantando más aún la voz . ¿Y qué
creen ustedes: que yo les detesto porque dicen esos absurdos? Pues no: me
gusta que se equivoquen. En esto radica la superioridad del hombre sobre los
demás organismos. Así llega uno a la verdad. Yo soy un hombre, y lo soy
precisamente porque me equivoco. Nadie llega a una verdad sin haberse
equivocado catorce veces, o ciento catorce, y esto es, acaso, un honor para el
género humano. Pero no sabemos ser originales ni siquiera para equivocarnos.
Un error original acaso valga más que una verdad insignificante. La verdad
siempre se encuentra; en cambio, la vida puede enterrarse para siempre.
Tenemos abundantes ejemplos de ello. ¿Qué hacemos nosotros en la
ac