¿Qué sé yo, Dios mío? exclamó la pobre Pulqueria Alejandrovna.
Y Avdotia Romanovna repuso gravemente:
Ha dicho usted muchas verdades, pero yo no estoy de acuerdo con usted en
todos los puntos.
Apenas había terminado de pronunciar estas palabras, lanzó un grito de dolor
provocado por un apretón de manos demasiado enérgico.
Rasumilchine exclamó, en el colmo del entusiasmo:
¡Ha reconocido usted que tengo razón! Después de esto, no puedo menos de
declarar que es usted un manantial de bondad, de buen juicio, de pureza y de
perfección. Déme su mano, ¡démela...! Y usted deme también la suya. Quiero
besarlas. Ahora mismo y de rodillas.
Y se arrodilló en medio de la acera, afortunadamente desierta a aquella hora.
¡Basta, por favor! ¿Qué hace usted?
exclamó, alarmada, Pulqueria
Alejandrovna.
¡Levántese, levántese! dijo Dunia, entre divertida e inquieta.
Por nada del mundo me levantaré si no me dan ustedes la mano... Así. Esto
es suficiente. Ahora ya puedo levantarme. Sigamos nuestro camino... Yo soy
un pobre idiota indigno de ustedes, un miserable borracho. Pero inclinarse ante
ustedes constituye un deber para todo hombre que no sea un bruto rematado.
Por eso me he inclinado yo... Bueno, aquí tienen su casa. Después de ver esto,
uno ha de pensar que Rodion ha hecho bien en poner a Piotr Petrovitch en la
calle. ¿Cómo se habrá atrevido a traerlas a un sitio semejante? ¡Es
bochornoso! Ustedes no saben la gentuza que vive aquí. Sin embargo, usted
es su prometida. ¿Verdad que es su prometida? Pues bien, después de haber
visto esto, yo me atrevo a decirle que su prometido es un granuja.
Escuche, señor Rasumikhine comenzó a decir Pulqueria Alejandrovna . Se
olvida usted...
Sí, sí; tiene usted razón se excusó el estudiante ; me he olvidado de algo que
no debí olvidar, y estoy verdaderamente avergonzado. Pero usted no debe
guardarme rencor porque haya hablado así, pues he sido franco. No crea que
lo he dicho por... No, no; eso sería una vileza... Yo no lo he dicho para... No, no
me atrevo a decirlo... Cuando ese hombre vino a ver a Rodia, comprendimos
muy pronto que no era de los nuestros. Y no porque se había hecho rizar el
pelo en la peluquería, ni porque alardeaba de sus buenas relaciones, sino
porque es mezquino e interesado, porque es falso y avaro como un judío.
¿Creen ustedes que es inteligente? Pues se equivocan: es un necio de pies a
cabeza. ¿Acaso es ése el marido que le conviene...? ¡Dios santo! Óiganme
dijo, deteniéndose de pronto, cuando subían la escalera : en mi casa todos
están borrachos, pero son personas de nobles sentimientos, y, a pesar de los
absurdos que decimos (pues yo los digo también), llegaremos un día a la
verdad, porque vamos por el buen camino. En cambio, Piotr Petrovitch..., en
fin, su camino es diferente. Hace un momento he insultado a mis amigos, pero
los aprecio. Los aprecio a todos, incluso a Zamiotof. No es que sienta por él un
gran cariño, pero sí cierto afecto: es una criatura. Y también aprecio a esa mole
de Zosimof, pues es honrado y conoce su oficio... En fin, basta de esta
cuestión. El caso es que allí todo se dice y todo se perdona. ¿Estoy yo también
perdonado aquí? ¿Sí? Pues adelante... Este pasillo lo conozco yo. He estado
aquí otras veces. Allí, en el número tres, hubo un día un escándalo. ¿Dónde se
alojan ustedes? ¿En el número ocho? Pues cierren bien la puerta y no abran a
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