Raskolnikof volvió a sentir el deseo de tirar de la lengua al secretario de la
comisaría. Una especie de escalofrió le recorría la espalda.
Yo habría procedido de modo distinto manifestó . Le voy a explicar cómo me
habría comportado al cambiar el dinero. Yo habría contado los mil primeros
rublos lo menos cuatro veces, examinando los billetes por todas partes.
Después, el segundo fajo. De éste habría contado la mitad y entonces me
habría detenido. Del montón habría sacado un billete de cincuenta rublos y lo
habría mirado al trasluz, y después, antes de volver a colocarlo en el fajo, lo
habría vuelto a examinar de cerca, como si temiese que fuera falso. Entonces
habría empezado a contar una historia. «Tengo miedo, ¿sabe? Un pariente mío
ha perdido de este modo el otro día veinticinco rublos.» Ya con el tercer millar
en la mano, diría: «Perdone: me parece que no he contado bien el segundo
fajo, que me he equivocado al llegar a la séptima centena.» Después de haber
vuelto a contar el segundo millar, contaría el tercero con la misma calma, y
luego los otros dos. Cuando ya los hubiera contado todos, habría sacado un
billete del segundo millar y otro del quinto, por ejemplo, y habría rogado que me
los cambiasen. Habría fastidiado al empleado de tal modo, que él sólo habría
pensado en librarse de mí. Finalmente, me habría dirigido a la s