La literatura como lenguaje fracturado se fisura en tres características que se relacionan entre sí, sus dos primeras particularidades poseen una relación dicotómica, y en medio de esa relación la literatura nace, esta analogía es presentada por Michel Foucault en la alegoría de la transgresión como hecho total, vista en la profanación por parte de Edipo a Yoscasta y en la metáfora de la muerte de Eurídice para Orfeo. Michel Foucault presenta que la muerte del lenguaje ocurre cuando se escribe o se pronuncia, en ese instante ha fallecido Eurídice para Orfeo, sin embargo Orfeo al penetrar al Hades y al encontrar a Eurídice se percata de la existencia etérea de ella en ese lugar de muerte, de igual manera la literatura pertenece a ese modo de ser, está muerta pero nuestra irrupción en su orbe de estancia (la biblioteca…) nos muestra que ella existe flotando en el modo de “ser” del alma de Eurídice en el inframundo.
La alegoría que corresponde a la profanación de Edipo a Yocasta, Michel Foucault la expresa como la transgresión del lenguaje frente al enunciado cultural impuesto, es entonces el tabú y el castigo en Edipo que marcan también para nosotros los valores a evaluar o transgredir por la literatura, por lo tanto es “la muerte de dios y el vacío ontológico que ésta ha dejado en los límites de nuestro pensamiento” (Foucault, 1996, pág. 128) donde ella cumple su función de reacción frente al momento histórico en que transcurre, esta transgresión es ruptura pero también la reflexión sobre ese rompimiento:
“La ceguera de Edipo pronto podrá adelantarse con los ojos abiertos hacia esta playa hecha desierto donde se alzan para el parricida charlatán, enfrentados pero fraternos, el Lenguaje y la Ley. El Lenguaje en cierto sentido es el lugar de la falta: proclaman¬do a los dioses es como Empédocles los profana, y lanza al corazón de las cosas la flecha de su ausencia” (Foucault, 1996, pág. 108).
La tercera fisura del lenguaje fragmentado es la posibilidad de la literatura para suspender la vida en su propio espacio, a causa de su narración la existencia es atemporal, aquí es donde está fisura se relaciona con las dos fragmentaciones anteriores pues cómo podría la literatura sobrevivir en el inframundo y al mismo tiempo trastornar los esquemas culturales sino es a través de su propia narración, es aquí donde la parábola de Ulises entra en acción para entender como el simulacro temporal de la literatura funciona: “Ulises ha regresado: … oye por boca de otro… su propia historia, es como si oyera su propia muerte:… Ulises debe cantar el canto de su identidad, contar sus desdichas para alejar el destino que un lenguaje anterior al lenguaje le trae” (Foucault, 1996, pág. 131).
Ulises puede conjurar la muerte con el lenguaje sobre ese otro lenguaje que expresaba su muerte, de igual manera Michel Foucault trae a colación “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust, en esta narración la palabra “perdido” delimita toda la acción del tiempo, por lo tanto denota que el tiempo de la vida está lejano e irrecuperable, por tal motivo el tiempo de la obra no existe porque no lo podemos delimitar en el tiempo cronológico en que se hizo la obra, consecuentemente el Quijote no es el Quijote de la representación momentánea en su época, el Quijote es inmóvil en el tiempo simplemente porque “es” y no necesita de una génesis o consumación, porque su perpetuidad se establece en el lenguaje.