CORAZÓN DELATOR Agosto 2017 | Page 13

entenderse y hallarse. La particularidad es que su poesía es más corta, pero más clara. Algo es seguro, manifiesta su extravío y una desconexión fuerte con su yo y con el mundo.

En su libro diario del 2 de junio de 1961, Alejandra escribe: “Hubiera preferido cantar blues en cualquier pequeño sitio lleno de humo en vez de pasarme las noches de mi vida escarbando en el lenguaje como una loca”, (Amaba el blues, era fan de Lotte Leyna y Janis Joplin).

Es por esta época también que comienza a escribir su primera novela, “La condesa sangrienta” publicada, finalmente, en 1971. Así mismo, allí escribe otros poemas que serán reunidos luego para otros poemarios.

Regresar a la raíz del dolor

En 1964 regresó a Buenos Aires debido a que su padre se encuentra muy enfermo. Entonces pule y publica “Los trabajos y las noches” en 1965, libro que le da reconocimiento en el país, un año después recibe un premio municipal de poesía por lo que sería su siguiente libro “Extracción de la piedra de la locura” (1968).

En enero de 1967 fallece su padre, Alejandra sufre la muerte en carne propia. En su diario, el 15 de abril de 1967 escribe: “Esperanza y terror. Terror de estar bien y de que se me castigue por cada momento que no estoy en duelo. Apenas me siento mejor, espero el castigo. Es necesario llegar hasta el fondo. A pesar de los terrores -los más grandes que he sentido hasta ahora-, a pesar de ellos tengo que llegar hasta el fondo.”

Todo ese dolor pasó a su literatura. Y la muerte no se lee como un deseo, sino que por primera vez advierte el temor que provoca, la calma anuncia la tormenta. “Me quieren anochecer, me van a morir. Ayúdame a no pedir ayuda”, de Figuras y silencios.

En la jaula del tiempo

la dormida mira sus ojos solos

el viento le trae la tenue respuesta de las hojas".

Poema 36, Árbol de Diana.

llegar hasta el fondo. A pesar de los terrores -los más grandes que he sentido hasta ahora-, a pesar de ellos tengo que llegar hasta el fondo.”

Todo ese dolor pasó a su literatura. Y la muerte no se lee como un deseo, sino que por primera vez advierte el temor que provoca, la calma anuncia la tormenta.

La salva de aquel delirio su vida social, iba a reuniones al restaurante “Edelweiss”, paseaba por la calle Florida, la galería Bonino. Además había entablado amistad con otros escritores como Silvina Ocampo, Enrique Pezzoni, Manuel Mujica Lainez. También llegaban jóvenes esperanzados con la idea de escribir, a los que ella leía atenta y emitía sus opiniones que no siempre eran favorables. Hay una anécdota que recuerda que luego de revisar unos poemas de un chico le respondió: “Lo felicito. Supongo que debe tener usted una máquina muy bonita porque tipea muy bien”.

Algo que la rescató de tanta muerte, fue su romance con Marta Moia, una fotógrafa y traductora, su relación más larga. No obstante, la vida personal de Alejandra sigue siendo un punto de discusión. A muchos amigos íntimos les ocultaba sus romances, sobre todo los que fueran con mujeres, otros que lo sabían sencillamente no lo hacían publico por miedo a opacar su talento poético. Un pensamiento propio de la época que se vivía.

En 1969 recibe la beca Guggenheim y Alejandra, con la que gana tanto dinero que le permite viajar a Nueva York

Me quieren anochecer, me van a morir. Ayúdame a no pedir ayuda”, de Figuras y silencios.

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