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JOGOS OLÍMPICOS
Un uruguayo de exhibición olímpica
Macarena Elzaurdia Diaz
Los deportes de exhibición acompañaron casi todas las instancias olímpicas durante el siglo XX, interrumpiéndose y retomándose esta posible modalidad en el marco de la organización de Tokio-2020.
La posible ampliación del acervo de deportes olímpicos convoca a deportes que aún no alcanzaron ese estatuto a organizarse en función del calendario olímpico para poder llegar a serlo. Esta fantasía olímpica (Ortega, 2011)[1] no sólo ordena la gestión que las federaciones internacionales de los diferentes deportes hacen sobre su calendario de competencias, sino que también ordena las formas de gestionar los cuerpos de deportistas para que estos sean funcionales a las formas olímpicas contemporáneas.
Los y las deportistas devienen en sujetos de espectáculo (Bourdieu, 1997), empresarios y empresarias de sí mismos (Seré y Elzaurdia, 2020) en el marco de un reemplazo del amateurismo olímpico por el de una organización de servicios que se introducen con claridad según Ortega (2011) a partir de la década del 70’.
En la modalidad de deportes de exhibición cada nación anfitriona tiene la oportunidad de mostrar a sus invitados algún deporte en el que su país se destaque y el cual aún no haya conseguido entrar en la grilla olímpica. Este es el caso del beach handball en París 2024.
Francia, en su recorrido exitoso en el handball, será la sede para que el beach handball ponga a prueba su olimpismo[2]. Esto nos permite preguntar, ¿Qué es lo que exhiben? ¿Quienes están exhibiendo? ¿Qué se pone a prueba en los deportes de exhibición?
Lo que las federaciones del deporte a ser exhibido, lo que los países relacionados al deporte que se exhibe y lo que los y las deportistas exhiben son en última instancia, sus cuerpos alcanzando las exigencias del deporte de alto rendimiento, y en este caso el olimpismo. En en el escenario contemporáneo caracterizado por el avance de la racionalidad neoliberal (Laval y Dardot, 2010) lo que se exhibe son imágenes en las que el esfuerzo y una estética profesional y profesionalizante adquieren centralidad, no solo para los espectadores (quienes se constituyen como tal en tanto esperar de las imágenes), sino también de los actores del deporte que configuran el lugar para que este sea practicado.
Me refiero a la estética profesionalizante porque el deporte de alto rendimiento, para nuestro caso el beach handball uruguayo, exige “verse” profesional para serlo[3].
La lógica de exhibición en la que se desenvolverá un jugador uruguayo en París no es ajena a la propia búsqueda espectacular que constituye el beach handball incluso en su reglamento. La espectacularización del gesto técnico es premiada en este deporte así como la exhibición en París es premiada con la posible inscripción en la grilla olímpica en futuros juegos. Que esto suceda o no refuerza el carácter fantasioso del olimpismo que orienta a deportistas a sostener las exigencias del alto rendimiento deportivo (Elzaurdia, 2022). Si hay algo que ha caracterizado al neoliberalismo es la proliferación de imágenes que
reflejan un imposible a ser alcanzado, perpetuando una constante sensación de malestar, de insatisfacción,
incluso de deuda, necesaria para el sostenimiento de las exigencias del olimpismo.
Los deportes de playa emergen en un contexto en el que la predominancia de las imágenes reducen la
posibilidad de experiencias deportivas. La playa como lugar inventado (Corbin, 1989), se presenta como
un escenario propicio para la espectacularidad y dinamismo que el deporte contemporáneo debe ofrecer.
Lo paradójico es que para la exhibición del beach handball se elige las afueras de la ciudad de París.