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La relación hombre-naturaleza de los
pueblos indígenas se manifiesta en sus
costumbres y tradiciones. En las pinturas
rupestres, los teotihuacanos plasman al
hombre como parte de un ecosistema en
donde la población humana, así como la
flora y la fauna, cohabitan en un ambiente
biológico y fortalecedor (Odile y Singer,
1991:20). Esta idea es producto de
creencias religiosas que establecen que la
relación hombre-naturaleza existe gracias
a entidades espirituales que los unen
(Morales, s.f.: 22). En la actualidad, los
nahuas realizan ritos en diferentes etapas
del ciclo agrícola, pues piensan que así
favorecen a la fertilidad de la tierra.
Estas ceremonias dedicadas al mundo
natural permiten la continuidad de las
actividades agrícolas, pues se establece
una estrecha conexión entre la comunidad
y el terreno considerado sitio sagrado.
Naturalmente, en la tierra o tlalli, como
ellos la llaman, realizan el trabajo agrario;
no obstante, estas labores generan
desechos y modifican el suelo. Por este
motivo, los nahuas se ven obligados a
reintegrar el suelo por medio de ofrendas
o recompensas, por lo que dejan reposar
la tierra por los daños ocasionados. El
agua para ellos, también es de vital
importancia para los cultivos (Mar-
Olivares, 2015). Los nahuas llaman al
agua superficial -ríos, lagos, arroyos,
lluvias, entre otros.- como atl. Por otra
parte, el Apan son todos los lugares
acuáticos habitados por una abundante
flora y fauna. Estos lugares son cuidados
por la Apanchaneh, o dueña del agua,
junto con difuntos que tuvieron una
muerte violenta. Para los nahuas, el no
restaurar el agua era motivo para un
castigo propiciado por la dueña del agua y
sus difuntos.
Por otra parte, la manera en que las
comunidades manejan los recursos
naturales no solo aportan beneficios a su
sociedad, también benefician a la
economía del país. De acuerdo con la
Conafor, más del 41 % de los grupos
étnicos dependen de los bosques para su
satisfacción y generación de ingresos. A
pesar de que la reforma agraria no
produjo el bienestar esperado, junto con
otras leyes, permitió el manejo forestal
comunitario (Ibarra, 2015); los ejidos
indígenas en el caribe mexicano
maniobran distintas especies forestales
como la caoba (swietenia macrophylla
King). El Consejo de Administración
Forestal (FSC) ha certificado algunas de
estas propiedades y se estima que el
manejo de la madera, entre otros
recursos, genera un aproximado de 11,7
millones de dólares estadounidenses al
año en la economía local de Quintana Roo.
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