nar: se trata de una codificación puesta al servicio de sus miembros y poco al de quienes pretenden acercarse a la comunidad o a sus aciertos. Para los‘ avenidos’, la metáfora pierde su capacidad informativa, tanto a nivel semántico, como pragmático. Como sabemos, además, no hay diccionarios que contribuyan a destrabar este vacío de información para los y las estudiantes – con la excepción, claro está, de sus docentes. Así, la metáfora como juego que habilita una interacción en la comunidad científica particular debe pensarse como una estrategia excluyente, más que un recurso explicativo, contra las justificaciones que las tradiciones hermenéuticas han acuñado.
Para los / as docentes, entonces, se ha de volver un imperativo reponer lingüísticamente los conceptos y las proposiciones justificadoras de las metaforizaciones de las disciplinas. En el momento del inicio de una formación disciplinar amplia orientada, debería proliferar los discursos que traspusieran ese potencial explicativo, evitando el borramiento que justificara el proceso de estigmatización de tales metáforas. Es cierto que, como sugiriera Bajtin( 1998), el discurso científico se caracteriza en particular por la distancia que pone entre la situación de enunciación y el mundo que refiere. Pero también lo es, como sigue el autor, que
las reglas de construcción del mundo y las reglas de organización del discurso tienden a confundirse, en tanto que ambas son producto de un mismo( trabajo) por lograr una autonomía respecto al contexto fisico y social de la actividad( 1998).
El autor también se detiene en una reflexión sobre los procedimientos, que remiten a los modelos de interacción y al significado que los y las hablantes atribuyen a la tarea, resultado de los aprendizajes sociales-a los que los y las jóvenes accederían a través de su biografía escolar- a la vez que a la estructura misma de la tarea que así lo demandan. Vuelve, con esta afirmación, la duda respecto de la transparencia del vínculo entre la actividad y las formas que los territorios académicos han cristalizado-la monografía, el paper, las tesis, los ensayos-últimamente, tal vez para justificar la inestabilidad de la relación de escritores y prácticas, entre otros.
Para ir finalizando estas reflexiones, los planes textuales que presuponen la repetición de otros modélicos no siempre revelan la trayectoria del que resuelve la escritura, fijan ciertas marcas conectivas, invitan a imitar rituales que no siempre se vinculan con los propios objetivos. Monografías, ensayos, reseñas, papers, debates, entre otras formas, van incorporándose a la experiencia de escritores y escritoras jóvenes
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