Congresos y Jornadas Didáctica de las lenguas y las literaturas. | Page 144
Doblemente criticado por la tradición positivista y la del Gelehrte alemán,
el género ensayístico quiso ser confinado a la periferia de los saberes serios, ha-
bitante apenas de un margen compartido por poetas y narradores o, en el mejor
de los casos, constructor de un intervencionismo cultural digno de convertirse en
objeto de estudio de aquellos que lo abordan, sabiendo destacar las diferencias
entre dos mundos opuestos, que hacen del ensayo materia prima de escrituras in-
vestigativas que lo traicionan de lado a lado. (Forster, 2011, p.14)
Tales fundamentos avalarían la calificación negativa que pesa sobre el ensayo en
el ámbito universitario, tanto por su matiz provisorio como por ser –si se nos permite el
neologismo– “oxímorónico” a causa de su “método” antimetódico y su “unidad” me-
diante rupturas. Entonces, el ensayo en general no ha sido legitimado en el ámbito uni-
versitario con el argumento de que no aporta saberes “serios” y objetivos al mundo de
la academia. A partir del reconocimiento del carácter moderno y singular del ensayo,
trazado en los escritos de Michel de Montaigne y poco después Francis Bacon durante
la segunda mitad del siglo XVI, y, más tarde, en los rastreos epistemológicos del género
en las voces de Theodor Adorno (1962), Jaime Rest (1982) y Jorge Larrosa (2003), en-
tre otros, podemos esbozar algunas de sus características. En primer lugar, de acuerdo
con el clásico trabajo de Adorno (1962, p.228), su importancia como forma que textuali-
za ideas personales y provisorias, es decir, no concluyentes ni irreversibles. También se
opone a ser encorsetado en una definición unívoca porque es huidizo, discontinuo e in-
formal; rasgos que se ponen de relieve en las denominaciones metafóricas acuñadas por
quienes lo frecuentaron: el “centauro de los géneros”, como lo llamó Alfonso Reyes
(1959) 249 , ocupa el “cuarto en el recoveco” de la mansión literaria en la perspectiva de
Jaime Rest (1982) 250 y su escritura se teje como una “artesanía de la sospecha” frente a
los saberes legitimados de acuerdo con Ricardo Forster (2004, 2011). Así, el ensayo
suele empezar in media res y su prosa es resultado de una intuición personal, una escri-
Para Alfonso Reyes, en el ensayo “hay de todo y cabe todo, propio hijo caprichoso de una
cultura que no puede ya responder al orbe circular y cerrado de los antiguos, sino a la curva
abierta, al proceso en marcha, al "Etcétera" cantado ya por un poeta contemporáneo preocupado
de filosofía” (1959, p. 403).
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Respecto del lugar figurado que ocupa el ensayo en el orbe literario, sostiene Jaime Rest:
Pero en algún recoveco hay un cuarto muy activo en el que sin cesar se amontonan en
completo desorden nuevos materiales de la especie más dispar, habitualmente marginados y
descuidados por los críticos o estudiosos cuya tarea consiste en mantener la pulcritud y orga-
nización de todo el edificio. Este el sitio que se le reserva al ensayo, cuya naturaleza, varie -
dades y dimensiones parecen imposibles de ser determinadas a causa de la abundancia y
anarquía con que tales obras se han ido acumulando. (1982, p.13)
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