Congresos y Jornadas Didáctica de las lenguas y las literaturas. | Page 195
mos en medio en la relación con nuestros alumnos”. Y lo que ponemos en medio incluye tanto un
modo de relación, como una conversación, una propuesta de actividad, una pregunta, un saber,
etc.”
O un libro y una voz. Un encuentro con abuelos/as que leen para otros/as. Creemos
que estas experiencias no solo son compatibles con la formación docentes, sino inherente a
ella. Pues, “al enseñar, uno se expone, se enseña; no sólo enseña un saber, sino la propia
relación con el saber; no sólo está allí, entre estudiantes, sino que es ante todo presencia.”
Y, como sostiene Contreras, “hacerse docente tiene por tanto mucho que ver con elaborar
esa pre sencia: pensar los modos en que establecemos las relaciones; indagar en lo que te-
nemos como propio y cómo eso es lo que está vivo y activo, no ya como un recurso acuña-
do, sino como un modo propio de vivir las situaciones educativas, aquellas que nos permi-
ten estar de verdad.”
La voz de Andruetto (2015) vuelve a guiar estas reflexiones finales:
“La construcción de lectores requiere de un esfuerzo persistente, de años, de parte de ma -
estros, bibliotecarios, funcionarios, directores, instituciones y técnicos (…) Y exige que nos cons -
truyamos nosotros mismos como lectores críticos para poder abrir un camino hacia otros. Ese ca-
mino pasa indefectiblemente por el crecimiento de los docentes como lectores y como formadores
de lectura, para llevar adelante una tarea central de la escuela como es la inclusión de los ciudada-
nos en las prácticas de lectura y de escritura.”
Por supuesto que no vamos a ser tan inocentes como para creer que a partir de esta
experiencia, quienes no habían tenido la posibilidad de gozar, disfrutar y compartir la lite-
ratura, se van a convertir en ávidas lectoras. Pero sí creemos, aun riesgo de parecer inge-
nuos, que como afirma Petit (2015) “No necesariamente se convertirán en grandes lecto-
res, pero los libros ya no les repelen, ya no les asustan”. Y si logramos hacer de la escuela
un lugar en donde no habite el susto, el miedo; es probable que algún día pueda habitar allí
el deseo. Para eso es necesario asumir el rol del mediador, del lector apasionado, pues
como afirma Solé (2009): “La accesibilidad a los libros no sirve de mucho si el docente
no muestra su interés en leer mediante lo que dice y lo que hace. La implicación profesio-
nal y afectiva del profesor incide en el compromiso de sus alumnos y ambos en su éxito
académico.”
Se trata una forma de asumir el compromiso, de hacer el intento por abrir ese ca-
mino para el crecimiento de los (futuros) docentes como lectores y mediadores. Y, cuando
se construye una presencia y se siembra una voz, la magia de la literatura, ocurre.
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