Congresos y Jornadas Didáctica de las Lenguas y las Literaturas - 2 | Page 20
hasta el momento habían estado relegados o excluidos (hijos de la
clase trabajadora). En la década del setenta, y durante la última dictadura militar, se produjo un vaciamiento de contenidos, censura y
deterioro del saber académico, por eso era necesario pensar otra
propuesta curricular, dar un giro en educación. Observando manuales tales como el de Loprete o Lengua Castellana de Estrada,
aquellos que circularon en las clases de Lengua y Literatura por
aquellos años, veremos que los contenidos del área estaban atravesados claramente por el estructuralismo lingüístico, tan de moda en
aquella época. Ante propuestas de lectura, no había lugar a la interpretación: cada texto literario (organizados rigurosamente por un
criterio genérico) era acompañado por una propuesta de análisis,
ya resuelta (en la que se incluyen categorías tales como tema, personajes, argumento, etc.) y las consignas de escritura se reducen a
una imitación o simplemente a la reformulación de finales. Hay,
además, enorme cantidad de contenidos gramaticales (clasificación
de palabras, análisis sintáctico de oraciones, etc.) con un fin prescriptivo- normativo, de manera que los estudiantes sólo debían imitar, deglutir y vomitar aquello que estaba en el libro, sin salirse de
los límites que esta propuesta didáctico- pedagógica marcaba.
Volviendo a la década del noventa, sabemos que los cambios se
impusieron, según explica Sandra Ziegler, siguiendo un orden (nación-provincias, escuelas) ya que la propuesta debía recontextualizarse: “el papel de los especialistas a cargo de la elaboración de los diseños
curriculares en las provincias fue ‘traducir’ la propuesta nacional e incorporar especificaciones locales en la definición de los diseños curriculares. Asimismo, las instituciones y los docentes recibieron los documentos elaborados tanto en el ámbito nacional y en sus respectivas provincias, por parte de
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Investigación y Práctica en Didáctica de las Lenguas