Congresos y Jornadas Didáctica de las Lenguas y las Literaturas - 2 | Page 1108
dad todo cambia de aspecto: el hombre de campo lleva otro traje,
que llamaré americano por ser común a todos los pueblos; sus hábitos de vida son diversos, sus necesidades peculiares y limitadas: parecen dos sociedades distintas, dos pueblos extraños uno de otro.
Aún hay más: el hombre de la campaña, lejos de aspirar a semejarse
al de la ciudad, rechaza con desdén su lujo y sus modales corteses, y
el vestido del ciudadano, el frac, la silla, la capa, ningún signo europeo puede presentarse impunemente en la campaña. Todo lo que
hay de civilizado en la ciudad está bloqueado allí, proscripto afuera,
y el que osara mostrarse con levita, por ejemplo, y montado en silla
inglesa, atraería sobre sí las burlas y las agresiones brutales de los
campesinos. Estudiemos ahora la fisonomía exterior de las extensas campañas que rodean las ciudades, y penetremos en la vida interior de sus habitantes. Ya he dicho que en muchas provincias el límite forzoso es un desierto intermedio y sin agua. No sucede así
por lo general con la campaña de una provincia, en la que reside la
mayor parte de su población. La de Córdoba, por ejemplo, que cuenta ciento sesenta mil almas, apenas veinte de éstas están dentro del
recinto de la aislada ciudad; todo el grueso de la población está en
los campos que, así como por lo común son llanos, casi por todas
partes son pastosos, ya estén cubiertos de bosques, ya desnudos de
vegetación mayor, y en algunas con tanta abundancia y de tan exquisita calidad, que el prado artificial no llegaría a aventajarles.
Mendoza, y San Juan sobre todo, se exceptúan de esta peculiaridad
de la superficie inculta, por lo que sus habitantes viven principalmente de los productos de la agricultura. En todo lo demás, abundando los pastos, la cría de ganados es, no la ocupación de los habi-
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Investigación y Práctica en Didáctica de las Lenguas