Comunion Revista Comunion nº 26 - 2012 | Page 9

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El otro elemento conductor del carisma fundador son los pobres y enfermos. “Curar pobres y sanar enfermos es un mandato de la regla. Él, mirando su alrededor y siguiendo a la regla y a la tradición de la orden, nos señala como destinatarios del trabajo apostólico a “los enfermos que no tienen dueño, porque todos los dejan desamparados”, los que carecen “de bienes materiales” y el que está “como un leño caído en el suelo”, las personas que “el mundo tiene desechadas”, los pobres “desamparados y menesterosos” y los que “andan abatidos por el suelo” (Citas textuales). Una larga lista y que pocas diferencias tiene con las carencias de las personas de nuestro tiempo.

¿Qué solución propone? Pues no podía ser otra: compartir, “dice nuestra regla que partamos lo que nos dieren con los pobres y cautivos”, de suerte que demos, “mis hermanos, no solo las sobras, sino de lo necesario, partiendo con los pobres nuestro pan y nuestra comida”. La regla “no sólo quiere que demos de las sobras, sino de lo necesario quiere que quitemos a nuestros cuerpos y nos pasemos con menos, a trueco de que los prójimos extraños tengan algo para su remedio” (III, 60).

Verdaderamente el espíritu de Juan Bautista era volver a los orígenes, según el carisma del fundador. Con cuanta gracia nos narra, para resaltar la caridad que se manifiesta en la regla, que hasta el religioso debe caminar en sus desplazamientos, aunque tenga que sufrir alguna incomodidad; o alquilar un burro para ahorrarse un real que poder utilizar para los pobres y cautivos, para evitarles a ellos alguna incomodidad.

Utiliza unas imágenes preciosas para expresar esta realidad del carisma trinitario. Dios que se hace cemento, el dice argamasa, con el pobre. “Oh que mezcla, mis hermanos y hermanas, Dios y el

pobre; contemplar a Dios en el pobre y en el pobre a Dios”. Y así será Religión, Orden religiosa, llena y honrada y favorecida, porque tiene a Dios por su esposo y marido y tiene a los pobres por hermanos”.

Utiliza unas imágenes preciosas para expresar esta realidad del carisma trinitario. Dios que se hace cemento, el dice argamasa, con el pobre. “Oh que mezcla, mis hermanos y hermanas, Dios y el pobre; contemplar a Dios en el pobre y en el pobre a Dios”. Y así será Religión, Orden religiosa, llena y honrada y favorecida, porque tiene a Dios por su esposo y marido y tiene a los pobres por hermanos”.

Siendo la Orden de la Santísima Trinidad, la mayor gloria del trinitario es constituir trinidad, hacerse trinidad, y lo consigue con Dios y el pobre. “Oh santo Dios mio! Ámete yo mucho y quiera mucho a los pobres. Que aunque yo no merezco entrar en tal compañía, tú que eres misericordioso y gustas que tus obras sean perfectas y acabadas, gustarás de que entre porque sea Trinidad: Dios, el pobre de bienes temporales y yo, pobre de bienes espirituales” (III, 101).

Es la concretización del carisma de Juan de Mata para el tiempo del reformador. Es la conclusión a la que él llega, para él y para la orden. Los pobres y los cautivos son el bastón para el trinitario, dice san Juan Bautista: “en él te arrimas y con él en caridad te levantas”. La caridad es el fundamento liberador de la Orden, es evangelio, vivido, lo que nos pide Jesús. Y terminamos con una frase que nos tiene que hacer pensar a los miembros de la familia trinitaria, “La caridad con los pobres nos protege de la asfisia de las riquezas, por lo que “ningún camino hay tan cierto para que esta religión crezca y multiplique como ese, el servicio a los pobres y cautivos” (II, 1118).

Podíamos seguir hablando de nuestro carisma hasta…, Tanto Juan de Mata como Juan Bautista tenían claro qué era a lo que el Dios Trinitario les estaba invitando. Las dificultades y contrariedades estaban para superarlas.

Juan Pablo II, en su carta al P. General de la Orden, con motivo de octavo centenario, nos clarifica cual es el carisma trinitario y su fundamento: “La Santísima Trinidad fuente, modelo y fin de toda existencia, es el corazón de la espiritualidad trinitaria. De ella brota la misión a favor de los esclavos y de los pobres como prolongación de la acción redentora de Cristo”.

En definitiva, las características del trinitario, hoy, serían: “Defensores de la dignidad de todo ser humano; Ser epifanía de Cristo Redentor; Servicio de misericordia y redención a los excluidos y oprimidos; Y de manera especial a los perseguidos o discriminados por causa de su fe religiosa, de la fidelidad a su conciencia o a los valores del Evangelio”.