Comunion Revista Comunion nº 25 - 2012 | Page 11

11

condujo a los trinitarios a asumir nuevas tareas auténticamente liberadoras sobre todo en América Latina y Madagascar, en particular a favor de los encarcelados.

Otro capítulo muy destacable de sus desvelos, siempre en consonancia con los impulsos renovadores del concilio, es el relativo a la promoción de un laicado adulto y comprometido. Fue en todo momento una de sus inquietudes principales. Ya hemos aludido a alguna de sus muchas iniciativas al respecto. En Algorta, Madrid y Salamanca creó en los años setenta el movimiento O.A.N. (Obra de ayuda al necesitado). El núcleo de su ideario: vivir en la calle y en los hogares el binomio Trinidad y liberación, es decir, servicio a las personas necesitadas del entorno con la fuerza del amor trinitario y también respaldar desde España las obras sociales asumidas por la Orden Trinitaria en Madagascar y América Latina. Por ejemplo, en Salamanca comenzó dicho movimiento apenas cesó en su cargo de superior provincial (1976). Llegó a formar cuatro grupos de O.A.N. donde había matrimonios, señoras y señoritas, jóvenes (algunos universitarios)… La dirección (hasta el año 1983, en que se trasladó a Roma) corrió obviamente a su cargo: reuniones semanales, retiros, ejercicios espirituales, excursión anual… Durante algún tiempo, las ideas y proyectos del grupo tuvieron como cauce informativo un humilde boletín, a máquina y fotocopiado, llamado “Nuestras cosas”. La pregunta recurrente en las reuniones era: ¿qué necesidades concretas de nuestro barrio podemos aliviar? De esa preocupación nació cierto día la creación de un

espacio parroquial reservado a las personas jubiladas, al que llamaron bonitamente Hogar de la Amistad.

Al servicio de las religiosas contemplativas

Al P. José Gamarra deben mucho las religiosas contemplativas españolas en general y las monjas trinitarias en particular. Demos primero alguna noticia acerca de su ayuda a estas últimas. Prácticamente, desde los inicios de su ministerio sacerdotal predicó retiros y ejercicios espirituales a varias de las comunidades. Luego, a raíz del concilio Vaticano II, fue el encargado de encauzar el proceso de unificación de las tres ramas existentes (Monjas Trinitarias Calzadas, Monjas Trinitarias Descalzas y Monjas Trinitarias Recoletas), proceso concluido felizmente con la unión jurídica de las tres ramas (1966), la vestición de un idéntico hábito religioso (1967) y la aprobación de las constituciones comunes ad experimentum (1972).

Más tarde, delegado ad hoc por la Congregación para los Religiosos y los Institutos Seculares (decreto del 22-III-1980), promovió y coordinó la libre federación de los monasterios trinitarios de España. Para ello, recorrió los 16 monasterios existentes en territorio español exponiendo a las monjas los beneficios de la federación y participó en varias asambleas –entre ellas, la I Semana de Espiritualidad Trinitaria, en el monasterio de El Toboso– en orden a crear el necesario “espíritu de Federación”. Atento a eludir la

precipitación y todo atisbo de presión externa, y consciente de que era «necesario un tiempo previo de reflexión y preparación», creó un boletín interno denominado La federación, que sirviera «como instrumento de información y comunicación». Salieron cuatro números en total, todos redactados por él: el primero en julio de 1980 y el último dos años más tarde. Recordaba en el número inicial que decir espíritu de la Federación «es lo mismo que decir espíritu evangélico de solidaridad y comunión» y que «este espíritu pide como precio una verdadera y nueva conversión y tiene que ser objeto también de una humilde y ferviente oración».

El borrador de los estatutos, redactados bajo su supervisión, estaba listo a mediados de 1981. El 14 de junio de ese año, fiesta de la Santísima Trinidad, culminó el período de reflexión y discernimiento. Optaron por la federación trece monasterios.

El dicasterio romano para los religiosos, con el decreto aprobatorio de los estatutos (1-X-1981), dio por constituida la Federación de las Monjas de la Orden de la Santísima Trinidad. El ministro general de la Orden, P. Ignacio Vizcargüénaga, en la carta que con tal motivo dirigió a las monjas federadas, tuvo a bien dedicar estas palabras al P. José: «Mi gratitud, y de manera muy particular, al P. José Gamarra, alma, guía y motor del proyecto “federación”. Su paciencia, su prudencia y su amor a la vida contemplativa han jugado una buena baza en los planes de la Trinidad».

Naturalmente, el P. Gamarra siguió asesorando a las monjas hasta la celebración de la primera asamblea federal electiva (Salamanca, junio de 1982). En esa ocasión manifestó a las monjas su satisfacción con estas palabras: «Me doy por satisfecho si con esta labor llevada a cabo durante este tiempo he contribuido siquiera modestamente a que os sintáis con una conciencia más viva, con un mayor deseo y con un compromiso más fuerte de ser cada vez más todas una».

En cuanto a las religiosas contemplativas de las diversas órdenes, hay que decir que han sido objeto de su amoroso y constante desvelo sacerdotal. En este sentido, en el arco de más de tres décadas, fue colaborador fijo del instituto pontificio CLAUNE (Claustros necesitados), dedicado a auxiliar material y espiritualmente a las comunidades contemplativas femeninas. Durante varios años colaboró estrechamente con el P. Gerardo Escudero, cmf, primer director general del instituto hasta el año 1981 y, a continuación, lo hizo con el nuevo director general, el P. José María Mesa, cmf. Todos los monasterios de España y muchos de Latinoamérica se han beneficiado de los desinteresados servicios del P. José dispensados mediante la dirección de ejercicios espirituales y de retiros, folletos, charlas dactiloescritas o grabadas en cintas, artículos en la revista Claune, etc. Mencionemos tres de sus “cuadernos Claune de espiritualidad”, saboreados en todos los monasterios: Aprender a orar en la Escuela de San Simón de Rojas (1988); Vida espiritual, vida trinitaria (1999); Dios Trinidad en tu vida (2002).

Ministro General

El capítulo general de 1983, desarrollado a lo largo de un mes (22 de mayo al 22 de junio) en Rocca di Papa (Roma) y en el que el P. José Gamarra participaba como delegado de su provincia, tuvo a bien elegirlo, el día 25 de mayo, Ministro General –82º sucesor de San Juan de Mata–, cargo que desempeñará durante dos mandatos seguidos (1983–1995). Entre otras decisiones, dicha asamblea capitular examinó y aprobó de forma definitiva las nuevas constituciones de la Orden, acordes con las pautas conciliares y que desde 1971 habían funcionado ad experimentum. Con el decreto aprobatorio de la Santa Sede (17-XII-1984), entraron en vigor el 2 de junio de 1985, fiesta de la Trinidad. El P. José fue uno de los artífices directos de la reforma legislativa de la Orden.

Al promulgar las elecciones y los acuerdos del capítulo general, se encomendó a las oraciones de sus hermanos de hábito y les confió: «Nada me podía hacer pensar en mi elección como primer responsable de la Orden. En verdad, tengo que confesar que me ha costado asumir esta responsabilidad y, consciente de mis límites, sigue costándome. Sin embargo, he creído que debo aceptarla viendo en ello la voluntad de la Trinidad Santísima expresada a través de los capitulares. Por eso la he aceptado –y la acepto– plenamente, con espíritu de abandono filial en Dios, de servicio a todos vosotros y, al mismo tiempo, con sentimientos de esperanza y de paz». A continuación expresaba estos sentimientos emergentes en su ánimo: «de agradecimiento a la Santísima Trinidad por sus grandes ayudas y bendiciones»; «de adhesión y plena obediencia a las líneas programáticas capitulares»; «de disponibilidad y servicio», con el compromiso de «mantenerme siempre en una actitud sincera de escucha, comprensión y diálogo» hacia todos los hermanos. Y concluía con la consigna común, resumida en tres términos: fidelidad, unidad, creatividad. Poco después, al inicio de 1984, entre las propias «líneas de actuación» para el sexenio, se propuso, además de atenerse, naturalmente, a las normas de la Iglesia y de la Orden, «estar atento a los nuevos tiempos y situaciones, a la escucha de todos los hermanos, en la docilidad al Espíritu y en comunión con el Magisterio de la Iglesia»; y, entre sus objetivos como animador, se prefijó «tener siempre y en todo presente nuestra identidad en el ser y en el actuar…, el cometido más apasionante y urgente», y «estimular y promover la solidaridad y la colaboración en toda la Familia Trinitaria».

Al mismo tiempo, en su calidad de presidente del secretariado trinitario general y como anunció entre sus propósitos, puso un empeño singular en: «ayudar a avivar la conciencia de la dimensión trinitaria de nuestra vocación», haciendo que esa dimensión, «sobre todo en su aspecto existencial en relación con el misterio de la Trinidad, tenga mayor influjo en nuestra vida individual y comunitaria, en nuestra pastoral y en nuestras obras de liberación»; en promover el laicado trinitario, «intentando renovar y actualizar las asociaciones trinitarias tradicionales»; procurar «la renovación de la adoración perpetúa a la Santísima Trinidad y la práctica del santo trisagio»; cultivar «una buena relación de colaboración con los institutos de la Familia Trinitaria»; trabajar para que nuestras comunidades «sean verdaderos centros de irradiación trinitaria, comenzando por una formación y un modo de vivir profundamente trinitarios».

Pues bien, de hecho fueron ésas las tareas que, fundamentalmente, polarizaron sus desvelos al frente de la Orden. Fueron doce años (1983-1995) –habiendo sido reelegido como ministro general en 1989– intensísimos: varias visitas pastorales anuales a las distintas jurisdicciones, encuentros y asambleas (de la Orden y de la Familia Trinitaria); comunicaciones escritas; etc. Especialmente ricas y estimulantes fueron sus numerosas “cartas circulares”, mensajes y cartas familiares (con ocasión de la fiesta de la Trinidad, fin o comienzo de año, etc.), comunicaciones, dirigidas a la Orden y a la Familia Trinitaria: algunos textos extensos y muy trabajados –sobre temas de fondo como la consagración a la Trinidad, la dimensión mariana, los santos y beatos de la Orden, el espíritu de familia–, otros a modo de breves reflexiones y exhortaciones. Entre todos darían para un amplio volumen de espiritualidad trinitaria.

En su camino como Ministro General el Señor le deparó providencialmente una serie de citas o encuentros histórico-místicos con la Virgen María y los santos de la Orden, que resultaron reconfortantes para su espíritu y estimulantes para su tarea de gobierno. Al inicio recibió una ayuda especial del Señor con la beatificación del P. Domingo Iturrate (30 de octubre de 1983), joven trinitario vasco fallecido con apenas 26 años (7 de abril de 1927), cuando nuestro personaje llevaba ya tres años largos en este mundo. En esa ocasión escribió la carta circular El beato Domingo Iturrate del Stmo. Sacramento, un modelo y un mensaje para la Orden y para la entera Familia Trinitaria, hoy (14-XII-1983). Dos años después, el décimo aniversario de la canonización de San Juan Bautista de la Concepción –había sido incluido entre los santos el 25-V-1975– le motivó para beber en el magisterio del Reformador trinitario y proponer a los hermanos una jugosa reflexión sobre el mismo (carta circular De cara al futuro, 28-IV-1985). En 1987 fue el 25º aniversario de la proclamación de la Virgen del Buen Remedio como Patrona de la Orden Trinitaria (Juan XXIII, 1962) lo que le indujo a promover –sobre todo a través de una muy bien elaborada carta circular Con María hacia una nueva etapa (31-V-1987)– una renovada toma de conciencia de la dimensión mariana de la vida del trinitario. El 3 de julio de 1988, dentro del especial Año Mariano, llegó el momento feliz de la canonización de Simón de Rojas, ocasión que inspiró al Ministro General otra de sus cartas circulares más sólidas Fieles a la propia llamada (11-V-1988). Luego tocó el turno a la venerable Ángela Mª de la Concepción, fundadora de las Monjas Trinitarias de El Toboso (Toledo), en el III Centenario de su muerte (1961-1991), causa para que el P. José compartiera con los hermanos de la Orden otra luminosa meditación Fieles a Dios en la historia. Con la Venerable Ángela María de la Concepción, Reformadora y Maestra espiritual (Carta circular, 28-I.1991). Le siguió de cerca el IV Centenario del nacimiento de San Miguel de los Santos (1591-1991), efemérides importante que dio pie a otro texto sustancioso del Ministro General San Miguel de los Santos en el IV Centenario de su nacimiento (Carta circular, 22-VIII-1991).

Dos años más tarde el P. José, Ministro General, tuvo la satisfacción de vivir con gozo el VIII Centenario de la inspiración fundacional de la Orden Trinitaria (1193-1993). Y, como requería dicho acontecimiento, proclamó el “Año Jubilar Trinitario 1993” y puso particular interés en celebrarlo con diversos actos y encuentros de oración y reflexión. No podía faltar, tampoco en esta circunstancia, la oportuna carta circular –por cierto, muy entrañable e interpelante para los trinitarios– En diálogo con nuestro Padre y Fundador San Juan de Mata. Por último, un año más tarde, se produjo aún otro evento familiar: la beatificación de Isabel Canori Mora (24 abril 1994), encuadrada en el Año de la Familia. Fue una ocasión que el P. José aprovechó para impulsar la espiritualidad de los laicos trinitarios. Expresó algunas de sus ideas al respecto en un artículo publicado en L’Osservatore Romano (25-26 abril 1994) con el título En la espiritualidad trinitaria la fuente de su gran amor. Singular esmero puso el P. José, durante todo su generalato, en acrecentar la relación y colaboración con todos los miembros de la Familia Trinitaria, en línea con las orientaciones capitulares en este campo. Algún que otro botón de muestra. De acuerdo con los diversos institutos trinitarios, dio vida a la I Asamblea Intertrinitaria, que tuvo lugar en Majadahonda (Madrid) del 25 al 31 de agosto de 1986 y se centro en el tema “Somos Familia” (los días precedentes, se celebró en el mismo lugar y con el mismo argumento la congregación general de la Orden). Fue una reunión preparada a conciencia a través de diversas etapas de estudio y reflexión, de análisis de la realidad, de cuidada programación en vistas a obtener resultados duraderos. Todo un hito para la Familia Trinitaria, como se evidenció en la numerosa y representativa presencia de religiosos, religiosas y laicos de varios países, y, particularmente, en el hondo aliento resultante al espíritu de familia. En consecuencia, el Consejo General de la Orden asumió como programa para el año 1987 el de «impulsar el crecimiento del ser y hacer familia» y para todo el trienio (1986-1989) el de «ayudar y fomentar el progreso en el ser y hacer familia».

Una parte integrante de ese programa era, lógicamente, el fomento de un laicado trinitario renovado y fuerte, necesidad en la que insistió también mucho el P. José, Ministro General. Por ejemplo, convocó un importante encuentro intertrinitario sobre el laicado (Roma, 24-II-1988), que formuló las líneas esenciales de la regla de vida del laicado trinitario. A partir de ahí se fue elaborando el Proyecto de vida del laicado trinitario, texto respaldado por la Santa Sede en el que se reconocen los diversos grupos actuales vinculados a la Orden Trinitaria. Con honda satisfacción lo presentó oficialmente el P. Gamarra el día de Pascua de 1990, aunque la aprobación por parte de la Congregación de Religiosos no se produciría hasta el 15 de noviembre del año 2000. La segunda Asamblea Intertrinitaria (Athis Mont, París, 18-24 julio 1993) sirvió también para reforzar los lazos de familia y dar un paso decisivo con la constitución del Consejo permanente de la Familia Trinitaria y del Consejo internacional del Laicado Trinitario.

Guía espiritual

El P. José ha dedicado desde que era novel sacerdote una atención especial a la dirección espiritual de decenas y decenas de religiosos y religiosas, sacerdotes, laicos. En particular, han sido muchas las religiosas que se han beneficiado de su sabia dirección espiritual. Sensible a los medios modernos, ha sabido utilizar con soltura los recursos que ofrecían las cintas magnetofónicas, antes, y en los últimos años, Internet, para hacer llegar sus mensajes espirituales a cuantas más personas fuera posible. A lo largo de varios decenios, ha sido uno de los predicadores de retiros y ejercicios espirituales más solicitados por monjas, frailes y grupos cristianos comprometidos.

Toda esa labor la ha desplegado el P. José con particular intensidad a partir de 1995, una vez que, concluida residencia en Roma, se retiró al convento de Salamanca y pudo retomar todas las tareas que había tenido que interrumpir: predicación de retiros y ejercicios espirituales a religiosos, religiosas, grupos laicales…; atención espiritual al Hogar de la Amistad; escritos y charlas para monjas de clausura; colaboración con el Secretariado Trinitario…. Desde 1995 hasta 2006 ha sido también director espiritual del Colegio Mayor trinitario de Salamanca.

Hoy, con sus 87 años de edad y afectado por la enfermedad del Alzheimer, el P. José Gamarra no puede ejercer actividades físicas. Pero, con su ejemplo y su oración continua –y con rostro inalterablemente sereno y sonriente– continúa siendo un soporte precioso para los hermanos que convivimos con él y, en general, para la Orden y –¿por qué no decirlo?– para toda la Iglesia (en virtud de la comunión de los santos). Consume sus días santamente junto a los sagrados restos de su padre y fundador San Juan de Mata.

Ha entregado su alma a Dios en Salamanca, junto a los sagrados restos del Fundador San Juan de Mata, en la madrugada del domingo 1 de julio de 2012. El lunes, día 2, a las 11 de la mañana se celebró el funeral y el entierro.