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primera asamblea federal electiva (Salamanca, junio de 1982). En esa ocasión manifestó a las monjas su satisfacción con estas palabras: «Me doy por satisfecho si con esta labor llevada a cabo durante este tiempo he contribuido siquiera modestamente a que os sintáis con una conciencia más viva, con un mayor deseo y con un compromiso más fuerte de ser cada vez más todas una».
En cuanto a las religiosas contemplativas de las diversas órdenes, hay que decir que han sido objeto de su amoroso y constante desvelo sacerdotal. En este sentido, en el arco de más de tres décadas, fue colaborador fijo del instituto pontificio CLAUNE (Claustros necesitados), dedicado a auxiliar material y espiritualmente a las comunidades contemplativas femeninas. Durante varios años colaboró estrechamente con el P. Gerardo Escudero, cmf, primer director general del instituto hasta el año 1981 y, a continuación, lo hizo con el nuevo director general, el P. José María Mesa, cmf. Todos los monasterios de España y muchos de Latinoamérica se han beneficiado de los desinteresados servicios del P. José dispensados mediante la dirección de ejercicios espirituales y de retiros, folletos, charlas dactiloescritas o grabadas en cintas, artículos en la revista Claune, etc. Mencionemos tres de sus “cuadernos Claune de espiritualidad”, saboreados en todos los monasterios: Aprender a orar en la Escuela de San Simón de Rojas (1988); Vida espiritual, vida trinitaria (1999); Dios Trinidad en tu vida (2002).
Ministro General
El capítulo general de 1983, desarrollado a lo largo de un mes (22 de mayo al 22 de junio) en Rocca di Papa (Roma) y en el que el P. José Gamarra participaba como delegado de su provincia, tuvo a bien elegirlo, el día 25 de mayo, Ministro General –82º sucesor de San Juan de Mata–, cargo que desempeñará durante dos mandatos seguidos (1983–1995). Entre otras decisiones, dicha asamblea capitular examinó y aprobó de forma definitiva las nuevas constituciones de la Orden, acordes con las pautas conciliares y que desde 1971 habían funcionado ad experimentum. Con el decreto aprobatorio de la Santa Sede (17-XII-1984), entraron en vigor el 2 de junio de 1985, fiesta de la Trinidad. El P. José fue uno de los artífices directos de la reforma legislativa de la Orden.
Al promulgar las elecciones y los acuerdos del capítulo general, se encomendó a las oraciones de sus hermanos de hábito y les confió: «Nada me podía hacer pensar en mi elección como primer responsable de la Orden. En verdad, tengo que confesar que me ha costado asumir esta responsabilidad y, consciente de mis límites, sigue costándome. Sin embargo, he creído que debo aceptarla viendo en ello la voluntad de la Trinidad Santísima expresada a través de los capitulares. Por eso la he aceptado –y la acepto– plenamente, con espíritu de abandono filial en Dios, de servicio a todos vosotros y, al mismo tiempo, con sentimientos de esperanza y de paz». A continuación expresaba
estos sentimientos emergentes en su ánimo: «de agradecimiento a la Santísima Trinidad por sus grandes ayudas y bendiciones»; «de adhesión y plena obediencia a las líneas programáticas capitulares»; «de disponibilidad y servicio», con el compromiso de «mantenerme siempre en una actitud sincera de escucha, comprensión y diálogo» hacia todos los hermanos. Y concluía con la consigna común, resumida en tres términos: fidelidad, unidad, creatividad. Poco después, al inicio de 1984, entre las propias «líneas de actuación» para el sexenio, se propuso, además de atenerse, naturalmente, a las normas de la Iglesia y de la Orden, «estar atento a los nuevos tiempos y situaciones, a la escucha de todos los hermanos, en la docilidad al Espíritu y en comunión con el Magisterio de la Iglesia»; y, entre sus objetivos como animador, se prefijó «tener siempre y en todo presente nuestra identidad en el ser y en el actuar…, el cometido más apasionante y urgente», y «estimular y promover la solidaridad y la colaboración en toda la Familia Trinitaria».
Al mismo tiempo, en su calidad de presidente del secretariado trinitario general y como anunció entre sus propósitos, puso un empeño singular en: «ayudar a avivar la conciencia de la dimensión trinitaria de nuestra vocación», haciendo que esa dimensión, «sobre todo en su aspecto existencial en relación con el misterio de la Trinidad, tenga mayor influjo en nuestra vida individual y comunitaria, en nuestra pastoral y en nuestras obras de liberación»; en promover el laicado trinitario, «intentando renovar y actualizar las asociaciones trinitarias