COMUNICACIÓN | Page 97

190 JOHN FISHER La conspiración de José Matías Vásquez de Acuña, Conde de la Vega del Ren, que Abascal sostuvo haber descubierto en octubre de 1814, fue superficialmente más seria.24 Su peligro potencial yacía no sólo en su supuesta intención de sobornar a la guarnición del Callao, liberar a los insurgentes prisioneros y atacar Lima, sino también por el momento —en octubre de 1814, la rebelión del Cuzco amenazaba por vez primera la autoridad real en el Perú— y por el hecho de que Vásquez era un líder reconocido de la aristocracia limeña. De hecho, su arresto el 28 de octubre despertó la genuina indignación de su gran círculo de influyentes amigos, quienes creían que el verdadero motivo de Abascal era vengarse por los problemas que Vásquez le había causado en 1813 como miembro del Cabildo Constitucional de la ciudad, y “mas de sesenta titulos de Castilla” firmaron una petición solicitando su libertad.25 Enfrentado a esta demostración de solidaridad y no pudiendo presentar ninguna evidencia clara que respaldara sus cargos, el virrey liberó a Vásquez en febrero de 1815, aunque como precaución le conminó a que permaneciera en la ciudad, pena ésta que persistió hasta 1819, cuando la Corona lo exoneró de todo cargo.26 Menos fortuna tuvo una serie de sospechosos menos influyentes, entre los que había soldados rasos, quienes recibieron penas de prisión de entre uno y cinco años a pesar de que la conspiración (si esa es la descripción adecuada) no comprendió más que una discusión descuidada y jamás alcanzó la etapa de la violencia activa. Puede argumentarse que el celo del virrey fue en parte responsable por el hecho de que éste y otros planes abortaran, pero el factor fundamental en su supresión fue que los conspiradores constituían una pequeña minoría de la población limeña que, dada la apatía general, carecía de una estrategia y una organización claras. Al igual que en 1810, cuando el peligro de una revolución también parecía ser serio, la cooperación inequívoca que recibiera de la mayor parte de la población limeña en 1814 le permitió a Abascal FIDELISMO, PATRIOTISMO E INDEPENDENCIA 191 recuperar el control del Perú en nombre de Fernando VII, no obstante los efectos dañinos del hiato liberal. Mas, para comprender adecuadamente la independencia peruana resulta crucial aceptar que si bien Lima era lo suficientemente poderosa como para determinar el futuro del Perú, no era, en cambio, representativa de todo el virreinato. Aunque la capital permaneció relativamente tranquila, en las provincias estallaron varios movimientos que fueron bastante más allá de las simples especulaciones, para buscar expresarse como levantamientos armados. El respaldo activo que los criollos limeños extendieron a las autoridades peninsulares en la supresión de estos prematuros intentos independentistas se debió, en parte, a que se habían dado cuenta de que la participación indígena en ellos constituía una amenaza para la estructura social del Perú, así como a la conciencia de que representaban un desafío regional a la identidad de Lima como capital de todo el territorio. El primer intento significativo de rebelión armada en el sur peruano fue el que el ensayador local Francisco Antonio de Zela dirigiera en Tacna, en junio de 1811. La vida económica de este partido sureño de la provincia de Arequipa estaba íntimamente ligada no con Lima sino con el Alto Perú, al cual abastecía con vino, aguardiente, aceite, frutas y arroz, así como también con algunas manufacturas importadas. El avance triunfal del ejército porteño comandado por Juan José Castelli a través de Charcas en la primera mitad de 1811, y la circulación de su propaganda dentro del Perú, convenció a los disidentes del virreinato, que habían visto cómo el tráfico económico había quedado suspendido abruptamente, de que no era sino cuestión de tiempo para que el general argentino cruzara el río Desaguadero, al que llegó en marzo. Anticipándose a este movimiento, Zela y otros pobladores de Tacna tomaron el cuartel de la milicia local y se declararon a favor de la junta de Buenos Aires el 20 de junio de 1811, que fue, en realidad, la fecha en que Goyeneche inflingió una derrota aplastante a Castelli en Huaqui.27 Su 24. Pacheco Vélez, “Las conspiraciones”, presenta una detallada relación de la conjura. 25. Ibid., 1: p. 377. 26. Real Cédula, 26 de noviembre de 1819, AHM, Libro de Cédulas 31, ff. 2-3. 27. Vargas Ugarte, Historia del Perú: Emancipación, pp. 21-31, brinda un buen análisis de los levantamientos de Tacna de 1811 y 1813. Véase también Cúneo Vidal, Historia de la insurrección.