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JOHN FISHER
profesaba su aprobación, refiriéndose a ella en la Gaceta de Gobierno del 30 de setiembre de 1812 como una “obra inmortal de la
sabiduría y patriotismo de nuestras Cortes ... Codigo que va a ser la
desesperación de los tiranos, y el más seguro garante de la prosperidad y las futuras glorias de todas las Españas”.17 Su opinión
real, expresada en su Memoria, era que la causa separatista fue estimulada enormemente por las “opiniones y providencias peregrinas
de los que ocuparon el Govierno en ausencia del Soberano”, una
opinión compartida por Baquíjano, quien escribió en 1814 que “las
proclamas y providencias de la Regencia, los debates y decisiones
de las Cortes, y las escandalosas doctrinas que circulaban sin embarazo” habían, todas ellas, debilitado la autoridad real en el Perú.18
Dos aspectos, en particular, de la aplicación de la constitución
—el reemplazo de los viejos cabildos oligárquicos por corporaciones
elegidas, y la elección de diputados a las cortes ordinarias— desataron
serias disputas entre criollos y peninsulares en diversas ciudades
peruanas. Estas disputas culminaron en algunos casos en actos de
violencia y, lo que era aún más serio, despertaron el deseo criollo
de reformas que cada vez era más claro no podía ser satisfecho
dentro del contexto de la persistencia del gobierno español.19 Dejando de lado, por el momento, la cuestión de lo que sucedió en el
Cuzco, hay abundantes evidencias de que en Lima, la incertidumbre
y el descontento desatados por la implementación del programa
liberal quedaron compensados por la ventaja política de darle a la
elite criolla la ilusión —por lo menos hasta la restauración de Fernando VII— de que se podían alcanzar reformas significativas sin
necesidad de recurrir a una revolución. Como lo señalara sucintamente el joven José de la Riva Agüero, de quien Abascal sospechaba
era el autor de afirmaciones sediciosas publicadas por la prensa limeña entre 1810 y 1812, “es sabido que los que van á ganar en toda
revolución son las gentes perdidas, y no las acomodadas”.20
17. Citado en Rivera, Ideólogos, p. 50.
18. Abascal, Memoria, 1: pp. 553-34; Roel, Los libertadores, p. 58.
FIDELISMO, PATRIOTISMO E INDEPENDENCIA
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Los liberales limeños se encontraron a sí mismos en una posición
extremadamente débil con la restauración de Fernando VII en 1814,
y la toma de conciencia de que ahora ya no se concederían las reformas liberales. Algunos de sus más prominentes líderes entre 1810
y 1812 habían fallecido —Vicente Morales Duárez, Diego Cisneros,
Manuel Villalta y Francisco Calatayud, por ejemplo— y otros se
encontraban en la península, entre ellos Baquíjano y José Bernardo
de Tagle. La mayoría de los que quedaban pasaron gradualmente a
ser patriotas tibios, hombres preparados espiritualmente para aceptar
la independencia si se les ofrecía en los términos adecuados, pero
que no estaban dispuestos a tomar las armas por su causa. Es más,
incluso hasta 1814, la mayoría de las conspiraciones separatistas
identificadas en Lima fueron movimientos aislados y nada representativos, que debieron su fama principalmente a la incapacidad
del virrey para distiguir entre las especulaciones incautas y una genuina subversión.
La conspiración de Anchoris en setiembre de 1810, por ejemplo, que llevó al arresto de un gran número de los porteños residentes
en Lima, incluyendo al yerno de Martín de Alzaga y a dos sobrinos
del deán Funes por sospechas de que se comunicaban con los insurgentes del Río de la Plata, ciertamente fue exagerada por Abascal.21
Un año antes éste había actuado decididamente en contra de un
grupo menor de oficiales y comerciantes dirigido por el abogado
Mateo Silva, que al parecer estaba examinando la posibilidad de
emular la reciente toma del poder por los disidentes de Quito.22
Una vez más no hubo ninguna violencia real y si bien los arrestados
fueron tratados duramente —Silva permaneció en prisión hasta su
muerte y lo s demás fueron exiliados a las islas de Juan Fernández
o a Cartagena por distintos periodos—, el asunto no tuvo mayor
importancia salvo como una demostración de la firmeza virreinal.23
21. Nieto Vélez, “Contribución a la historia del fidelismo”, pp. 139-40.
19. La Colección documental, Tomo IV, Vol. 2, trae los detalles de las elecciones.
22. Eguiguren, Guerra separatista. La tentativa de rebelión, trae detalles exhaustivos de
la conspiración.
20. Carta reservada, José de la Riva Agüero, 12 de marzo de 1812, AGI, Lima, Leg. 1125.
23. Ibid., 1: p. 121.