COMUNICACIÓN | Page 96

188 JOHN FISHER profesaba su aprobación, refiriéndose a ella en la Gaceta de Gobierno del 30 de setiembre de 1812 como una “obra inmortal de la sabiduría y patriotismo de nuestras Cortes ... Codigo que va a ser la desesperación de los tiranos, y el más seguro garante de la prosperidad y las futuras glorias de todas las Españas”.17 Su opinión real, expresada en su Memoria, era que la causa separatista fue estimulada enormemente por las “opiniones y providencias peregrinas de los que ocuparon el Govierno en ausencia del Soberano”, una opinión compartida por Baquíjano, quien escribió en 1814 que “las proclamas y providencias de la Regencia, los debates y decisiones de las Cortes, y las escandalosas doctrinas que circulaban sin embarazo” habían, todas ellas, debilitado la autoridad real en el Perú.18 Dos aspectos, en particular, de la aplicación de la constitución —el reemplazo de los viejos cabildos oligárquicos por corporaciones elegidas, y la elección de diputados a las cortes ordinarias— desataron serias disputas entre criollos y peninsulares en diversas ciudades peruanas. Estas disputas culminaron en algunos casos en actos de violencia y, lo que era aún más serio, despertaron el deseo criollo de reformas que cada vez era más claro no podía ser satisfecho dentro del contexto de la persistencia del gobierno español.19 Dejando de lado, por el momento, la cuestión de lo que sucedió en el Cuzco, hay abundantes evidencias de que en Lima, la incertidumbre y el descontento desatados por la implementación del programa liberal quedaron compensados por la ventaja política de darle a la elite criolla la ilusión —por lo menos hasta la restauración de Fernando VII— de que se podían alcanzar reformas significativas sin necesidad de recurrir a una revolución. Como lo señalara sucintamente el joven José de la Riva Agüero, de quien Abascal sospechaba era el autor de afirmaciones sediciosas publicadas por la prensa limeña entre 1810 y 1812, “es sabido que los que van á ganar en toda revolución son las gentes perdidas, y no las acomodadas”.20 17. Citado en Rivera, Ideólogos, p. 50. 18. Abascal, Memoria, 1: pp. 553-34; Roel, Los libertadores, p. 58. FIDELISMO, PATRIOTISMO E INDEPENDENCIA 189 Los liberales limeños se encontraron a sí mismos en una posición extremadamente débil con la restauración de Fernando VII en 1814, y la toma de conciencia de que ahora ya no se concederían las reformas liberales. Algunos de sus más prominentes líderes entre 1810 y 1812 habían fallecido —Vicente Morales Duárez, Diego Cisneros, Manuel Villalta y Francisco Calatayud, por ejemplo— y otros se encontraban en la península, entre ellos Baquíjano y José Bernardo de Tagle. La mayoría de los que quedaban pasaron gradualmente a ser patriotas tibios, hombres preparados espiritualmente para aceptar la independencia si se les ofrecía en los términos adecuados, pero que no estaban dispuestos a tomar las armas por su causa. Es más, incluso hasta 1814, la mayoría de las conspiraciones separatistas identificadas en Lima fueron movimientos aislados y nada representativos, que debieron su fama principalmente a la incapacidad del virrey para distiguir entre las especulaciones incautas y una genuina subversión. La conspiración de Anchoris en setiembre de 1810, por ejemplo, que llevó al arresto de un gran número de los porteños residentes en Lima, incluyendo al yerno de Martín de Alzaga y a dos sobrinos del deán Funes por sospechas de que se comunicaban con los insurgentes del Río de la Plata, ciertamente fue exagerada por Abascal.21 Un año antes éste había actuado decididamente en contra de un grupo menor de oficiales y comerciantes dirigido por el abogado Mateo Silva, que al parecer estaba examinando la posibilidad de emular la reciente toma del poder por los disidentes de Quito.22 Una vez más no hubo ninguna violencia real y si bien los arrestados fueron tratados duramente —Silva permaneció en prisión hasta su muerte y lo s demás fueron exiliados a las islas de Juan Fernández o a Cartagena por distintos periodos—, el asunto no tuvo mayor importancia salvo como una demostración de la firmeza virreinal.23 21. Nieto Vélez, “Contribución a la historia del fidelismo”, pp. 139-40. 19. La Colección documental, Tomo IV, Vol. 2, trae los detalles de las elecciones. 22. Eguiguren, Guerra separatista. La tentativa de rebelión, trae detalles exhaustivos de la conspiración. 20. Carta reservada, José de la Riva Agüero, 12 de marzo de 1812, AGI, Lima, Leg. 1125. 23. Ibid., 1: p. 121.