COMUNICACIÓN | Page 90

178 JOHN FISHER La Audiencia se movilizó con rapidez una vez que la conspiración le fuera denunciada en junio de 1805 por un oficial de la milicia de Paucartambo, al cual se le había contactado para que proporcionara el respaldo militar, y sentenció a Aguilar y Ubalde a ser ahorcados en la plaza mayor del Cuzco (las sentencias se cumplieron el 5 de diciembre de 1805), exiliándose a los restantes conspiradores a Madrid y Lima.36 Es claro que, en términos prácticos, hubo poca participación indígena en la conspiración. Sin embargo, ella mostraba la posibilidad, e incluso las ansias, que tenían algunos disidentes criollos del Cuzco de involucrar a los indios de la sierra en sus conspiraciones antiespañolas, con lo que sentaron un precedente (como veremos en el capítulo 6) para la gran insurrección de 1814-1815 y resucitaron un fantasma que había asustado a los funcionarios peninsulares desde 1780. La relación entre la conspiración de 1805 y la rebelión de 1780 dejó una impresión particular en el fiscal del Consejo de Indias, quien comentó el caso en 1807: se trataba nada menos que de Benito de la Mata Linares, el antiguo juez de Túpac Amaru.37 Suscribiendo con entusiasmo el parecer de Pedro Antonio Cernadas, el regente de la Audiencia del Cuzco para quien “aquí huviera producido mas efecto la insurrección con un Inca proclamado que en cualquier otra, ó acaso en todas las ciudades de estos Reynos”, Mata propuso que se instalara una guarnición permanente de tropas españolas en la fortaleza de Sacsayhuamán, y (tal vez invocando inconcientemente la costumbre prehispánica de llevar mitimaes al centro del poder imperial) que se estimulara a los jóvenes cuzqueños a que viajaran a España a proseguir carreras militares o literarias, con lo cual en realidad servirían como rehenes que asegurarían el buen comportamiento de sus familias.38 Lo que ambos hombres no vieron, RESISTENCIA, REVUELTAS Y REBELIONES 179 y que sería demostrado claramente entre 1814 y 1815, fue que el factor más efectivo para preservar la autoridad hispana en el Perú era la repugnancia que los criollos de Lima y la costa tenían para todo movimiento separatista que no sólo lograra elevar el status del indio, sino que también desplazara el poder político a la sierra, representada literal y simbólicamente por el Cuzco. Es relativamente poco lo que vale la pena decir sobre la ideología separatista, dada la pasividad, e incluso la sumisión, que la mayoría de los españoles del Perú mostró ante la intensificación del absolutismo durante el periodo borbónico tardío. Algunos investigadores han querido exaltar el papel de Toribio Rodríguez de Mendoza —quien contribuyó al Mercurio Peruano y fue rector del Convictorio de San Carlos, miembro del primer congreso nacional peruano de 1822 y rector de San Marcos hasta su muerte, ocurrida en 1825— en la intro ducción de las “nuevas ideologías” a “las generaciones que presidirían la defunción del imperio español”.39 Sin embargo, es necesario tener en cuenta que los criollos educados en este centro preuniversitario, fundado en 1770 para que reemplazara a los colegios jesuitas de San Pablo, San Martín y El Príncipe, comprendían no sólo a los eventuales seguidores de la independencia sino también a varios otros que lucharían hasta 1824 para preservar el imperialismo.40 La expulsión de los 2,500 jesuitas de la América hispana en 1767 privó abruptamente al Perú de varios cientos de miembros de la orden, llevados bajo fuerte custodia al colegio de San Pablo desde todas partes del virreinato, para ser enviados al exilio a bordo de un navío conmovedoramente llamado El Peruano.41 Sin embargo, a pesar de los sufrimientos de las familias peruanas cuyos hijos se vieron afectados por la repentina expulsión, aquellos peruanos que se enriquecieron con la compra de las confiscadas propiedades jesuitas sí pudieron filosofar sobre el particular. Al parecer, la inmensa mayoría de los peruanos prestó poca atención a los 36. “Causa instruida con motivo de la sublevación intentada en 1805, en la ciudad del Cuzco, 1805-12”, AHN, Consejos, Leg. 21, p. 266. 37. “Expediente obrado en el Cuzco sobre la sublevación maquinada p’r los traydores Gabriel Aguilar y José Manuel Ubalde”, AGI, Cuzco, Leg. 29. 38. Ibid., informe de Pedro Antonio Cernadas, 10 de enero de 1806, en “Causa instruida” (véase la nota 36). 39. Martín, Scholars and Schools, p. 99. 40. Véase en Martín, The Intellectual Conquest, un análisis sobre la educación jesuita en el Perú hasta 1767. 41. Ibid., p. 153.