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JOHN FISHER
en contra de los representantes de la autoridad real, éste fue un
movimiento esencialmente urbano que mostró que los intereses
comunes podían unir a los patricios y al pueblo en contra del gobierno real.
Las revueltas que estallaron en Perú y Nueva Granada en 17801781 compartieron varias características con la rebelión de Quito
de 1765, pero es importante que el historiador distinga entre ellas y
evite la tentación de verlas como parte de una conspiración general.
Su contexto fue la guerra angloespañola de 1779-1783 (la Guerra
de la Independencia de los Estados Unidos); ella hizo que la Corona
exigiera un mayor excedente fiscal a los visitadores generales enviados al Perú y Nueva Granada para que efectuaran una reestructuración general de la Real Hacienda y el sistema judicial.
En el Perú, una violenta oposición a las innovaciones fiscales de
Areche estalló en Arequipa en enero de 1780 y se esparció rápidamente a Huaraz, Cerro de Pasco, La Paz, Cochabamba y Cuzco. La
más importante de estas protestas locales fue el motín de Arequipa,
que unió a los patricios y a los pobladores de la ciudad e hizo que
atacaran la aduana el 14 de enero, en protesta por los esfuerzos
insensibles que su administrador, Juan Bautista Pando, hacía por
cumplir con las órdenes de Areche que incrementaban la alcabala
en un 2% (de 4% a 6%) del valor de los bienes llevados a la ciudad,
gravaban nuevos impuestos sobre la producción de aguardiente y
afectaban, en general, a grupos sociales y mercancías que hasta ese
entonces habían estado libres de toda imposición fiscal.12 Asimismo,
varias personas de ascendencia mixta de la ciudad se enfurecieron
con un decreto dado por Areche el 16 de noviembre de 1779, que
ordenaba que mestizos y cholos fueran registrados como tributarios
junto a los indios.13 Sin embargo, la elite local pronto fue consciente
12. Cahill, “Taxonomy of a Colonial ‘Riot’”, presenta un examen exhaustivo del
movimiento de Arequipa.
13. Areche negó haber errado en este punto, insistiéndole a Gálvez que “simpre se han
matriculado los cholos”: Areche a Gálvez, 20 de marzo de 1780, AGI, Lima, Leg.
1039. Hasta cierto punto fue respaldado en esto por el virrey Guirior, quien subrayó
que la “gente vulgar” había estado protestando no tanto contra la obligación de
pagar impuestos como por el “indiscreto modo de exigirselos”: Guirior a Gálvez, 2
de febrero de 1780, ibid.
RESISTENCIA, REVUELTAS Y REBELIONES
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de los peligros, así como de las ventajas, que tenía movilizar a las
masas para protestar contra el incremento de las cargas fiscales,
puesto que después de la destrucción de la aduana las turbas de las
aldeas vecinas dirigieron su atención hacia el corregidor, sus socios
comerciales y la sociedad en general: por ejemplo, la casa del
corregidor fue saqueada el 15 de enero y al día siguiente la cárcel
fue atacada y los prisioneros liberados. Con esto, varios de los patricios que secretamente habían respaldado el ataque contra Pando, se refugiaron ahora en los conventos y monasterios arequipeños,
mientras que los más valientes apresuradamente armaron dos compañías de milicianos para, en primer lugar, rechazar un ataque a la
ciudad y luego emprender una expedición punitiva contra los indios,
mestizos y demás castas reunidas en la vecina Pampa de Miraflores. Cientos de prisioneros fueron tomados y once de ellos colgados
en el centro de Arequipa el 17 y 18 de enero, antes qu e los disturbios cesaran.
En el largo plazo, la rebelión de Arequipa demostró cuan vulnerable era el control hispano del Perú ante una alianza de clases,
pero asimismo dejó en claro que una alianza tal no se mantendría
fácilmente debido a las drásticas desigualdades raciales y sociales de
la sociedad americana. Con todo, y al igual que la rebelión de Quito
de 1765, ella le recordó a la Corona los límites de su autoridad
práctica, incluso en una época de intensificación del absolutismo.
Diez meses más tarde, el 9 de noviembre de 1780, José Gabriel
Túpac Amaru, el cacique de Tinta, dio inicio al más grande movimiento de protesta de la América hispana ocurrido antes de 1810,
al prender y posteriormente ejecutar en la plaza de Tungasuca a
Antonio de Arriaga, corregidor de Canas y Canchis.14 Los historiadores peruanos han tendido a argumentar que esta rebelión fue
una prolongación de las protestas urbanas ya mencionadas, con lo
cual sería una prueba de la resistencia multirracial de los peruanos
al dominio hispano.15 Esta interpretación no se encuentra del todo
14. Para una lista de los corregidores que fueron atacados y muertos durante el
levantamiento véase la “Lista de los corregidores que han muerto los indios sublevados, y otros acaecimientos”, BL, Additional Ms. 20, 286.
15. Véase, por ejemplo, Loayza, Preliminares del incendio.