COMUNICACIÓN | Page 80

160 JOHN FISHER fueran, quedaban suavizados por el temor criollo al desorden de castas y de clase, lo cual hizo que la inmensa mayoría de los españoles peruanos fuese, o bien ambivalente o activamente hostil a toda posible actividad revolucionaria. La elección de Silva —un clérigo sexagenario, nacido en Guayaquil y que en 1809 fue rector de la Universidad de San Marcos — para que viajase a España fue en parte accidental, pues su nombre fue escogido al azar (por la hija de Abascal) en una lista de tres personas compilada por el virrey a partir de las nominaciones remitidas por cada uno de los cabildos del virreinato.42 Este trasfondo y la identidad de los dos candidatos sin éxito confirman la imagen general de que la elite criolla peruana era profundamente conservadora: uno de los otros candidatos fue el funcionario arequipeño José Manuel de Goyeneche, quien ya había dejado Lima en dirección al Cuzco para asumir su puesto como presidente interino, y tomar el mando del ejército realista que reprimiría las insurrecciones de Chuquisaca y La Paz de mayo y junio de 1809.43 El otro candidato fue José Baquíjano y Carrillo, el único limeño que servía en la Audiencia de Lima en 1809, cuya larga y costosa búsqueda de un nombramiento como oidor, finalmente exitosa en 1806, era un ejemplo clásico de los problemas a los que los americanos debían hacer frente para conseguir un puesto alto.44 De hecho, ya en 1793 Baquíjano había sido comisionado por el Cabildo para que viajase a Madrid y pidiera privilegios para la corporación, mejorara la representación criolla en el Consulado de Lima y consiguiera una garantía ligeramente más modesta de que un tercio de los oidores de ambas audiencias peruanas serían criollos.45 42. Este arcano procedimiento —la primera etapa consistía en que cada cabildo hiciera tres nominaciones y luego escogiese una por sorteo para enviarla a Lima— fue aprobado por real acuerdo el 19 de setiembre de 1809: acta, AHMH, Miscelánea, Ms. 0001. SOCIEDAD, ETNICIDAD Y CULTURA 161 La carrera de Baquíjano como símbolo de las aspiraciones criollas llegó a un anticlimático final con su muerte en Sevilla, en 1817, después de viajar a España en 1813 para tomar su puesto en el Consejo de Estado apenas tres meses antes de que Fernando VII disolviera este cuerpo en junio de 1814.46 Dos décadas atrás, poco antes de ser nombrado catedrático de derecho canónico en San Marcos, Baquíjano había sido presidente de la limeña Sociedad de Amantes del País entre 1792 y 1793, y publicó varios artículos importantes en su revista, el Mercurio Peruano, bajo el seudónimo de “Cefalio”.47 En general, los artículos publicados en el Mercurio durante sus cuatro años de existencia (1791-1794) cubrieron una amplia gama de temas literarios e históricos, de política económica, agrarios, mineros y de comunicaciones y, con el entusiasta respaldo del virrey Gil, tendieron a reflejar el tardío énfasis borbónico en la adquisición de un conocimiento útil, una investigación racional y el crecimiento económico. En cierto modo, la preocupación de la revista por abordar temas casi exclusivamente peruanos estimuló una tendencia presente entre los criollos del virreinato, que hacía que perdieran de vista la necesidad de subordinar las necesidades y problemas locales a los de la estructura imperial global. Sin embargo, el peligro implícito de que este rasgo, conjuntamente con el énfasis dado a la investigación y la deducción racionales, hiciera que concluyesen que la persistencia del dominio hispano en el Perú no era ya algo deseable, quedaba contrapesado por los prejuicios sociales y raciales de los académicos, funcionarios y escritores criollos que formaban parte de la Sociedad. Al igual que los peninsulares —funcionarios, eclesiásticos y comerciantes— que también escribían en el Mercurio y lo leían, ellos eran propietarios que compartían y no cuestionaban la posición borbónica de que la agricultura, la industria y el comercio debían ser estimulados a través de las reformas y la investigación racionales. En este sentido la Sociedad y el Mercurio sirvieron, por lo menos en el corto plazo, para unir aún más al Perú con España. 43. Abascal al secretario de Estado, 23 de agosto de 1809, AGI, Lima, Leg. 625. Para mayores detalles de la carrera de Goyeneche véase el apéndice 3. 44. La carrera de Baquíjano es escudriñada cuidadosamente en Burkholder, Politics of a Colonial Career. 46. Burkholder, Politics of a Colonial Career, p. 124. 45. Riva Agüero, “Don José Baquíjano y Carrillo”, p. 471. 47. Clément, El Mercurio Peruano, 1, pp. 31-32.