COMUNICACIÓN | Page 77

154 JOHN FISHER SOCIEDAD, ETNICIDAD Y CULTURA 155 pueblos buscando escapar de sus obligaciones tributarias. En repetidas ocasiones las mujeres entraban a trabajar como sirvientas en casa de los españoles en donde, como sucede aún en el Perú, las condiciones de empleo variaban desde una virtual esclavitud a un buen trato. Sin embargo, en cualquiera de los casos las condiciones urbanas solían ser menos duras que las que debían enfrentar las comunidades rurales, pero con la tendencia subsiguiente a que la población mestiza creciera.29 Los ciudadanos prominentes a veces reconocían a su prole ilegítima —siguiendo el ejemplo de Francisco Pizarro, quien reconoció formalmente a los dos hijos (Francisca y Gonzalo) nacidos de su primera amante india—, pero durante todo el periodo colonial la mayoría de los mestizos arrastró la inferioridad social asociada con un origen ilegítimo.30 A fines del siglo XVIII, los mestizos más emprendedores y exitosos habían llegado a formar una incipiente clase media trabajando como tenderos, escribanos, maestros artesanos y chacareros, entre otros oficios de ese estilo, con la posibilidad de superar la discriminación social si lograban adquirir riqueza. Sin embargo, a otro nivel, quienes tenían un empleo inferior o casual en los centros urbanos conformaban una plebe insegura, conjuntamente con diversas categorías de personas de ascendencia mixta producidas por el incremento de mezclas raciales que las autoridades coloniales insistían en clasificar (zambos, cuarterones, quinterones, octorones, etc.); para bien o para mal, esta plebe adquirió la reputación de tener una conducta social indisciplinada y de ser propensa a participar en una violencia vagamente política. Al igual que en el resto de la América hispana, en el Perú los mestizos y las castas fueron los únicos grupos raciales no blancos que se beneficiaron con el final del colonialismo, aunque de modo indirecto, pues los oficiales de origen racial mixto tuvieron más oportunidades para ascender social y políticamente a medida que la sociedad se iba militarizando durante las etapas finales de la transición a la independencia, y gracias al papel remozado que le cupo a los militares en la vida política durante las primeras décadas del periodo republicano. La carrera de Andrés de Santa Cruz (hijo de padre blanco y de una india acomodada, nacido en La Paz) nos brinda un ejemplo de ello, aunque no está de más recordar que su derrota en Yungay en 1839 reflejó, en parte, la negativa de los limeños a permanecer dentro de una entidad política (la Confederación PerúBoliviana) controlada por un “indio”.31 Según el imperfecto censo de 1795, aquel año los mestizos conformaban el 22% (244,000 personas) de la población total del virreinato, una proporción mucho más baja que la que Humboldt calculase para toda Hispanoamérica.32 La ciudad de Lima tenía 4,900 mestizos, y un número sustancial fue asimismo registrado en Arequipa (4,900) y Huamanga (4,700). Sin embargo, nunca estará demás repetir que si bien en esencia esta clasificación era clara y absoluta para los contemporáneos, en los puntos de contacto ella era sumamente fluida y reflejaba, por ejemplo, el status social y económico de personas y/o el capricho de los funcionarios coloniales, antes que una búsqueda científica de precisión. Ello no obstante, tiene sentido que la intendencia de Tarma apareciera en 1795 con el mayor número y proporción de mestizos del Perú (78,560 : 32% del total virreinal; 38% de la población total de la provincia), pues era una zona en donde la minería, la agricultura y el comercio habían puesto a españoles e indios en contacto continuo durante más de 250 años. De otro lado, era simplemente ridículo que el partido del Cuzco —la ciudad y sus alrededores— apareciera con no más de 53 mestizos en una población total de 25,000 personas, junto a 7,100 indios y 16,800 españoles. Aquí, al igual que en la intendencia de Huancavelica —en donde el censo no mostraba sino 4,500 mestizos en una población total de 45,000 personas—, la población mestiza fue desinflada primero gracias a la tendencia a definir como españolas a las personas más prósperas de ascendencia mixta y, en segundo lugar, debido a lo borrosa que era la distinción entre los mestizos más pobres y los indios. 29. Mörner, Race Mixture, presenta un cuadro global del proceso de mestizaje. 31. Para un examen más extenso de este tema véase el capítulo 6. 30. Al parecer, los dos hijos de la relación entre Pizarro y Angelina Yupanqui —Francisco y Juan— no fueron reconocidos por él: Lockhart, The Men of Cajamarca, p. 154. 32. Humboldt calculaba que los mestizos eran 5’328,000 personas (32%) de una población imperial total de 16’910,000: véase el capítulo 3.