COMUNICACIÓN | Page 76

152 JOHN FISHER rebelión, eventualmente castigados, y los que tomaron las armas en contra de Túpac Amaru como oficiales de la milicia, en defensa de la Corona española. La decisión tomada en 1814 por Mateo García Pumacahua, el miembro más famoso de este último grupo, de unirse a los criollos disidentes en una rebelión abierta en contra de las autoridades virreinales, ha hecho que algunos historiadores concluyan que el objetivo original de Túpac Amaru —reunir a los peruanos de todas las razas y clases en una búsqueda de justicia social y cambio político— podría haberse alcanzado si en 1780, los criollos de otras partes del Perú hubiesen logrado superar su temor profundamente enraizado a la población india del virreinato. Por supuesto que la realidad fue bastante distinta, ya que si bien éstos estaban ocasionalmente dispuestos a unirse a los mestizos y a los indios en protestas específicas contra las políticas reales —por ejemplo, en Quito en 1765, brevemente en Arequipa en 1780 (como veremos en el capítulo 5) y durante la rebelión de los comuneros de Nueva Granada en 1781—, por razones obvias no iban a apoyar levantamientos indígenas que amenazasen la supremacía social de los blancos.24 En consecuencia, si bien la rebelión del Cuzco de 1814-1815 atrajo un amplio respaldo de ciertos sectores de la sociedad criolla de la sierra debido a que planteaba la posibilidad de la independencia, los elementos más conservadores de la región, así como la mayoría de los criollos de otras partes, la rechazaron porque la vieron principal (y correctamente) como una protesta indígena contraria al asalto sobre los recursos comunales, que se había intensificado en las tres décadas transcurridas desde la rebelión de Túpac Amaru.25 Si colocamos el tema dentro de un contexto mayor, esta consideración general también explica por qué motivo la mayor parte de la población blanca de México luchó contra los peones y mineros mestizos e indios que apoyaron la rebelión de Hidalgo en 1811. 24. Minchom, The People of Quito, hace un excelente análisis de la complejidad de las rivalidades y alianzas sociorraciales en la ciudad de Quito durante el periodo Borbón. 25. Este proceso comprendió la inserción de españoles como caciques por parte de los funcionarios reales, en reemplazo de los jefes indígenas depuestos de su cargo después de la rebelión: véase Cahill y O’Phelan Godoy, “Forging Their Own History”. SOCIEDAD, ETNICIDAD Y CULTURA 153 En toda la América hispana, los criollos estaban dispuestos a usar a indios, mestizos y negros para alcanzar el poder económico y político, y expresar su creciente sentir nacionalista. Sin embargo, ellos se pasaban al bando peninsular cuando parecía haber un peligro de perturbación social, en pos de preservar la sociedad establecida. Como veremos en el capítulo 6, fue por este motivo que la mayoría de los españoles del Perú se opuso a la independencia, incluso después del arribo de San Martín en 1820. En el Perú, así como en el resto de la América hispana, la población mestiza creció rápidamente desde el inicio del periodo colonial, a medida que las primeras generaciones predominantemente masculinas de conquistadores y colonos entraron en contacto con mujeres indias, ya fuera a través de matrimonios formales (como en el caso de Inés Yupanqui Huaylas y Angelina Yupanqui, las sucesivas amantes de Francisco Pizarro, que contrajeron matrimonio con Francisco de Ampuero y Juan de Betanzos, respectivamente) o, lo que era más común, de uniones casuales.26 El proceso continuó durante los siglos XVII y XVIII a pesar del alza en la migración de mujeres españolas al Perú, a medida que la penetración económica, religiosa y cultural de la sierra ponía a los funcionarios, mineros, sacerdotes y comerciantes españoles en contacto con las mujeres indias en pueblos alejados de la supervisión de las autoridades limeñas.27 En consecuencia, la irresistible presión social minó la política oficial de la Corona de preservar la existencia ficticia de repúblicas separadas de españoles e indios, basada en prohibirle a todo foráneo que residiera en las comunidades indígenas.28 La promiscuidad y el incremento de la fusión racial fueron estimulados aún más por el uso del trabajo de las indias con fines domésticos. A mediados del siglo XVI, la esclavitud personal de los indios había sido declarada ilegal, pero muchos emigraban a los 26. Lockhart, The Men of Cajamarca, pp. 153-54. 27. Véase en Lockhart, Spanish Peru, pp. 169-92, el papel que tuvieron las mujeres españolas en la temprana sociedad colonial. 28. Mörner, La corona española y los foráneos, es el análisis clásico de este intento fallido de imponer una separación física (y legal) entre españoles e indios.