COMUNICACIÓN | Page 74

148 JOHN FISHER Tanto los negros libertos de pura sangre (morenos) como los de ascendencia mixta (pardos) —que el censo de 1795 no distinguió— fueron reclutados en número considerable en las décadas de 1760 y 1770, para que sirvieran en las disciplinadas compañías de milicianos establecidas en las provincias costeñas del Perú durante el gobierno de Amat. Hay ciertos indicios de que su habilidad como milicianos —sobre todo durante la rebelión de Túpac Amaru— hizo que algunos oficiales españoles expresaran su preocupación ante la posibilidad de que llegasen a ser más hábiles en el uso de las armas que sus contrapartes blancas, con la amenaza subsiguiente a la estabilidad política y social.13 Es más, también está claro que los desafortunados intentos realizados por Areche en 1779 para imponer una “contribución militar” —un impuesto especial que buscaba reunir fondos con los que pagar el salario de los oficiales regulares nombrados para que entrenaran a las unidades de la milicia— a los libertos de la compañía de pardos libres de la milicia lambayecana provocó amenazas de resistencia armada, coordinadas por los oficiales, que obligaron al visitador a abandonar esta innovación fiscal.14 En Lima, en cambio, si bien las tensiones étnicas y la violencia gratuita eran comunes a fines del siglo XVIII, la mutua antipatía que sentían indios y negros en los sectores populares de la ciudad —Flores Galindo cita el sucinto comentario de Osorno, según el cual eran “irreconciliables”— permitió que los blancos mantuvieran el control social de su espacio urbano.15 Fuera de los límites municipales de la capital —en donde una mayor parte de los negros eran esclavos antes que libertos—, la resistencia a la servidumbre se expresaba abiertamente de cuando en cuando (por ejemplo, en los disturbios ocurridos en 1779 en la hacienda de San José La Pampa, cerca de Nepeña, en el corregimiento de Santa) o en fugas que conllevaban la fundación de palenques, comunidades de esclavos que 13. Ibid., pp. 142-43. 14. “Relación de la negativa de los Pardos libres de Lambayeque hacer la contribución militar”, AGI, Aud. de Lima, Leg. 1086. 15. Flores Galindo, Aristocracia y plebe, p. 169. La segunda (y póstuma) edición de esta obra c lásica lleva el sugerente título de La ciudad sumergida. SOCIEDAD, ETNICIDAD Y CULTURA 149 habían huido, definidas por una fuente como una “forma defensiva de acción social”.16 Al igual que la esclavitud, en el Perú el tráfico de esclavos durante el periodo colonial tardío ha llamado poco la atención de los investigadores. La mayoría ha aceptado al pie de la letra las quejas de la época según las cuales la decadencia de la agricultura, sobre todo en los valles costeños del norte, era a la vez causa y efecto de los problemas para conseguir nuevas remesas de esclavos del África, pues la esclavitud era incapaz de conservar su magnitud mediante la reproducción natural.17 Con todo, un estudio reciente sobre el trasfondo de la abolición de la esclavitud en el Perú sugiere que unas nuevas y sustanciales importaciones, que alcanzaban en promedio los 1,500 esclavos anuales, llegaron al virreinato entre 1799 y 1810 a través de Buenos Aires y Chile.18 Sea cual fuere el número real de esclavos en el Perú a comienzos del siglo XIX —una fuente sugiere 50,000 esclavos en 1824, otra 89,000 en 1812, cifras que son tal vez menos incompatibles de lo que parecen a primera vista dado que el comercio mismo prosiguió sólo hasta 1812, y que un número considerable fue reclutado por San Martín en 1820 para reforzar al ejército enviado desde Valparaíso a cambio de su libertad—, lo cierto es que la institución tenía la suficiente importancia para la elite costeña como para asegurar su supervivencia durante otras tres décadas más después del final del dominio español.19 Cuando la esclavitud fue finalmente abolida en 16. Lazo y Tord, El tumulto esclavo; Lazo y Tord, Del negro señorial al negro bandolero, p. 3. 17. La Corona hizo una serie de concesiones entre 1789 y 1798 para estimular el suministro de esclavos al Perú, entre ellas un decreto de 1796 según el cual podían ser importados libres de impuestos (Fisher, Government and Society, pp. 148-49), pero usualmente se decía que los que eran enviados a través de Buenos Aires tendían a ser vendidos allí, aun si oficialmente su destino era Lima: véase, por ejemplo, Avilés, Memoria, p. 96. Entre los estudios de la agricultura regional que tratan indirectamente sobre la institución esclavista tenemos a Cushner, Lords of the Land; Davies, Landowners in Colonial Peru; y Ramírez, Provincial Patriarchs. 18. Blanchard, Slavery & Abolition, pp. 3-4. 19. Ibid., p. 1; Campbell, “Black Power”, p. 142.