COMUNICACIÓN | Page 62

126 JOHN FISHER producidas en Huamanga había sido entregado a los corregidores para que las repartiesen a las comunidades de indígenas. La lluvia de telas importadas en el Alto Perú ciertamente repercutió en los obrajes de Huamanga, pero éste no fue sino uno de los varios factores debido en parte a que sus productos estaban destinados a los trabajadores de las minas, que por lo general recibían parte de su salario en telas y para los cuales las telas importadas eran un lujo que no podían permitirse. La principal competencia en el mercado altoperuano no vino, por lo tanto, de los fabricantes europeos, sino de los pequeños productores locales de piezas de lana y de chorrillos que producían piezas de algodón, incluyendo los que proliferaron durante este periodo en la ciudad de Arequipa.61 Sin embargo, a pesar de estos contratiempos, los obrajes de Huamanga sobrevivieron a la caída del mercado altoperuano al buscar y encontrar nuevas salidas para sus telas, tanto en la sierra, en donde los participantes indígenas en las ferias locales aparentemente contaban con el dinero necesario para hacer compras sustanciales (posiblemente debido a que la abolición del reparto les permitía retener su excedente para su consumo personal), como en Lima misma, en donde la desregulación del comercio posibilitó un acceso más libre al mercado. En este contexto resulta relativamente fácil comprender por qué motivo algunos sectores de la comunidad mercantil creían ser víctimas de las reformas comerciales de la década de 1770, mientras que otros estaban muy bien colocados como para aprovechar el ambiente general de crecimiento económico que caracterizó el último cuarto del siglo XVIII.62 En algunas partes del virreinato —el centro y el norte en particular—, las economías regionales fueron estimuladas por la recuperación demográfica de mediados de siglo, conjun61. En 1792 el intendente Álvarez comentó la rápida expansión de la producción de tocuyo en Arequipa en respuesta a la creciente demanda de los pobres de la ciudad, que no podían comprar los bienes europeos importados: Barriga, Memorias, 3, pp. 57-58. 62. Para mayor información sobre los comerciantes exitosos en este periodo véase Mazzeo, El comercio libre en el Perú; Mazzeo, “El comercio internacional”, y Mazzeo, “Comercio ‘neutral’ y comercio ‘privilegiado’”. Véase también García Vera, Los comerciantes trujillanos, y a Quiroz, Deudas olvidadas. ECONOMÍA, DEMOCRACIA Y REAL HACIENDA 127 tamente con las demandas fiscales más rigurosas del Estado y la relativa prosperidad del sector minero; en el sur, la separación del Alto Perú y el relativo estancamiento de la producción minera de Potosí y Oruro durante el periodo borbónico tardío produjeron dificultades económicas locales aunque, como señalasen los contemporáneos, hasta 1790 la exportación de productos alimenticios y aguardiente, ropa de la tierra y manufacturas importadas siguió brindándole al amputado virreinato su más rentable comercio regional.63 Sin embargo, y como señalase con pesimismo el Consulado en 1790, las perspectivas de incrementar las exportaciones agrícolas fuera de este mercado regional un tanto cautivo se veían obstaculizadas por los altos costos del transporte incluso dentro del virreinato, así como por el simple problema geográfico —que persistiría hasta el advenimiento del ferrocarril y el barco a vapor, la apertura del oeste norteamericano y la construcción del canal de Panamá a fines del siglo XIX y comienzos del XX— de que el Perú estaba en el lado equivocado de Sudamérica, en lo que respecta a los mercados europeos y la costa oriental de los Estados Unidos. Así, aún cuando el virreinato podía producir una muy amplia gama de productos agrícolas, incluyendo al algodón, azúcar, tabaco y otros cultivos comerciales, su consumo quedaba restringido a los mercados locales y regionales, en tanto que la contribución de los productos agrícolas y naturales peruanos al comercio de ultramar se limitaba a aquellos productos que otras partes del imperio no podían producir: fundamentalmente la cascarilla y la lana de vicuña (y el reexportado cacao de Guayaquil). Por lo tanto y al igual que antes, la clave del progreso económico y comercial peruano después de 1750 seguía encontrándose en el rendimiento del sector minero, situación ésta que sobreviviría a la independencia y perduraría hasta el advenimiento del boom guanero en la década de 1840.64 63. Vargas Ugarte, ed., “Informe del Tribunal del Consulado”; varias de las observaciones y cifras de la representación hecha por el Consulado en 1790 fueron publicadas por el Mercurio Peruano en 1791: véanse en particular los Nos. 24, 24 de marzo de 1791; 25, 27 de marzo de 1791; y 31, 17 de abril de 1791. 64. Deustua, La minería peruana, es el mejor análisis del sector minero en el periodo inmediatamente posterior a la independencia. El papel que la minería tuvo en