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JOHN FISHER
que la ruptura de este frágil acuerdo durante la Guerra de los Siete
Años (1756-1763), al cual España y Portugal ingresaron en bandos
opuestos en 1762, constituyó el telón de fondo de la eventual formación del virreinato del Río de la Plata en 1776, que a la larga privaría al virreinato peruano del Alto Perú.
Sin embargo, en el corto plazo, un resultado inmediato de la
reconciliación temporal de España e Inglaterra (y Portugal) en la década de 1750, y, hasta cierto punto, de la regeneración moderada
de la administración financiera y la actividad económica en la España
peninsular gracias a la paciente reestructuración emprendida durante
el reinado de Felipe V, fue que el valor del comercio legal entre la
península y América comenzó a crecer. Entre 1710 y 1747, el índice
del tonelaje subió modestamente de una cifra base de 100 a comienzos de siglo a un promedio de 160, no obstante las persistentes
hostilidades con Inglaterra, principalmente debido a la demanda
generada por el crecimiento económico de América misma. Entre
1748 y 1778, en cambio, el índice subió a 300, un resultado que hizo
que la principal autoridad española sobre el tema anotara que “la
tendencia del crecimiento progresivo y continuo, aunque comparativamente más lento en la primera etapa, es la característica del
siglo XVIII”.31 Como siempre, los metales preciosos, que representaban el 76% de las importaciones totales de este último periodo,
fueron la clave, duplicándose las importaciones a Cádiz (principalmente de la Nueva España) de un promedio de 6.9 millones de
pesos anuales antes de 1748 a 13.7 millones en adelante. Sin embargo, un importante factor coadyudante fue la decisión, tomada
después del final de la Guerra de la Oreja de Jenkins, de abandonar
definitivamente los galeones en favor de una política de despachar
regularmente navíos de registro a los puertos chilenos y peruanos,
no obstante las presiones que los consulados de Lima y Cádiz ejercieron para que se restaurasen las ferias ístmicas.32
En realidad, la Corona resistió firmemente esta presión. Para
decepción del Consulado de Lima, una consecuencia del uso cada
vez más frecuente dado a la ruta del Cabo de Hornos después de
31. García-Báquero, Cádiz y el Atlántico, 1, pp. 541-42
32. Brading, “Bourbon Spain”, p. 411.
ECONOMÍA, DEMOCRACIA Y REAL HACIENDA
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1748 para el comercio con Chile y Perú, fue la creciente incorporación de Buenos Aires al sistema comercial imperial no obstante su
exclusión nominal, a medida que los comerciantes españoles intentaban explotar las oportunidades del Río de la Plata, presentadas
por la abolición de los privilegios de la Compañía del Mar del Sur
en 1750. Éste fue el periodo en el cual autores mercantilistas como
José del Campillo, tomando parcialmente en préstamo la obra de
Gerónimo de Uztáriz, pedían una radical reorganización del sistema
comercial del imperio. De este modo se usaría el potencial de las
posesiones americanas de España como proveedoras de materias
primas a la madre patria y consumidoras de sus manufacturas, objetivos que únicamente podían alcanzarse, decían, mediante la abolición total del monopolio de Cádiz y del sistema de flotas.33 Si bien
en 1754 la Corona se movió en dirección opuesta, restaurando las
flotas bianuales hacia Vera Cruz y las ferias comerciales en Jalapa
para proveer a la Nueva España, el profundo trauma y la humillación sufrida por España en la Guerra de los Siete Años —en particular con la captura de La Habana y las Filipinas por las fuerzas
británicas— le dio a Carlos III, el nuevo rey, y a sus ministros un
objetivo y la dirección necesarios para formular e implementar “las
reformas borbónicas”.34
En un principio Portugal, como leal aliado de Inglaterra, se
benefició con la Guerra de los Siete Años, permitiéndole el Tratado
de París de 1763 retener Sacramento, su puesto de avanzada frente
a Buenos Aires, pero en 1776 su complacencia, al igual que la de su
protector, habría de recibir un duro golpe luego del estallido de la
Guerra de la Independencia de los Estados Unidos (1776-1783).
Tan pr onto como la guerra estalló, España aprovechó la preocupación británica con Norteamérica y logró expulsar definitivamente a
las fuerzas portuguesas al Brasil, luego de establecerse el nuevo virrei33. Campillo, Nuevo sistema; Ustáriz, Theorica y práctica.
34. El beneficiario más inmediato fue Cuba, devuelta a España en 1763 por el Tratado
de París, más sólo a cambio del traspaso de la Florida a Gran Bretaña. Como
señala Kuethe, “la vulnerabilidad del vasto imperio americano de España quedó
expuesta a todo el mundo” con la captura de La Habana por parte de los ingleses:
Kuethe, Cuba, p. 3.