COMUNICACIÓN | Page 53

108 JOHN FISHER dísticas más detalladas producidas en 1795 por Joaquín Bonet, quien diera información sobre el tamaño, la economía y la población de cada partido —basada en las revisitas de tributarios más recientes emprendidas por los funcionarios locales— como parte de su plan de darle a los subdelegados un salario relacionado con los recursos de los partidos individuales.12 Las cifras de Bonet muestran una población total de 1’115,207 habitantes, de los cuales 648,615 (58%) fueron clasificados como indios, 244,313 (22%) como mestizos, 140,890 (13%) como españoles y 81,389 (7%) como negros (40,385 esclavos y el resto libertos).13 En términos globales el virreinato tenía menos del 20% de la población de la Nueva España, pero en términos relativos los blancos (españoles) eran aún menos: como lo mostrase Humboldt, en la Nueva España éstos conformaban el 16% de la población total, pero en el Perú la cifra estaba más cerca de la de Jamaica (10%).14 Es más, en el Perú los indios, que constituían el 58% de la población total en comparación con un 41% en Nueva España, habían conservado su identidad racial en mayor grado, así como su separación espacial de la población “española”, que tendía a concentrarse en la costa en lugar de estar distribuida del mismo modo por todo el virreinato. Debemos tener en cuenta, claro está, que estas clasificaciones constituían actitudes sociales y fiscales antes que intentos de asegurar una rígida medición de la composición racial de la sociedad: por ejemplo, un “indio” estaba obligado a pagar tributo pero no el diezmo eclesiástico; un mestizo, en cambio, estaba libre de ser registrado 12. Ignacio de Lequanda, un antiguo funcionario de la Real Hacienda en Huamanga, llamó la atención sobre lo incompleto de las cifras de 1792 en su “Estado geográfico del virreynato del Perú, sus intendencias, partidos, doctrinas, pueblos anexos y sus pobladores con distinción de clases y sexos”, BL, Additional Mss. 17,580, f. 52. [Su apellido aparece ocasionalmente como Leguanda, aunque figuró como José Ignacio de Lecuanda en el Mercurio Peruano: “Discurso sobre el destino que debe darse a la gente vaga que tiene Lima”, Vol. X, nos. 327-328, 20 y 23 de febrero de 1794, pp. 120-32.] 13. Bonet a Gil, 29 de diciembre de 1795, adjuntando estado, AGI, Indiferente General, Leg. 1525. Un resumen del mismo fue reproducido en Fisher, Government and Society, pp. 251-53. 14. Humboldt, Ensayo político, p. 78. ECONOMÍA, DEMOCRACIA Y REAL HACIENDA 109 como tributario (a pesar de la poco juiciosa orden dada por Areche en noviembre de 1779, según la cual los cholos, mestizos y zambaigos debían ser incluidos en las nuevas revisitas), pero estaba obligado a pagar otros impuestos.15 La clasificación de las personas reflejaba, por lo tanto, la decisión a menudo arbitraria que los funcionarios locales hacían sobre las categorías fiscales, en particular en lo que respecta al status de los grupos de raza mixta, y no un racismo institucionalizado.16 Ello no obstante, es relativamente fácil comprender tanto el desdén por los indios como el aislamiento sociorracial de los 20,000 españoles que vivían en la ciudad de Lima a fines del siglo XVIII, junto a 4,000 indios, 5,000 mestizos, 10,000 negros libertos y 13,000 esclavos. Sin embargo, en algunas de las ciudades más pequeñas de la sierra, los españoles estaban literalmente rodeados por indios y necesariamente establecían relaciones sociales y económicas mucho más estrechas con ellos que sus contrapartes costeñas: en la ciudad de Huamanga, por ejemplo, no más de 300 españoles vivían junto con 7,000 indios y mestizos, y las proporciones eran similares en Tarma, otra capital provincial que contaba con 1,700 españoles, 19,000 indios y 14,000 mestizos. En otras partes del Perú los blancos eran superados por los indios, castas y negros por un factor que iba de un máximo de 20 : 1 en la provincia de Huamanga (5,507 españoles en una población total de 109,185) a un mínimo de 3.5 : 1 en la provincia de Arequipa (138,136 : 39,587). El censo de 1795 —o para ser más preciso, el examen de población de 1792 que fue su base— ha sido usado como el punto de partida de los relativamente escasos estudios serios sobre la evolución demográfica del Perú a fines de la colonia y comienzos de la república, preparados por investigadores del siglo XX.17 También yacía detrás del “censo” de 1812 teóricamente llevado a cabo por 15. Hubo una relación directa entre los intentos de Areche por ampliar la base tributaria y los serios disturbios ocurridos en la ciudad de Arequipa en enero de 1780: Cahill, “Taxonomy”, p. 266; Lewin, La rebelión de Túpac Amaru, pp. 156-57. 16. Sobre este tema véase Cahill, “Colour by Numbers”. 17. Véase, por ejemplo, Kubler, The Indian Caste; Pini Rodolfi, “La población del Perú”; Vollmer, Bevölkerungspolitik.