102
JOHN FISHER
tradicionales, convirtiéndolas en fuentes de materias primas para
las industrias españolas y en consumidoras de sus productos.3
Entre 1782 y 1796, cuando la ausencia de conflictos importantes entre España e Inglaterra le permitió a los comerciantes hispanos
comerciar con América sin temor a que sus navíos fuesen atacados,
el valor de las exportaciones hispanas a, e importaciones de, la América española se incrementó dramáticamente en comparación con
los niveles alcanzados en 1778, el año en que se promulgó el Reglamento de comercio libre: durante este periodo, las exportaciones
de España a América crecieron en promedio en 400%, y las importaciones llegadas de esta última a la península subieron en más de
1,000%.4 Aunque la importancia relativa que los metales preciosos
tenían en las importaciones cayó, el oro y la plata siguieron constituyendo no menos del 56% del valor de las importaciones americanas
llevadas a España en dichos años, seguidos (de lejos) por el tabaco
(14%), el cacao (8%), el añil (5%), la cochinilla (4%), el azúcar (3%),
las pieles (3%) y una amplia gama de otros productos americanos,
que incluía a la cascarilla, el palo de tinte, el algodón, el cobre, la
lana de vicuña, las hierbas y especias, y los productos medicinales.
En el siglo XVIII, al igual que antes, Cádiz —que siguió dominando
el comercio con el Perú, no obstante haberse concedido permiso a
otros puertos para que traficaran directamente con el Pacífico—
actuó esencialmente como un puerto intermedio en donde estos
bienes americanos eran intercambiados por los productos manufacturados del mundo no hispano, los que eran luego reexportados
a América.
El impacto que tuvieron los productos americanos desconocidos
antes de 1492, sobre la cultura material europea —por ejemplo, el
tabaco, la papa, el tomate, el chocolate y el maíz— no tiene interés
para este libro, pues su asimilación a la dieta del Viejo Mundo ya se
3.
El trasfondo de las reformas comerciales de la década de 1770 se examina en
Fisher, Commercial Relations, pp. 9-19.
4.
Fisher, The Economic Aspects of Spanish Imperialism, pp. 134-86, presenta un
cuadro general de estos resultados. Si bien en teoría la guerra de la independencia
de los Estados Unidos prosiguió hasta 1783, el grueso de las hostilidades cesó en
1782.
ECONOMÍA, DEMOCRACIA Y REAL HACIENDA
103
había dado antes del periodo Borbón; lo mismo vale en términos
generales para productos tales como el azúcar y las especias, los
cuales, aunque no del todo desconocidos en Europa antes del descubrimiento de América, dejaron gradualmente de ser un lujo y
pasaron a ser artículos de consumo popular durante la era de los
Habsburgo. En el siglo XVIII, no obstante, se dieron algunos cambios
significativos en la dieta europea debido a las influencias americanas,
aunque tal vez por razones sociales más que económicas: un ejemplo
es el incremento en el consumo del café. Como jamás se cansaban
de señalar los observadores contemporáneos, el Perú era capaz de
producir un excelente café y una inmensa gama de otros productos
agrícolas, pero el alto costo de su transporte al mercado europeo
hacía que la mayor parte de ellos no pudiese competir con aquellos
procedentes de otras fuentes americanas.5 En general, y a pesar de
las variantes regionales, en el transcurso del siglo XVIII Iberoamérica
logró intensificar dramáticamente la producción y distribución en
Europa —tanto a través del comercio legal como del contrabando—
de las materias primas urgentemente requeridas por las industrias
textiles en expansión de Inglaterra, Francia, Alemania, los Países
Bajos y España (Cataluña) —algodón, añil, cochinilla, palo de tinte—, así como de los demás productos primarios, sobre todo los
cueros de vaca necesarios en sociedades en trance de desplazar su
eje socioeconómico del campo a la ciudad, incrementando así la
demanda de la producción fabril.
El reverso de esta ecuación fue que en la Europa del XVIII, la
producción fabril necesitaba no sólo una provisión segura de materias primas, sino también el acceso a los mercados de ultramar que
pudiesen generar las ganancias con las cuales comprar estos materiales (y permitir la acumulación de capital, tanto para el consumo
conspicuo como para la inversión). Esta motivación —el deseo de
contar con un acceso directo a los mercados americanos ya fuera a
través de Cádiz, de permisos especiales para un comercio directo
(los asientos de negros, por ejemplo), o del contrabando— fue,
5.
La “Idea succinta del comercio del Peru...”, BL, Egerton Ms. 771, ff. 96-113, 13149, presenta una lista alfabética y una descripción de los recursos animales y
vegetales del Perú.