COMUNICACIÓN | Page 49

JOHN FISHER CAPÍTULO III ECONOMÍA, DEMOCRACIA Y REAL HACIENDA SEGÚN LA HISTORIOGRAFÍA económica hispanoamericana, durante el siglo XVIII las posesiones españolas de ultramar y la cultura material y económica de Europa se integraron cada vez más, y el intercambio intelectual y cultural entre el Viejo y el Nuevo Mundo se profundizó.1 En el ámbito material, durante el periodo borbónico se dieron cambios sustanciales en el intercambio comercial entre Europa y América, sobre todo en lo que respecta a la intensidad de sus flujos y distribución regional, más que a su naturaleza fundamental. Por ejemplo, el que a comienzos del siglo XVIII los azucareros del norte peruano perdiesen sus mercados en Buenos Aires y su hinterland debido a la competencia brasileña, o que en la década de 1790 Brasil y Cuba reemplazaran a Santo Domingo como la mayor fuente americana del azúcar que se consumía en Europa, fueron hechos de considerable importancia para las economías regionales, pero no alteraron las actitudes europeas o americanas con ECONOMÍA, DEMOCRACIA Y REAL HACIENDA respecto a la importancia o utilidad de dicha mercancía.2 De igual modo, el hecho de que la producción de plata de Potosí disminuyese en el siglo XVIII, en tanto que la de la mayor parte de los centros mexicanos se incrementaba, no afectó significativamente la posición europea sobre la importancia intrínseca de los metales preciosos (aunque influyó en las políticas comerciales y estratégicas usadas con la esperanza de intercambiar manufacturas europeas por productos americanos). Al igual que en los siglos XVI y XVII, en la Europa del siglo XVIII América continuó siendo sobre todo una fuente de metales preciosos —de plata principalmente—, que eran esenciales para el funcionamiento del capitalismo moderno y para financiar el comercio europeo con otras regiones del mundo, principalmente con el Lejano Oriente. Como se explicará más adelante, durante el transcurso del siglo, la producción oficial de plata peruana se mantuvo relativamente constante (aunque hubo un desplazamiento relativo de la producción del Alto al Bajo Perú) en unos diez millones de pesos anuales, mientras que la de Nueva España se multiplicó varias veces, llegando a alcanzar unos 25 millones de pesos (las dos terceras partes de toda la producción hispanoamericana) en 1799. Estas cifras no incluyen la plata que no estaba registrada —en parte para evadir los impuestos o permitirle entrar en los canales de contrabando—, la cual, según estimados contemporáneos, comprendía del 30% al 50% de la producción registrada. El comercio español con América —en teoría el único comercio internacional permitido a los peruanos después de las dos primeras décadas del siglo XVIII, cuando el acceso francés a los puertos del Pacífico se prohibió— siguió dominado por la importación de metales preciosos incluso después de 1778, cuando la Corona intentó promover una política de comercio libre más liberal, con la esperanza de promover el crecimiento económico de regiones hasta ese entonces descuidadas por las rutas comerciales 2. 1. Este tema se desarrolla en varios ensayos publicados en Andrien y Johnson, The Political Economy of Spanish America, así como en Brading, “Bourbon Spain”. 101 En 1784, el Cabildo de Trujillo citó la importación ilegal de azúcar brasileña a Hispanoamérica vía Buenos Aires, como un factor decisivo en la decadencia de la agricultura en el norte del Perú: Escobedo a Gálvez, 16 de enero de 1784, AGI, Lima, Leg. 1100.