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JOHN FISHER
la Audiencia del Cuzco.75 Sin embargo, otra recomendación hecha
por el Consejo de Indias para que la intendencia de Arequipa fuese
asimismo transferida a la Audiencia del Cuzco fue rechazada por el
gobernador del Consejo de Indias, el marqués de Bajamar, aduciendo que no debían tomarse más medidas que disminuyeran el
prestigio de la capital virreinal.76
En términos generales, el persistente nerviosismo que había en
Lima y Madrid con respecto a los límites de la diócesis del Cuzco y,
a partir de 1787, a la jurisdicción de la audiencia, reflejaba la persistencia de las dudas sobre la lealtad de la ciudad y su hinterland,
luego de la rebelión de Túpac Amaru. También se debieron a una
preocupación específica con el papel que le cupo en la planificación
de la rebelión a Moscoso, el obispo arequipeño de la ciudad, de
quien se sospechaba había animado a Túpac Amaru a que ejecutase
a Arriaga, con quien había tenido prolongados desacuerdos durante
la década de 1779.77 Mata Linares, el primer intendente del Cuzco,
estaba convencido de su complicidad en la rebelión —y en realidad
también de varias prominentes familias criollas cercanas al obispo—, y en 1784 sostuvo que “mientras el señor Moscoso viva, o al
menos permanezca en esta parte de América, habrán conspiraciones.
Su corazón está lleno de odio a España”.78 Convencido de que las
autoridades en Lima no eran plenamente conscientes de cuan seria
era la situación de la seguridad en el Cuzco, en 1785 Mata llegó a la
conclusión de que “aquí se ríen de las órdenes del rey”.79 El paranoico
Gálvez probablemente estaba más convencido de la verdad de estas
acusaciones que Escobedo y Croix, pero era tal la autoridad simbólica
y real de un obispo que tomó nota del consejo que este último le
diera, según el cual una acción apresurada “inflamaría y reviviría el
grito de rebelión”.80 Moscoso fue, por lo tanto, llamado a Madrid en
75. Real Cédula, 1 de febrero de 1796, AGI, Lima, Leg. 610.
76. Bajamar a Eugenio de Llaguno, 10 de octubre de 1795, AGI, Lima, Leg. 599.
77. Véase a Vargas Ugarte, Por el rey; Campbell, “Rebel or Royalist?”.
GOBIERNO, DEFENSA E IGLESIA
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1786, pero en lugar de ser procesado se le transfirió a la rica diócesis
española de Granada en 1789. Su reemplazante en el Cuzco, el andaluz Bartolomé María de las Heras, un futuro arzobispo de Lima,
era precisamente el tipo de “eclesiástico diplomático e instruido, quien
con su prudencia, tacto y afabilidad calmara las mentes de sus habitantes”, que Croix pidiera en 1786.81 Luego de la transferencia del
belicoso Mata a la regencia de la Audiencia de Buenos Aires, las relaciones entre sus sucesores Corral y Ruiz, ambos militares peninsulares, y el nuevo obispo del Cuzco fueron por lo general buenas:
los tres se veían a sí mismos esencialmente como representantes de
la Corona, encargados de reprimir tanto la insurgencia indígena como las conspiraciones criollas.82
A nivel de las doctrinas, una parte del bajo clero pasó a defender
la insurgencia y, hasta cierto punto, a las clases bajas durante los disturbios ocurridos a comienzos de la década de 1780, y en mayor
medida durante 1810-1824. Sin embargo, la mayoría siguió identificándose con la minoría blanca de españoles americanos, mientras
que la Iglesia como institución, representada por el alto clero predominantemente peninsular, aceptaba que su papel general era servir
al Estado colonial. Si bien la Corona, por su parte, era capaz de
tomar esta lealtad como un hecho, como lo demostrase la política
de la consolidación de 1804-1808, ella tendía a respetar por lo
menos las apariencias de la autoridad episcopal. Por lo tanto, las
sensibilidades episcopales fueron, como vimos, respetadas en el macronivel, no obstante los enfrentamientos ocasionales con prelados individuales, mientras que los límites diocesanos existentes fueron una
poderosa limitación para las posibilidades que la monarquía regalista
tuvo de trazar límites administrativos seculares siguiendo líneas racionales y coherentes, incluso durante el apogeo de la implementación
de su programa de reformas en la década de 1780.
Es obvio que en el micronivel cada diócesis estaba dividida en
doctrinas, ocupada cada una de ellas por uno o más curas, los más
influyentes o ambiciosos de los cuales podían aspirar a ser nombrados
78. Mata a Gálvez, 30 de agosto de 1784, AGI, Cuzco, Leg. 35.
79. Mata a Gálvez, 4 de agosto de 1785, AGI, Cuzco, Leg. 35.
81. Ibid.
80. Croix a Gálvez, reservada, 20 de mayo de 1786, AGI, Cuzco, Leg. 4.
82. Para mayor información sobre las carreras de Corral y Ruiz , véase el apéndice 3.