COMUNICACIÓN | Page 42

86 JOHN FISHER mentaciones sobre la disciplina eclesiástica aprobadas por el concilio provincial celebrado en Lima entre 1772 y 1773 —con la presencia del arzobispo de Lima, los obispos del Cuzco, Huamanga, Santiago y Concepción, y los apoderados de los obispos de Arequipa, Trujillo, Panamá y Quito—, desaparecieran subsiguientemente en la ciénaga burocrática de Madrid.55 Del mismo modo, las visitas de las órdenes regulares tendían a no lograr mejorar el nivel de la vida comunal de monasterios y conventos, debido en parte a la misma insistencia, bajo el sistema del vicariato, en la autoridad que lo secular tenía sobre los asuntos eclesiásticos. Los frailes que deseaban frenar las restricciones a sus actividades propuestas por los visitadores y sus provinciales sabían, por ejemplo, que podían apelar en contra suya primero ante las cortes eclesiásticas y, en última instancia, ante las audiencias y el Consejo de Indias. En términos generales resulta difícil establecer si, en definitiva, la subordinación de la Iglesia a la Corona le fue beneficiosa a largo plazo. Al igual que en el caso de México, hay ciertos indicios de que el evidente asalto a la autonomía eclesiástica, tanto en términos de su autoridad general como de su fuero, les dio a algunos curas —en especial en la diócesis del Cuzco— un incentivo para respaldar a la insurgencia en contra del dominio hispano, y los medios con que reclutar el respaldo popular para la independencia recurriendo al argumento de que no era sólo la Iglesia, sino la religión misma, lo que el nuevo regalismo de los Borbones había puesto en peligro.56 Sin embargo, en el corto plazo, el control de la Iglesia le dio a la Corona la oportunidad de usar sus inmensas riquezas, en particular durante la primera década del siglo XIX, cuando el decreto de consolidación del 26 de diciembre de 1804 ordenó el secuestro de los fondos píos de América y su envío a España.57 Aunque técnicamen- 55. Los obispos altoperuanos asistieron a otro concilio provincial en La Plata. Los detalles del concilio limense se encuentran en Amat, Memoria, pp. 79-85. 56. Este tema está desarrollado en Cahill, “Curas and Social Conflict”. Véase también Aparicio Vega, El clero patriota. 57. “Endeudamiento estatal”, presenta un sucinto resumen de este complejo proceso, así como una guía de las fuentes donde conseguir mayor información. GOBIERNO, DEFENSA E IGLESIA 87 te legítima bajo las convenciones de la regalía, la decisión real de apropiarse de este capital acumulado, buena parte del cual no era fácilmente accesible por haber sido usado en hipotecas sobre inmuebles seculares, produjo una considerable confusión financiera, social y económica en América. La Nueva España —que produjo las dos terceras partes de los 15.4 millones de pesos recaudados entre 1805 y 1808— fue golpeada de modo particularmente duro, y no menos por el hecho que buena parte del bajo clero dependía del ingreso proveniente de dotaciones para complementar sus estipendios. Las quejas fueron menos directas en el Perú, donde la junta superior de consolidación recaudó casi 1.5 millones de pesos hasta 1808, procedentes de las capellanías y obras pías. Sin embargo, el proceso allí también erosionó la autoridad moral del Estado a ojos del bajo clero y los pequeños propietarios, sin cuyo continuo respaldo la Corona en última instancia sería incapaz de conservar la estructura imperial.58 Los cambios ocurridos en el siglo XVIII en el equilibrio del poder entre la Iglesia y el Estado arriba descritos, fueron introducidos sobre el trasfondo de una estructura eclesiástica relativamente inflexible y anticuada, en la cual el elemento clave era el obispado, una institución introducida en América por vez primera con la creación de la diócesis de Santo Domingo en 1504 y luego extendida progresivamente al continente en la primera mitad del siglo XVI, con las conquistas de la Nueva España y el Perú.59 Luego de la reorganización territorial de la década de 1770, el virreinato del Perú se vio reducido a cinco diócesis, cuatro de ellas fundadas en el siglo XVI (Cuzco en 1537, Lima en 1541, Arequipa y Trujillo en 1577) y una quinta —Huamanga— que databa de comienzos del XVII. Una sexta diócesis, la de Mainas, fue nominalmente establecida en 1803 en los territorios mal definidos de las misiones que comprendían el norte peruano y el sur del reino de Quito, pero su primer beneficiado pasó la mayor 58. Ibid, pp. 569-72. Una vez deducidos los salarios y las comisiones, la Corona recibió 14 millones de pesos de la consolidación que fueron remitidos a España como libranzas. 59. A fines del siglo XVIII había 42 diócesis en toda América hispana, 31 de las cuales databan del siglo XVI, 5 del XVII y 6 del XVIII. Otras 3, incluyendo a Mainas (1803), fueron fundadas por Pío VII en 1803-1806: Morales Padrón, Atlas, 2: pp. 496-99.