82
JOHN FISHER
durante la rebelión de Túpac Amaru.48 La masacre de 390 milicianos
en Sangarará a mediados de noviembre de 1780, conjuntamente
con los frenéticos pedidos de refuerzos que llegaban del Cuzco —la
primera respuesta de Jáuregui fue enviar a Avilés con 200 hombres
del Regimiento de Mulatos de Lima—, hicieron que en Lima y
en Madrid se dudase no sólo de la fidelidad de los cuzqueños, sino
también del grado real de pr eparación y utilidad de las unidades de
milicia de la sierra. De hecho, el ejército de 15,000 hombres enviado
desde el Cuzco en marzo de 1781 bajo el mando del mariscal de
campo José del Valle y de otros oficiales españoles regulares, para
que atacaran a los insurgentes en su baluarte de Tinta, excluyó virtualmente a la milicia de la ciudad, constando más bien casi íntegramente de 14,000 reclutas indios proporcionados por caciques
hostiles a Túpac Amaru.49
Gálvez estaba tan preocupado por la fidelidad del Perú durante
las últimas etapas de la rebelión, que en 1783 envió dos regimientos
de infantería españoles —los de Soria y Extremadura— al virreinato.50 Cuando estas fuerzas llegaron al Perú vía Panamá, fueron
acantonadas en Arequipa y Cuzco (así como en varias otras ciudades
en el Alto Perú) antes de ser licenciadas en 1787, incorporándose
los oficiales que eligieron permanecer en el Perú al Regimiento Real
de Lima, que llegó a tener una fuerza de tres batallones y 1,500
hombres. Por lo tanto, desde 1787 el Perú tenía 1,681 fuerzas regulares sobre el papel: había pequeños destacamentos en Tarma y
Cuzco, y en la propia Lima había, además del nuevo regimiento,
una compañía de artillería y la guardia virreinal.51 Estos veteranos
fueron complementados con una milicia drásticamente podada de
48. Campbell, “The Army of Peru”, se ocupa específicamente de la rebelión de Túpac
Amaru. Véase también del mismo autor, Military and Society, pp. 99-153, y “After
the Fall”.
GOBIERNO, DEFENSA E IGLESIA
83
40,000 hombres, situados mayormente en las provincias costeñas,
un tercio de la cual ingresó a la categoría de “disciplinada” (esto es,
que recibían un entrenamiento regular y tenían acceso al fuero
militar) a partir de 1793.52 Éstas fueron esencialmente las fuerzas
—completadas, en el caso del Alto Perú, con reclutas indios— que a
partir de 1809 conformaron el “ejército del Perú” que combatió
por la causa realista y contra la insurgencia en Quito, Chile, el Alto
Perú y, a partir de 1820, en el amputado virreinato peruano. En
otras partes de Hispanoamérica, y sobre todo en el Río de la Plata
entre 1806 y 1807, el éxito que las milicias tuvieron al defender su
tierra natal de la invasión extranjera le dio a los ejércitos criollos
la fortaleza y la confianza que llevaron directamente al rechazo de la
autoridad hispana en 1810. En el Perú, en cambio, los criollos, que
no sólo lideraban las unidades de la milicia sino que en 1810 también
dominaban los regimientos de tropas regulares de Lima, creyeron,
por lo menos hasta 1820 —y en muchos casos hasta 1824—, que
el fidelismo garantizaba mejor sus intereses que la insurgencia, dada
la composición social del virreinato.
En términos generales, la disposición que los reformadores borbones tuvieron para extender y conceder privilegios a los militares a
fines del siglo XVIII contrasta fuertemente con su actitud para con la
Iglesia, y específicamente con su política de reducir el fuero eclesiástico
mientras extendían el fuero militar. Este proceso estuvo inextricablemente ligado a la doctrina del regio vicariato, desarrollada por
teóricos españoles como Antonio Joaquín de Ribadeneyra y Barrientos, Antonio Álvarez Abreu (cuyo tratado, Víctima real legal, le
ganó una pensión real y el título de marqués de la Regalía) y Manuel
Josef de Ayala. En términos simples, su tesis era que además del
patronato —el corpus de concesiones papales hechas a la Corona
española en el inicio mismo del periodo colonial, gracias al cual ésta
podía escudriñar todas las ordenanzas, leyes e instrucciones emitidas
49. Campbell, “The Army of Peru”, pp. 48-50.
50. Gálvez a Croix, 28 de marzo de 1783, AGI, Lima, Leg. 640, adjuntando el “Informe
del Rey a d’n Teodoro de Croix, instruiendole de los principales acaecimientos en
el Reyno del Peru...”.
51. Marchena Fernández, “The Social World of the Military”, presenta un análisis
detallado de la participación criolla en el cuerpo de oficiales del regimiento.
52. El despliegue de la milicia —básicamente en tres comandancias, cada una de las
cuales era supervisada por un grupo de oficiales regulares— es mostrado por el
“Estado que manifiesta el pie y fuerza de los cuerpos de Milicias Provinciales
Disciplinadas y Urbanas de Infantería, Caballería y Dragones, que hay en este
Virreynato del Perú”, 19 de julio de 1802, BNP, Ms. D4717.