COMUNICACIÓN | Page 37

76 JOHN FISHER Jáuregui, el nuevo virrey, coincidía con él en este punto, a pesar de que en general no podía trabajar con Areche.30 Jáuregui decretó la abolición del sistema de reparto a los pocos días de recibir noticias del Cuzco sobre la dimensión y la naturaleza de la rebelión indígena, iniciada el 4 de noviembre con el arresto de Antonio de Arriaga, el corregidor de Tinta (y que entró a una nueva fase el 10 del mismo mes con la ejecución de este último), dadas “las injurias y daños que causaban a los indios, cuyas quejas inundaban los tribunales”.31 Otros prominentes funcionarios civiles y militares peninsulares respaldaron la audaz medida del virrey y, si bien en el corto plazo estaban comprometidos con el uso irrestricto de la fuerza militar y las represalias para aplastar la rebelión, también estaban decididos a que el sistema del repartimiento en particular, y los corregidores en general, no fueran restaurados con la pacificación de la sierra. Gabriel Avilés —un futuro virrey del Perú (1801-1806)—, quien dirigiera la principal fuerza militar enviada al sur del Perú a sofocar la rebelión, tuvo una posición especialmente firme sobre el particular: en 1782 le informó a Gálvez en términos nada ambiguos, y en base no sólo a sus recientes experiencias sino también a una década de residencia en el Perú antes de 1780, que “la mayoría de los corregidores, cegados por la codicia y llevados por el incentivo de las ganancias usureras, creían justo forzar una esclavitud tiránica de los indios”.32 Es claro que le estaba predicando a quien ya era un converso, pues Gálvez había tomado una posición similar varios años antes, en base no sólo a los testimonios escritos sino también a su 30. En setiembre de 1781 Gálvez decidió retirar a Areche y transferir el mando de la visita general a Jorge Escobedo, quien conspicuamente había tenido más éxito en cumplir su cometido como subdelegado de la visita en Potosí: ibid., pp. 50-55. Para mayor información sobre su carrera véase el apéndice 2. GOBIERNO, DEFENSA E IGLESIA 77 propia experiencia en la Nueva España. Ahora, las dimensiones y la intensidad de los disturbios ocurridos en el sur del Perú, así como el temor, no del todo paranoico, de que Gran Bretaña estuviera considerando atacar la costa peruana con la esperanza de aprovechar el descontento interno, hizo que el problema de erradicar la mala administración de las provincias fuera más urgente. Gálvez dio instrucciones tanto a Escobedo, el nuevo visitador, como a Croix, el virrey entrante, de que procedieran a abolir el repartimiento sin demora o distracción, como parte integral del reemplazo de los corregidores con intendentes y subdelegados en todo el Perú .33 Estimulado, a comienzos de 1783, por otro claro testimonio de Avilés sobre cuán probable era que los corregidores que regresaban a las devastadas provincias provocaran nuevos disturbios, insistiendo en cobrar viejas deudas a las comunidades rurales y hacer nuevos repartos, Gálvez decidió en marzo destituir a Jáuregui por su “ineptitud” —Avilés había criticado su indecisión para proseguir la campaña contra los insurgentes sobrevivientes en 1782 y su parcialidad para con los comerciantes limeños, quienes estaban presionando a los corregidores para que pagaran los bienes del reparto qu e les habían sido dados a crédito antes del estallido de la rebelión— y luego tomar medidas inmediatas para extender el sistema de intendencias al Perú.34 Antes de 1780, le informó el ministro a Croix, “en el Perú la atención se prestaba solamente a la extorsión del pobre indio para toda posible ganancia temporal... Alrededor de ellos veían sólo tiranos...”.35 En cambio, la introducción del sistema de intendentes “por medio de la efectiva y única medida de abolir los corregimientos y nombrar en las provincias magistrados selectos con 33. Hay ciertos indicios de que en setiembre de 1781, el exiliado jesuita peruano Juan Pablo Viscardo y Guzmán intentó interesar a los funcionarios consulares británicos en Italia en la posibilidad, algo fantástica, de ayudar a Túpac Amaru a cambio de recibir concesiones comerciales en un Perú independiente: Batllori, El abate Viscardo, pp. 198-200. Véase también a Lewin, La rebelión de Túpac Amaru, pp. 277, 287-88. 31. Jáuregui al Cabildo eclesiástico de Huamanga, 20 de diciembre de 1780 (adjuntando una copia del decreto del 18 de diciembre), AHMH, Colección Santamaría, Ms. 00126. Una versión presencial de la ejecución de Arriaga fue dada en 1783 por Antonio de Figueroa, un soldado peninsular retenido en el campo rebelde: “...sumaria reservada resivida pr el s’or Oydor Dn Benito de la Mata Linares s’re averiguar el orig’n del Infame Josef Gabriel Túpac Amaru...”, AGI, Cuzco, Leg. 31. 34. Avilés a Gálvez, 28 de enero de 1783, AGI, Lima, Leg. 618; Gálvez a Croix, 28 de marzo de 1783, AGI, Lima, Leg. 640. 32. Avilés a Gálvez, 30 de setiembre de 1782, AGI, Lima, Leg. 618. 35. Gálvez a Croix, 28 de marzo de 1783, AGI, Lima, Leg. 640.