COMUNICACIÓN | Page 27

58 JOHN FISHER EL VIRREINATO DEL PERÚ HASTA MEDIADOS DEL SIGLO XVIII 59 esferas”, según la cual se mantendría la paz en América del Sur incluso en el caso de una guerra europea entre España y Portugal. De hecho, ocurrió lo opuesto: cuando ambos países tomaron partidos distintos en 1762, en la Guerra de los Siete Años (1756-1763), las fuerzas españolas no sólo capturaron Sacramento —que le sería devuelta a Portugal con el Tratado de París (1763)— sino también la provincia brasileña de Río Grande do Sul, en donde permanecieron hasta el Tratado de San Ildefonso (1777), que impuso un arreglo territorial que habría de perdurar hasta la independencia. Las disputas territoriales ocurridas en el Río de la Plata entre 1750 y 1776 reflejaban el hecho de que el virreinato peruano seguía siendo demasiado grande —incluso después de la separación de Nueva Granada en 1739— como para que las autoridades limeñas pudieran ejercer un control efectivo sobre sus rincones más remotos. Lo mismo podía decirse con respecto a otros conflictos que no involucraban a otras potencias: por ejemplo, la guerra en la frontera araucana, al sur de Chile, mermaba permanentemente los magros recursos del Tesoro; los viajeros que iban por tierra de Buenos Aires al Perú se encontraban muchas veces en peligro de ser atacados por los indios del Tucumán; y la rebelión de Juan Santos Atahualpa de 1742-1752 detuvo los intentos de extender la colonización y la evangelización hacia la selva central del Perú.39 Es más, si hemos de creer a Juan y Ulloa —y en Madrid había demasiados oídos influyentes dispuestos a prestarles atención—, el nivel de la administración provincial en las provincias “civilizadas”, lejos de la frontera, era abismal, principalmente debido a que sus corregidores estaban involucrados tanto en la administración de justicia como en actividades comerciales con las comunidades de indios a través del repartimiento, una combinación corrupta que impedía cualquier solución legal a los abusos y fomentaba la violencia y la rebeldía.40 En otros aspectos, el virreinato peruano ofrecía perspectivas más halagüeñas en 1750, tanto para sus gobernantes como para los gobernados. Si bien el puerto del Callao y la ciudad de Lima seguían parcialmente en ruinas debido al devastador terremoto de 1746, la paciente supervisión de su reconstrucción por parte del virrey Manso, y su juiciosa decisión de aligerar la carga de los impuestos, parecían estarse ganando el respaldo del público.41 Aunque no fue completada hasta el gobierno de Amat, la destrucción de la vieja fortaleza y murallas del Callao (cuyo mantenimiento había mermado constantemente los recursos del Tesoro) fue un infortunio a medias pues dio la oportunidad para construir la impresionante fortaleza del Real Felipe.42 En los niveles más altos del gobierno, los virreyes que sucedieron a Manso seguirían siendo acusados de cuando en cuando de corrupción y de una excesiva deferencia para con los poderosos intereses criollos. De Manuel de Amat (1761-1776), por ejemplo, que fue su sucesor inmediato, se solía decir que había vendido nombramientos a los corregimientos, aunque fue absuelto de esta acusación por su juez de residencia. Sin embargo, generalmente el Perú tuvo la fortuna de contar con virreyes competentes durante la segunda mitad del siglo, con la posible excepción de Manuel de Guirior (1776-1780). 43 La insistencia de Juan y Ulloa en que incluso los virreyes más recelosos se veían frust rados por la corrupción de las poderosas familias criollas que dominaban el Consulado y la Audiencia —por ejemplo, ellos alegaban que los oidores conspiraban para impedir la venta de las mercancías llevadas a Lima en 1743 por los navíos de registro, mientras que sus amigos y parientes comerciantes se deshacían de sus stocks anteriores—, ha sido corroborada por las modernas investigaciones sobre la composición de este último cuerpo.44 En 1750, una vieja política de venta de cargos, en conjunción 39. Las fuentes útiles para el estudio de la resistencia indígena en Chile y el Tucumán incluyen a León Solís, “Malocas araucanas” y Tapson, “Indian Warfare on the Pampa”. 41. Hay más detalles sobre el terremoto en la sección referente a Manso del apéndice 1. 40. Juan y Ulloa, Noticias secretas (1953), pp. 189, 193-96, 198-99. Unas quejas notablemente parecidas sobre los abusos consustanciales al repartimiento de la diócesis de Arequipa, hechas en 1778, aparecen en BNP, C4129. 42. Para mayor información véase Zapatero, “El Castillo Real Felipe”. 43. Véase el apéndice 1. Los detalles de la residencia de Amat se encuentran en Dunbar Temple, ed., “Un informe del obispo”. 44. Noticias secretas (1953), pp. 366-67.