COMUNICACIÓN | Page 161

314 JOHN FISHER LOS INTENDENTES 315 de la necesidad de hacer por lo menos un gesto simbólico a la opinión criolla, Escobedo nominó a Manrique para la intendencia de Huamanga precisamente porque se trataba de un arquetípico representante de la aristocracia limeña: nacido en 1739, podía afirmar descender de uno de los fundadores de la ciudad a través de su padre Francisco (segundo marqués de Lara), mientras que su madre, Rosa María Carrillo de Albornoz y Bravo de Lagunas, una de las hermanas del conde de Montemar, provenía de otra familia criolla de larga data.44 Manrique era un administrador experimentado e influyente pues había sido alcalde de Lima en 1769-1770 y contador mayor del Tribunal de Cuentas de Lima desde 1779 (sucediendo a su padre), pero en 1784 Escobedo dejó en claro que su nombramiento como intendente buscaba apaciguar la opinión criolla —como le explicara al virrey Croix: “fundada en los motibos Politicos que a V.E. no se ocultan”—, y no era un reconocimiento a sus méritos.45 Gálvez, el ministro de las Indias, no estaba de acuerdo con esta política y se rehusó a confirmar el nombramiento, prefiriendo más bien que el oficial peninsular Juan de la Piedra sirviera en Huamanga.46 Para complicar aún más las cosas, este último falleció en camino al Perú, con lo cual Manrique siguió en su cargo en Huamanga hasta finales de 1785, en tanto arribase Menéndez, la segunda opción de Gálvez (y que había sido el candidato original de Escobedo para Huamanga antes de su decisión, rechazada en Madrid, de pasarle a Arequipa para así crear una vacante a Manrique). Durante el año que pasó en Huamanga, Manrique se vio envuelto un una serie de complejos desacuerdos con el obispo de la ciudad, Francisco López Sánchez, que incluía, entre otras cosas, el cargo levantado por éste de que el intendente estaba involucrado financieramente en el reparto de mulas hecho en los partidos de Huanta y Cangallo. La investigación del caso se prolongó hasta 1793, cuando el Consejo de Indias finalmente le absolvió de toda culpa.47 Manrique, mientras tanto, permaneció en su cargo anterior en el Tribunal de Cuentas hasta su jubilación en 1798, y falleció en 1815. 44. Cuaderno 35, AGN, Superior Gobierno, Leg. 33, trae una historia de la familia. El primer marqués de Lara, tío de Nicolás, fue miembro del Consejo de Castilla y el Consejo de Indias: Vargas Ugarte, Títulos nobiliarios, p. 38. 48. Burkholder y Chandler, Biographical Dictionary of Audiencia Ministers, p. 199; Lohmann, Los ministros, pp. 64-65. 45. Escobedo a Croix, 1 de julio de 1784, AGI, Lima, Leg. 1117. En este mismo informe describe a Huamanga como “sin duda la menor” de las intendencias. 49. Título, 21 de noviembre de 1783, AGI, Lima, Leg. 630; según su petición del 22 de octubre de 1793, AGI, Lima, Leg. 707, sus servicios en el Alto Perú incluían la pacificación de La Paz y otras ciudades durante la rebelión de Túpac Amaru. 46. Gálvez a Escobedo, 24 de enero de 1785, AGN, Superior Gobierno, Leg. 33. 47. Croix a Gálvez, 16 de noviembre de 1785, AGI, Lima, Leg. 599; informe del Consejo de Indias, 11 de marzo de 1793, ibid. MÁRQUEZ 48 La carrera de este primer intendente de Huancavelica ejemplifica las dificultades que la Corona española debía enfrentar al ejercer un estrecho control sobre sus lejanas posesiones imperiales, incluso al nombrar a burócratas peninsulares aparentemente buenos. Nacido en 1740 en el seno una familia de funcionarios de Sevilla (en donde su padre era oidor y su tío fiscal del estanco del tabaco) y educado en la universidad de esta misma ciudad, la carrera americana de Márquez se inició en 1776, cuando acompañó a la expedición Cevallos al Río de la Plata como auditor de guerra. Fue nombrado primer intendente de Huancavelica en 1783, después de un breve lapso como fiscal del crimen en la Audiencia de Charcas y como alcalde del crimen en Lima, asumiendo formalmente su cargo en julio de 1784.49 Aunque el Cabildo le alabó por su honestidad, sus esfuerzos por mejorar la administración pública y su “dulce trato para con los vecinos”, Márquez pronto cayó en desgracia tanto en Lima como en Madrid debido a sus esfuerzos por ocultar las causas y la seriedad del colapso de la mina de mercurio de Santa Bárbara, ocurrido en setiembre de 1786, debido fundamentalmente a que no impidió que se extrajese mineral de los soportes y puntales de piedra que literalmente la sostenían.50 La destitución de su cargo en Huancavelica en tanto se efectuaba una investigación, fue suavizada al nombrársele oidor de la Audiencia de Lima en 1789, y la investigación seguía incompleta en 1796, cuando se 50. Cabildo al rey, 11 de abril de 1788, AGI, Lima, Leg. 802. Una relación completa del colapso de la mina fue dada por Pedro de Lerena a Antonio Porlier, 9 de mayo de 1790, AGI, Lima, Leg. 1115.