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JOHN FISHER
En realidad, tal como se refleja en los capítulos 2 y 4, la mayoría
de los historiadores que actualmente escribe sobre la América hispana, y sobre el Perú en particular, durante el periodo colonial tardío
es ahora mucho más consciente de que las últimas décadas de la
era borbónica se caracterizaron por la relativa impotencia de parte
de los principales agentes de la autoridad metropolitana para hacerle
frente a la violencia local (en el caso peruano, la rebelión de Túpac
Amaru), las tensiones entre criollos y peninsulares, y la existencia de
una economía informal, pese a los rígidos controles impuestos por
la legislación metropolitana.
En ese contexto histórico (e historiográfico), casi todos los países
latinoamericanos alcanzaron la independencia, no gracias a la fuerza
del nacionalismo, sino como una secuela del colapso de la autoridad
ibérica en América. Cuando se la identificó por vez primera como
un objetivo posible, la mayor parte de los súbditos americanos de
España se opuso a ella. En las sociedades especialmente jerárquicas
de la Nueva España y el Brasil, la independencia fue aceptada con
cierta renuencia por las elites de ascendencia europea para resguardar la sociedad establecida, dada la inestabilidad política de la metrópoli, y no por un sentimiento de descontento ante las estructuras
de control imperial establecidas en América. En cambio, en el aún
más conservador Perú, hasta ese cauteloso proceso parecía ser radical y peligroso para muchos criollos, tal vez incluso para la mayoría.
Por eso, la independencia le fue impuesta al Perú por invasores procedentes de Colombia y Chile, preocupados principalmente por
erradicar el riesgo de una reconquista realista desde el viejo virreinato.
La principal conclusión que se desprende de reevaluar la eficacia
de las reformas borbónicas y la imagen negativa del periodo inmediatamente posterior a la independencia, es que el colapso del imperialismo español debe (y puede) interpretarse en términos de una
continuidad antes que de un cambio abrupto, incluso en la esfera
política (y, claro está, en la social y económica), aun teniendo en cuenta de que durante la década de 1820 las elites locales tenían un
mayor control de su futuro político de lo que habían tenido antes.
El capítulo 3 explora las estructuras económicas peruanas durante la era borbónica, concentrándose en parte en la industria
minera debido a su particular importancia, e intenta evaluar el estado
PREFACIO Y AGRADECIMIENTOS
INTRODUCCIÓN
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actual de los conocimientos históricos sobre los menos prominentes
—o no tan investigados— sectores manufacturero, agrícola y comercial. La imagen que surge de este análisis es que, lejos de sufrir
una decadencia económica (tal como postulan las cada vez más
cuestionadas interpretaciones tradicionales), el virreinato vivió un
crecimiento económico después de 1750, aunque de naturaleza gradual. Se argumenta que este crecimiento se vio obstaculizado por la
demanda interna —relativamente limitada por el escaso tamaño de
la población— y por el aislamiento de los mercados europeos, más
que por la reestructuración imperial llevada a cabo durante las últimas décadas del reinado de Carlos III. Asimismo, en este capítulo se
examina el estado de las finanzas reales en el periodo colonial tardío
como un preludio a un examen más detallado sobre las estructuras sociales y las relaciones étnicas que aparece en el capítulo 4,
acompañado por una breve descripción de la vida y las influencias
culturales en el Perú borbónico.
El estudio de las actividades culturales se enmarca hasta cierto
punto en un contexto más amplio: aquél de los círculos intelectuales
europeos del siglo XVIII sedientos por conocer la historia, los recursos
naturales y la población de América del Sur, una curiosidad estimulada por los reyes Borbones que permitieron a numerosos viajeros
científicos que no eran españoles incursionar en el subcontinente.
Obras como la relación que Amédée Frézier hiciera en 1716 de
sus exploraciones por las costas de Chile y del Perú entre 1712 y
1714, o como el informe de los viajes científicos realizados entre
1735 y 1744 en la América del Sur por Jorge Juan y Antonio de
Ulloa, fueron las que abrieron los ojos de los pensadores ilustrados
de la Europa del siglo XVIII, haciéndoles ver la necesidad de incorporar a su visión del mundo un corpus creciente de información sobre las sociedades no europeas.11 Fue precisamente en este periodo
que Cornelio de Pauw, el influyente sacerdote prusiano, se anticipó
a una estereotipada imagen decimonónica de los españoles ame11. Frézier, Relation du voyage; Juan y Ulloa, Relación histórica. La relación aún más
influyente que estos últimos hicieron de las condiciones políticas y económicas
—las Noticias secretas de América— circuló en forma manuscrita incluso antes de
ser publicada en Londres en 1826.