COMUNICACIÓN | Page 15

34 JOHN FISHER En realidad, tal como se refleja en los capítulos 2 y 4, la mayoría de los historiadores que actualmente escribe sobre la América hispana, y sobre el Perú en particular, durante el periodo colonial tardío es ahora mucho más consciente de que las últimas décadas de la era borbónica se caracterizaron por la relativa impotencia de parte de los principales agentes de la autoridad metropolitana para hacerle frente a la violencia local (en el caso peruano, la rebelión de Túpac Amaru), las tensiones entre criollos y peninsulares, y la existencia de una economía informal, pese a los rígidos controles impuestos por la legislación metropolitana. En ese contexto histórico (e historiográfico), casi todos los países latinoamericanos alcanzaron la independencia, no gracias a la fuerza del nacionalismo, sino como una secuela del colapso de la autoridad ibérica en América. Cuando se la identificó por vez primera como un objetivo posible, la mayor parte de los súbditos americanos de España se opuso a ella. En las sociedades especialmente jerárquicas de la Nueva España y el Brasil, la independencia fue aceptada con cierta renuencia por las elites de ascendencia europea para resguardar la sociedad establecida, dada la inestabilidad política de la metrópoli, y no por un sentimiento de descontento ante las estructuras de control imperial establecidas en América. En cambio, en el aún más conservador Perú, hasta ese cauteloso proceso parecía ser radical y peligroso para muchos criollos, tal vez incluso para la mayoría. Por eso, la independencia le fue impuesta al Perú por invasores procedentes de Colombia y Chile, preocupados principalmente por erradicar el riesgo de una reconquista realista desde el viejo virreinato. La principal conclusión que se desprende de reevaluar la eficacia de las reformas borbónicas y la imagen negativa del periodo inmediatamente posterior a la independencia, es que el colapso del imperialismo español debe (y puede) interpretarse en términos de una continuidad antes que de un cambio abrupto, incluso en la esfera política (y, claro está, en la social y económica), aun teniendo en cuenta de que durante la década de 1820 las elites locales tenían un mayor control de su futuro político de lo que habían tenido antes. El capítulo 3 explora las estructuras económicas peruanas durante la era borbónica, concentrándose en parte en la industria minera debido a su particular importancia, e intenta evaluar el estado PREFACIO Y AGRADECIMIENTOS INTRODUCCIÓN 35 actual de los conocimientos históricos sobre los menos prominentes —o no tan investigados— sectores manufacturero, agrícola y comercial. La imagen que surge de este análisis es que, lejos de sufrir una decadencia económica (tal como postulan las cada vez más cuestionadas interpretaciones tradicionales), el virreinato vivió un crecimiento económico después de 1750, aunque de naturaleza gradual. Se argumenta que este crecimiento se vio obstaculizado por la demanda interna —relativamente limitada por el escaso tamaño de la población— y por el aislamiento de los mercados europeos, más que por la reestructuración imperial llevada a cabo durante las últimas décadas del reinado de Carlos III. Asimismo, en este capítulo se examina el estado de las finanzas reales en el periodo colonial tardío como un preludio a un examen más detallado sobre las estructuras sociales y las relaciones étnicas que aparece en el capítulo 4, acompañado por una breve descripción de la vida y las influencias culturales en el Perú borbónico. El estudio de las actividades culturales se enmarca hasta cierto punto en un contexto más amplio: aquél de los círculos intelectuales europeos del siglo XVIII sedientos por conocer la historia, los recursos naturales y la población de América del Sur, una curiosidad estimulada por los reyes Borbones que permitieron a numerosos viajeros científicos que no eran españoles incursionar en el subcontinente. Obras como la relación que Amédée Frézier hiciera en 1716 de sus exploraciones por las costas de Chile y del Perú entre 1712 y 1714, o como el informe de los viajes científicos realizados entre 1735 y 1744 en la América del Sur por Jorge Juan y Antonio de Ulloa, fueron las que abrieron los ojos de los pensadores ilustrados de la Europa del siglo XVIII, haciéndoles ver la necesidad de incorporar a su visión del mundo un corpus creciente de información sobre las sociedades no europeas.11 Fue precisamente en este periodo que Cornelio de Pauw, el influyente sacerdote prusiano, se anticipó a una estereotipada imagen decimonónica de los españoles ame11. Frézier, Relation du voyage; Juan y Ulloa, Relación histórica. La relación aún más influyente que estos últimos hicieron de las condiciones políticas y económicas —las Noticias secretas de América— circuló en forma manuscrita incluso antes de ser publicada en Londres en 1826.