JOHN FISHER
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Inglaterra durante la Guerra de los Siete Años (1756-1763).9 Por
ello, el capítulo 1 de este libro se basa en el supuesto de que en el
corto plazo el cambio dinástico de los Habsburgos a los Borbones
sólo repercutió en el Perú en algunos aspectos muy específicos de la
legislación colonial, por ejemplo, que en 1704 se permitiera el ingreso
de los buques franceses a los puertos peruanos. En términos generales, el ascenso de la dinastía Borbón no tuvo efecto alguno sobre el virreinato.
Sin embargo, soy consciente de que es sumamente difícil extirpar
los mitos historiográficos, en parte debido a que tienden a alimentarse no sólo del dogma sino también de cierta dosis de realidad, no
importa cuán distorsionada o mal comprendida se encuentre. Su
erradicación requiere de pacientes investigaciones, análisis y explicaciones, y no de desenlaces dramáticos. Por lo tanto, este libro fue
escrito en parte para cuestionar, si no refutar, el mito tan generalizado
según el cual el advenimiento de la dinastía Borbón trajo consigo
un siglo de ilimitado progreso y prosperidad para el Perú y el mundo
hispano en general, al aplicarse un programa de reformas que despertó a España y a América de su “sueño” Habsburgo.
Este libro plantea también que es un error asumir con demasiada
ligereza que una de las eventuales e inesperadas consecuencias de
las reformas borbónicas fue la de darle a los americanos la madurez y confianza necesarias para alcanzar la independencia de España. Por el contrario, lejos de luchar por ella un siglo después, la
mayoría de los criollos del Perú (como se verá en el capítulo 6)
adoptó el fidelismo como una opción más segura que la de separarse de la metrópoli, tanto para preservar la privilegiada posición que
los españoles (nacidos en el Perú o en la península) tenían durante
la colonia, como para lograr que el virreinato del Perú recobrase su
antigua importancia.
El segundo capítulo intenta demostrar que durante el reinado
de Carlos III, el tercer rey Borbón de España, el virreinato peruano
sufrió una serie de cambios políticos y administrativos, sobre todo
entre 1776 y 1784. Sin embargo, hay que tener en cuenta que las
9.
Pérez Bustamante, “El reinado de Fernando VI”.
PREFACIO Y AGRADECIMIENTOS
INTRODUCCIÓN
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últimas investigaciones admiten que el llamado “proceso de reformas”, diseñado por José de Gálvez, fue menos estructurado, coherente, deliberado y rápido de lo que tradicionalmente se pensaba.
De hecho, hay motivos para sugerir que el mito que rodea a las
reformas borbónicas fue inventado por los arrogantes ministros de
Carlos III, quienes buscaban justificar sus actos ante Carlos IV (17881808) luego del fallecimiento de Gálvez (1787) y del monarca
anterior. El mito fue luego “embellecido” por los historiadores
acríticos del siglo XIX y comienzos del XX.10 En este grupo figuran
los historiadores hispanoamericanos (siempre conservadores y
miembros de las familias de la elite) que sentían un profundo temor
ante la posibilidad de una insurgencia popular y un cambio social
en países dominados por masas que no hablaban el castellano. Estos
historiadores idealizaban, y por lo mismo, buscaban conservar los
vestigios de la supuestamente estable sociedad colonial en la cual
indios, negros y castas habían reconocido, y en general aceptado,
su condición de subordinados.
Es cierto que después de la emancipación, los políticos académicos de otros países latinoamericanos —los más prominentes
fueron el mexicano Lucas Alamán, el venezolano Andrés Bello y
el argentino Domingo Faustino Sarmiento (para quien no sólo el
indio, sino también el gaucho no civilizado, representaban literalmente la barbarie rural)— fueron los que más se encargaron de
configurar una imagen negativa de la América hispana en las décadas que siguieron a la independencia, contrastándola con un idealizado siglo XVIII. Sin embargo, los peruanos también tardaron en
abandonar el mito del progreso y la prosperidad del siglo XVIII,
una tendencia que contrastaba, claro está, con la inestabilidad y el
empobrecimiento percibidos en la era inmediatamente posterior a
la ruptura con España.
10. Dentro de esta tradición se encuentra la célebre instrucción reservada, completada
el 8 de julio de 1787 por el conde de Floridablanca (José Moñino y Redondo), el
principal ministro de Carlos III, no obstante haber sido preparada a pedido de este
rey. El nuevo monarca asistió a las reuniones de la Junta de Estado en la cual se
discutió este documento: Lynch, Bourbon Spain, p. 302. El documento completo
se encuentra en Floridablanca, Obras originales, pp. 213-72.