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JOHN FISHER
LOS VIRREYES DEL PERÚ EN EL PERIODO BORBÓNICO
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Fulgencio Toro y Valentín Ferraz, fueron enviados al Alto Perú en mayo de
1816, en parte para fortalecer la presencia peninsular en una zona en
donde la causa realista había sido defendida por tropas peruanas desde
1809, y en parte para sacar de España a oficiales superiores sospechosos
de haber complotado para restaurar la constitución de 1812. Habiendo
desembarcado en Arica en setiembre de 1816, La Serna marchó directamente al Alto Perú, aparentemente ofendiendo al nuevo virrey, Pezuela
—él mismo un comandante anterior del ejército de dicho lugar—, quien
esperaba que le visitara en Lima para recibir consejos sobre cómo manejar
su nuevo puesto. Militarmente, La Serna no encontró ningún problema
real en el Alto Perú, pero políticamente se hizo rápidamente de enemigos
una vez que decidiera reorganizar los regimientos de la milicia local,
supuestamente para facilitar el ascenso de sus subordinados peninsulares.27
También discrepó en lo esencial de la estrategia que Pezuela siguiera en
Chile en 1817, y al año siguiente logró obtener el permiso de Madrid para
regresar a España. Al final, Pezuela le persuadió para que aceptara el
nombramiento de teniente general —el rango más alto en la institución
militar española— y permaneciera en Lima para ayudar a defender el
Perú de la amenaza de una invasión procedente de Chile.
Los detalles de los acontecimientos subsiguientes se examinan en el
capítulo 6. En pocas palabras, La Serna discrepó con los intentos de
Pezuela por conservar Lima a cualquier costo una vez que las fuerzas
de San Martín arribaran en 1819, y en enero de 1821 fue nombrado
virrey por los oficiales de mayor jerarquía del ejército realista, después de
que éstos depusieran a su predecesor. Luego de negociar brevemente y
con poco entusiasmo con San Martín sobre la posibilidad de poner un
Perú autónomo bajo el mando de un príncipe Borbón, La Serna evacuó
Lima en julio de 1821 y llevó su ejército a la sierra, en donde estableció su
cuartel general al comienzo en Huancayo y luego en Cuzco. Después de
una tenaz resistencia contra las fuerzas de San Martín primero, y posteriormente contra las de José de Sucre, el virrey encabezó el ejército
realista que fuera derrotado en Ayacucho el 9 de diciembre de 1824.
Herido en la batalla, La Serna dejó el Perú en enero de 1825, en compañía
de otros oficiales de alta graduación, en el viaje que le llevó de vuelta a
España y a una amarga polémica, sobre todo con Pezuela, acerca de las
razones por las que se perdió el Perú. Honrado con el título de conde de
los Andes y nombrado capitán general de Granada en 1831, La Serna
falleció en Sevilla en julio de 1832. En consecuencia, él desapareció de la
escena antes de que surgiera el ayacuchismo —el ascenso a la prominencia
en la política española de los veteranos de la campaña peruana, entre
ellos Rafael Maroto, Ramón Rodil (quien en realidad no estuvo en
Ayacucho) y Baldomero Espartero— a finales de la década de 1830.28
27. Pezuela, Manifiesto, p. 113; García-Camba, Memorias, pp. 223-24.
28. Costeloe, Response to Revolution, p. 165.