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JOHN FISHER
MENDOZA (1668-1745)12
Mendoza (o Villagarcía, como más comúnmente se le conoce) fue en
cierto sentido un retroceso al más indolente periodo Habsburgo, cuando
los virreyes eran nombrados en reconocimiento a sus linajes familiares y
no a su capacidad. Nacido en 1668 en el seno de la poderosa familia de
los Mendozas y emparentado, por tanto, con otros miembros de los entrelazados linajes de los grandes de España (incluyendo a los Mondéjars,
Cañetes y Montesclaros), Mendoza contaba con una larga experiencia en
la corte y sirvió a Felipe V antes de ser nombrado virrey del Perú en 1735
como, inter alia, embajador en Venecia, virrey de Cataluña y, menos onerosamente, como gentilhombre de la cámara de S.M. Curiosamente, la
nave que le llevó de Cádiz al istmo de Panamá en mayo de 1735 también
tenía a bordo al teniente de navío Jorge Juan, quien partía para iniciar
sus trabajos científicos en la América del Sur con Antonio de Ulloa.
Ya un “anciano” cuando asumió su cargo en Lima en 1736, para
citar a Vargas Ugarte, Mendoza pronto adquirió reputación de ser letárgico
e indolente, rasgos que sólo superaba con su insistencia en la pompa y el
ceremonial, y el entusiasmo con el que presidía los autos de fe de la
inquisición limeña. Después de 1739, su tranquilidad se vio seriamente
perturbada por la necesidad de tomar medidas defensivas costosas pero
algo ineficaces en contra de las incursiones inglesas al Pacífico, comandadas
por George Anson, luego del estallido de la Guerra de la Oreja de Jenkins,
e internamente por el estallido, en 1742, del algo misterioso levantamiento
indígena en las tierras de montaña al este de Tarma y Jauja, dirigido por
Juan Santos Atahualpa. Aunque fue popular en algunos círculos por los
azares de la coincidencia que hicieron que le tocara a él reducir el quinto
real gravado sobre la plata a un diezmo (1736), Mendoza tuvo la desventura de encontrarse en el cargo cuando el virreinato de Nueva Granada
fue separado definitivamente del Perú (1739). El virrey se hizo de varios
enemigos poderosos en Lima, incluyendo a miembros prominentes del
Cabildo y el Consulado, los oficiales de la Real Hacienda y la Universidad
de San Marcos (en donde buscó eliminar la venta de grados) y, ante la
escalada de cargos que se le hacían de mala administración, probablemente se enteró con alivio, en julio de 1745, de que iba a ser reemplazado por
12. “Relación”, en Fuentes, Memorias, 3: pp. 371-88; Vargas Ugarte, Historia general,
4: pp. 191-226.
LOS VIRREYES DEL PERÚ EN EL PERIODO BORBÓNICO
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Manso. La relación que dejó a su sucesor es de lejos la más breve que se
conozca. El viaje de vuelta a España por el Cabo de Hornos resultó ser
demasiado duro para él, pues falleció en alta mar en las costas del Uruguay
en diciembre de 1745 (y no en 1746, como lo sugieren algunas fuentes).
MANSO (1689-1767)13
Nacido en Logroño (España), Manso siguió una carrera militar que incluyó
el servicio en el África, Italia y las Filipinas, y que culminó en 1743 con el
ascenso al rango de teniente general. Nombrado capitán general de Chile
en 1736, su experiencia americana se inició al arribar allí en 1737. Los
siete años que pasó en Chile estuvieron marcados por un vigoroso intento
de consolidar sus fronteras mediante la fundación de nuevos asentamientos, entre ellos Talca (1742), Rancagua (1743) y Copiapó (1744).
También insistió en la reconstrucción de Valdivia, severamente dañada
por un sismo en 1737, contraviniendo los pedidos locales para que se
abandonara el pueblo. Esta experiencia tuvo una relevancia directa durante los primeros años de su largo periodo de gobierno —dieciséis años—
como virrey del Perú, pues en octubre de 1746 —a poco más de un año
de haber asumido el poder— la ciudad de Lima fue devastada por un
gran terremoto, y el cercano puerto y fortificaciones del Callao fueron
destruidos por el tsunami posterior, que no dejó sino 100 de sus 5,000
habitantes. En Lima se estima que 12,000 hogares y edificios públicos
principales se encontraban en ruinas, entre ellos la catedral y el palacio
virreinal. Aunque significaron una pesada carga para los recursos del
Tesoro, por lo general se considera que sus pacientes esfuerzos por reconstruir la capital fueron exitosos, así como sus medidas fiscales de emergencia,
que comprendieron la suspensión de varios impuestos para permitir que
los afectados reconstruyeran sus vidas y negocios. Estimulado por el otorgamiento de su título en 1748, Manso también fundó el estanco del tabaco
en 1752 y reformó las cecas de Lima y Potosí.
Si bien sería inexacto describir a Manso (como algunos comentaristas
lo hacen) como el primero de los virreyes militares del Perú durante el
siglo XVIII —Armendáriz (Castelfuerte, 1724-1736), su predecesor, también
13. Manso, Relación, edición de Moreno [también se encuentra en Fuentes, Memorias,
4: pp. 1-340]; Ochagavía Fernández, “El I Conde de Superunda”.