COMUNICACIÓN | Page 12

28 JOHN FISHER realizados por España y Portugal para resolver su vieja disputa limítrofe en América del Sur.3 El Tratado de Madrid de 1750, el primero desde el siglo XVI que buscó definir de manera realista las fronteras entre los territorios americanos pertenecientes a los estados ibéricos, afectó directamente al Perú pues legi timó la posesión portuguesa (y por ende brasileña) de inmensas extensiones de la Amazonía que, según el Tratado de Tordesillas de 1494, pertenecían a España. Su significado indirecto fue aún mayor. En primer lugar, desencadenó la compleja serie de acontecimientos que llevaría a la expulsión de la Compañía de Jesús del Perú, en 1767. En segundo lugar, y aún más importante, el fracaso de estas negociaciones en resolver las disputas territoriales que ambas potencias tenían sobre el Río de la Plata, condujo a que el Alto Perú fuese separado del viejo virreinato en 1776, en un intento de la Corona española de garantizar la viabilidad financiera y, por lo tanto, la defensa del recién fundado virreinato del Río de la Plata ante cualquier incursión portuguesa.4 Probablemente es correcto sugerir que los acontecimientos de 1776 —tanto el que acabamos de mencionar como una serie de innovaciones afines en las políticas seguidas por la metrópoli con respecto al virreinato del Perú— constituyen un hito más importante para la historiografía peruana que el hito, algo caprichoso, de 1750. Los demás rasgos de la reestructuración imperial que afectaron profundamente al virreinato tras la pérdida del Alto Perú, comprenden el nombramiento de Antonio de Areche para que efectuara la visita general del Perú, que continuaría hasta 1785; la definitiva confirmación —con la promulgación del reglamento de comercio libre en 1778—, de la pérdida del monopolio del comercio sudamericano con España, que había estado en manos del Callao (un profundo golpe para la moral del Consulado de Lima, a pesar de que sólo legitimaba lo que 3. O’Phelan Godoy, Un siglo de rebeliones, pp. 111-16, hace un claro resumen de la rebelión de Huarochirí. 4. Para el Tratado de Madrid y sus repercusiones véase Lynch, Bourbon Spain, pp. 179-86. Un detallado examen de los factores que llevaron a la incorporación del Alto Perú en el nuevo virreinato se encuentra en Lynch, Administración colonial, pp. 11-50. PREFACIO Y AGRADECIMIENTOS INTRODUCCIÓN 29 ya ocurría de facto); la reforma global del sistema administrativo interno en 1784, con la introducción del sistema de intendencias; e, internamente, la prolongada rebelión indígena de 1780-1783 iniciada por el cacique de Tinta, José Gabriel Túpac Amaru. Los historiadores de la Hispanoamérica colonial tienden a reconocer la importancia de esta secuencia de hechos, por lo que los años comprendidos entre 1776 y 1784 figuran, abierta e implícitamente, como el eje cronológico de una serie de estudios claves sobre la última etapa del Perú colonial.5 Sin embargo, esta propensión a identificar a 1776 y a los años inmediatamente posteriores como el punto de inflexión de la historia del Perú colonial tardío, impide contextualizar adecuadamente los cambios ocurridos durante la década de 1770. Asimismo, refleja una larga tradición historiográfica que examina el pasado peruano a través de los ojos de las autoridades imperiales en Madrid, permitiendo, por lo tanto, que los proyectos y políticas metropolitanos determinen el marco de análisis de estructuras y procesos históricos que fueron configurados, en gran medida, por factores internos del virreinato y no por decisiones ministeriales tomadas en la lejana metrópoli. El enfoque Madrid-céntrico para determinar el contexto de un análisis de la historia peruana durante la última etapa de la colonia resulta relativamente legítimo cuando se trata de decidir dónde detenerse. Aquí la palabra clave es “relativamente”, pues si bien la proclamación de la independencia por parte de José de San Martín en Lima, el 28 de julio de 1821, ha pasado a formar parte de la mitología historiográfica peruana como el momento definitivo en la ruptura de los lazos con España, lo cierto es que el régimen realista no sólo sobrevivió en la sierra durante tres años y medio más, sino que al establecerse la corte virreinal en el Cuzco después de evacuar Lima, le dio también un fuerte estímulo a la identidad regional del sur peruano cuya importancia persistiría varios años después de la rendición formal de las fuerzas realistas en 1824. Estos temas son examinados en el capítulo 6, que se ocupa de la historia peruana entre el colapso de la autoridad metropolitana en 1810 y el triunfo 5. Véase, por ejemplo, Fisher, Minas y mineros; Céspedes, “Lima y Buenos Aires”; Fernández Alonso, Presencia de Jaén en América.