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JOHN FISHER
realizados por España y Portugal para resolver su vieja disputa limítrofe en América del Sur.3
El Tratado de Madrid de 1750, el primero desde el siglo XVI
que buscó definir de manera realista las fronteras entre los territorios
americanos pertenecientes a los estados ibéricos, afectó directamente
al Perú pues legi timó la posesión portuguesa (y por ende brasileña)
de inmensas extensiones de la Amazonía que, según el Tratado de
Tordesillas de 1494, pertenecían a España. Su significado indirecto
fue aún mayor. En primer lugar, desencadenó la compleja serie de
acontecimientos que llevaría a la expulsión de la Compañía de Jesús
del Perú, en 1767. En segundo lugar, y aún más importante, el fracaso de estas negociaciones en resolver las disputas territoriales que
ambas potencias tenían sobre el Río de la Plata, condujo a que el
Alto Perú fuese separado del viejo virreinato en 1776, en un intento
de la Corona española de garantizar la viabilidad financiera y, por
lo tanto, la defensa del recién fundado virreinato del Río de la Plata
ante cualquier incursión portuguesa.4
Probablemente es correcto sugerir que los acontecimientos de
1776 —tanto el que acabamos de mencionar como una serie de innovaciones afines en las políticas seguidas por la metrópoli con respecto al virreinato del Perú— constituyen un hito más importante para
la historiografía peruana que el hito, algo caprichoso, de 1750. Los
demás rasgos de la reestructuración imperial que afectaron profundamente al virreinato tras la pérdida del Alto Perú, comprenden el
nombramiento de Antonio de Areche para que efectuara la visita general del Perú, que continuaría hasta 1785; la definitiva confirmación
—con la promulgación del reglamento de comercio libre en 1778—,
de la pérdida del monopolio del comercio sudamericano con España,
que había estado en manos del Callao (un profundo golpe para la
moral del Consulado de Lima, a pesar de que sólo legitimaba lo que
3.
O’Phelan Godoy, Un siglo de rebeliones, pp. 111-16, hace un claro resumen de la
rebelión de Huarochirí.
4.
Para el Tratado de Madrid y sus repercusiones véase Lynch, Bourbon Spain,
pp. 179-86. Un detallado examen de los factores que llevaron a la incorporación
del Alto Perú en el nuevo virreinato se encuentra en Lynch, Administración colonial,
pp. 11-50.
PREFACIO Y AGRADECIMIENTOS
INTRODUCCIÓN
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ya ocurría de facto); la reforma global del sistema administrativo
interno en 1784, con la introducción del sistema de intendencias; e,
internamente, la prolongada rebelión indígena de 1780-1783 iniciada por el cacique de Tinta, José Gabriel Túpac Amaru.
Los historiadores de la Hispanoamérica colonial tienden a reconocer la importancia de esta secuencia de hechos, por lo que los
años comprendidos entre 1776 y 1784 figuran, abierta e implícitamente, como el eje cronológico de una serie de estudios claves sobre
la última etapa del Perú colonial.5 Sin embargo, esta propensión a
identificar a 1776 y a los años inmediatamente posteriores como el
punto de inflexión de la historia del Perú colonial tardío, impide
contextualizar adecuadamente los cambios ocurridos durante la década de 1770. Asimismo, refleja una larga tradición historiográfica
que examina el pasado peruano a través de los ojos de las autoridades
imperiales en Madrid, permitiendo, por lo tanto, que los proyectos
y políticas metropolitanos determinen el marco de análisis de estructuras y procesos históricos que fueron configurados, en gran medida,
por factores internos del virreinato y no por decisiones ministeriales
tomadas en la lejana metrópoli.
El enfoque Madrid-céntrico para determinar el contexto de un
análisis de la historia peruana durante la última etapa de la colonia
resulta relativamente legítimo cuando se trata de decidir dónde detenerse. Aquí la palabra clave es “relativamente”, pues si bien la
proclamación de la independencia por parte de José de San Martín
en Lima, el 28 de julio de 1821, ha pasado a formar parte de la mitología historiográfica peruana como el momento definitivo en la
ruptura de los lazos con España, lo cierto es que el régimen realista
no sólo sobrevivió en la sierra durante tres años y medio más, sino
que al establecerse la corte virreinal en el Cuzco después de evacuar
Lima, le dio también un fuerte estímulo a la identidad regional del
sur peruano cuya importancia persistiría varios años después de la
rendición formal de las fuerzas realistas en 1824. Estos temas son
examinados en el capítulo 6, que se ocupa de la historia peruana
entre el colapso de la autoridad metropolitana en 1810 y el triunfo
5.
Véase, por ejemplo, Fisher, Minas y mineros; Céspedes, “Lima y Buenos Aires”;
Fernández Alonso, Presencia de Jaén en América.