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JOHN FISHER
evacuación de Lima sin temer acción militar alguna, revirtiendo así
la situación en la cual Pezuela se había encontrado en setiembre de
1820.87
Las tratativas entre los comisionados respectivos llevaron a un
armisticio formal el 23 de mayo de 1821, inicialmente de veinte
días pero posteriormente ampliado hasta finales de junio. El 2 de
este último mes La Serna y San Martín se encontraron en persona
en la hacienda de Punchauca, y este último propuso la creación de
una regencia con La Serna como presidente, ofreciéndose él personalmente para viajar a España como parte de una comisión que
negociaría la independencia peruana bajo el mando de un príncipe
español. Según Abreu, La Serna en un principio se vio tentado por
la oferta no obstante la incomodidad que le daba asumir la presidencia, pero luego de conversar con Valdés y García Camba la rechazó,
pues “los jefes del ejército se habían opuesto por no anteceder la
aprobación de las Cortes”.
A pesar del permanente optimismo de Abreu, a comienzos de
julio era ya evidente que el abismo que separaba a ambos bandos
era insuperable, y La Serna y su ejército decidieron con los pies al
marcharse de Lima, a pesar de las protestas de la Audiencia de que
la ciudad estaba siendo cercenada de “la integridad nacional”.88
Los temores del tribunal sobre el destino que le aguardaba a los
peninsulares de la ciudad quedaron confirmados antes de fin de
año al ser perseguidos por Bernardo de Monteagudo, el ministro
de guerra de San Martín, quien se jactaba de contar con “todos los
medios que estaban a mi alcance para inflamar el odio contra los españoles: sugerí medidas de severidad, y siempre estuve pronto a
apoyar los que tenían por objeto disminuir su número y debilitar su
87. Abreu anotó en su “Diario” que durante su primera reunión real con La Serna, el
1° de abril, “el virrey me habló con la frialdad propia de su carácter”; García
Camba (Memorias, p. 388) comentó que incluso en esta etapa inicial era ya
evidente para los realistas que Abreu había llegado como “un ciego apologista de
los independientes”. García Camba (ibid., p. 393) pensaba que las discusiones
eran “inútiles y aun perjudiciales”, pero Valdés (Documentos, 2: p. 57) admitió que
“una suspensión de hostilidades... nos interesaba”.
88. Audiencia a La Serna, 5 de julio de 1821, AGI, Lima, Leg. 800.
FIDELISMO, PATRIOTISMO E INDEPENDENCIA
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influjo público o privado”.89 Entre los que fueron expulsados sin
mayor trámite después de confiscárseles el grueso de sus propidades,
se encontraban el arzobispo de Lima, el obispo de Huamanga, cinco
ministros de la Audiencia y prominentes miembros del Consulado.90
Por su parte Abreu, quien permaneciera en Lima a la partida de La
Serna sin su salario (350 pesos al mes), recibió en cambio 1,000
pesos de Hipólito Unanue en agosto y fue colmado de presentes y
cumplidos por San Martín cuando partió a España, vía Chile y Brasil,
en diciembre de 1821.91 No sorprende que las relaciones entre
Abreu y La Serna, que habían seguido comunicándose por carta,
se hubiesen hecho cada vez más frías en estos cinco meses: por
ejemplo, en noviembre el virrey respondió a una carta de Abreu
que él consideraba era “un aglomeramiento de frases, disgresiones,
reflexiones y consejos insignificantes”, sugiriéndole que su lenguaje
“parece más bien el de un Agente de los disidentes que el de un
comisionado por S.M.C.”.92 En su respuesta, Abreu le acusó de
haber saboteado toda posibilidad de una reconciliación con los
“disidentes” por su insistencia en tratarles de “traidores, alevosos y
rateros”, provocando así “el rompimiento escandaloso a que V. E.
nos provocó...”.93 Monteagudo sostuvo que los esfuerzos de Abreu
por reconciliar a ambos bandos habían sido “inútiles”, pero expresó
89. Monteagudo, Memoria, p. 10. García Camba (Memorias, p. 436) le describió
como un representante de “la clase más ínfima de la sociedad como de origen
africano... tenía todo el carácter pérfido y cruel de un zambo, con la imaginación
ardiente y ambiciosa de la mayor parte de los mulatos”.
90. Pedro Gutiérrez Cos, obispo de Huamanga, al ministro de Gracia y Justicia, 8 de
marzo de 1822; “Relación de los sujetos que han salido de la ciudad de Lima para
la península”, 15 de marzo de 1822, AGI, Indiferente General, Leg. 1571.
91. Hipólito Unanue a Abreu, 17 de agosto de 1821, AGI, Lima, Leg. 800. Los obsequios
incluían 2 grandes medallas de oro y 25 medallas grandes más 50 pequeñas de
plata, acuñadas para conmemorar la independencia peruana; la carta explicativa
de San Martín decía que “para algún español servil sería un insulto la remesa de las
medallas de la Independ’a... pero para un liberal no creo será un insulto, sino q’ [la]
recibirá como una prueba de mi afecto, para q’e V. las reparta entre sus amigos”:
San Martín a Abreu, 1° de diciembre de 1821, ibid.
92. La Serna a Abreu, 2 de noviembre de 1821, ibid.
93. Abreu a La Serna, 12 de noviembre de 1821, ibid.